Hemos reconocido que juzgamos de mejor manera el pasado que el presente. En el Caribe, donde echamos tanto para adelante, preferimos ser cautelosos con el futuro. Nuestras maneras de vivir el hoy son tan intensas, para nuestro bien o mal, que no otorgamos importancia vital a lo que viene y con frecuencia solemos perdonar nuestros accidentes y metidas de pata. Esta breve intro es para decir que los cuentos que componen la colección Saunatopía del escritor-actor-dramaturgo Rafael Stalin Morla, me hacen saborear el presente llevándome de la mano (¿o en aras?) a un pasado que quiero ahora recordar, analizar y juzgar en su justa medida. Voy a imitar a Stalin Morla ahora y cerraré este párrafo con varias preguntas. Digo que lo imito porque él hace lo mismo al cerrar el prólogo que precede a las dieciocho historias que componen el libro. ¿Habrá evolucionado el (mal)uso de la palabra maricón en Dominicana? ¿Cómo ha cambiado mi propia percepción del término? ¿Cuál es el estado de la educación sexual dominicana? ¿Qué tanto aporta nuestro machismo a la ignorancia y hasta desprecio hacia lo queer? ¿Cuál es el peso de la masculinidad tóxica (Maskulinity-Machomask) en este imaginario; en estas narrativas?

Lo primero que me sorprende de esta colección de cuentos es la claridad de la prosa en tanto lo práctico y lo metafórico. Siempre los binarios nos ayudan. En lo metafórico pues se trata de elaborar historias desde una voz (o una multitud) que discurre mediante términos, historias, cuentos, anécdotas un tanto peligrosas dentro del canon de la escritura nacional, o sea, la literatura que debe ser emulada para pintar un cuadro realista (maldita palabra) y edificante para la divulgación nacional. Estamos claros (¿tú tá cloro?) en que eso es lo que se espera de la literatura nacional y que, nuestro joven ejercicio, todavía aúpa mediante premios y circos toda esa prosa de la salvación nacional. Stalin Morla se entrega al terreno de lo salvaje desde su primer texto,  “Paco”, en donde se describe la arquitectura del (nuevo) espacio na(rra)cional: el sauna. Y desde allí se cuentan las historias que son edificantes, sí, pero en el plano de lo práctico. ¿Y qué es lo práctico? Yo, un hombre que odia los pie de página, me sentí atraído desde un principio por lo acertado de los mismos. No tienen, estas aclaraciones, un ánimo paternalista de decir cómo es que se habla desde “la cultura gay”; y tampoco me atrevo a decir que son “educativos”. Están ahí para conversar con los cuentos en un tono entre el tigueraje y la enciclopedia. Me parece bonito decir que ilustran el texto.

Este escribir cuenta de forma efusiva. Es decir, entramos aquí a la metáfora del espacio. El sauna está hecho para contar secretos a voces, y para salir de él. Esta literatura no enrostra nada, no edifica, solo cuenta. Un libro como este nunca ganaría el Premio Nacional de Cuento. No lo necesita. El libro es el premio.

A vuelo de pájaro, hablo de los cuentos. Me gustan todos. Pero me he detenido en “Traganta” y “Chiguete”. Está muy bien ese juego de sacar leche y luego crear un dispositivo literario que se la trague. Hay mucho semen en este libro. Como propuesta de conversación pero alejada de la cáscara del relajo o la burla. No sé cómo decirlo, me estoy enredando, pero lo que me gusta de estos textos es que no pretenden ser una enciclopedia de la cultura gay en Santo Domingo. Son cuentos en donde pasan estas cosas, a estos personajes. Es simple pero no es sencillo. “Rebeca Caracortada” es otro de mis cuentos preferidos. Es la historia de una loca de clase alta en Santo Domingo, y el autor la pinta más o menos como la bisnieta de Tony Montana. Está muy bien. Uno se ríe mucho con este libro, a carcajada limpia. Los chistes, además de tener ironía, tienen que estar bien contados, con una sensación del ritmo, y del púm de la historia. Cortázar hablaba mucho de esto. Si me permiten añadir algo de mi propia cosecha, vale decir que también en este tipo de cuentos lo importante es la claridad. Stalin Morla te lleva a un ritmo bien jevi por la avenida de la maravillosidad, así que a tomar por saco eso de ver la vida como un espectro sudado en medio del tráfico pesado (27 con Churchill, por ejemplo). Pero, ¿y porqué estoy yo, hablando todo esto? ¿De qué ciudad estoy hablando? ¿No me exilié ya hace años? ¿Tiene derecho el que se fue a recordar las calles como eran? Tiene derecho a recordarlas, más no a mencionarlas en voz alta. Pues no, me rebelo y digo Santo Domingo, y lo leo en las páginas de Stalin Morla y me dejo encantar por su aliento y la refrescancia de su hermoso fraseo. Dice él, en otro de los cuentos que me gustan muito, “Hermanas en leche”: “Me encerré en el cuarto privado en donde el minihércules becerra me pidió que se la echara. Mi hermana en leche, mi rostro frente al espejo, mi holograma, copia de mí, mi amor incestuoso, prohibido, imposible. Ahora estaba muerto”.

Debo escribir más sobre este libro. Sabrán ustedes que aunque tengo personajes que circulan en universo transgénero, yo no manejo bien los niveles teóricos necesarios para abordar este discurso. Digamos que vivir, yo misma, en este universo transgénero, me impide mirarlo como el que filosofa mira las cosas; vivo, en ese sentido, embriagado en el fuero del contemplativo, que como bien decía Francisco Matos Paoli, tiene el problema de que no puede escribir de la locura académicamente, porque vive en ella. Pero escribiré sobre este trabajo, y cuando lo haga, elaboraré primero un estado de la cuestión con las preguntas que propuse en el primer párrafo. Luego, estableceré un breve marco teórico que deberá incluir trabajos de Tony de Moya, Lorraine Ferrand, Carlos Castro, Chiqui Vicioso, y la antología gay que se hizo ya hace tiempo en RD y que fue pionera en el Caribe en su momento. Este texto fue compilado por Mélida García y Miguel de Camps. La Antología de la literatura gay en República Dominicana fue y sigue siendo un gran material para entablar conversaciones y elevar el discurso. Ojalá se reedite, se actualice y se discuta más este texto.

Finalmente, quiero hacer una exculpa. Hablo de este libro Saunatopía con cariño, ya que en mis años de estudiante, compartí con el autor brevemente (lo breve no quita el fuego de lo bello) en uno de los espacios más íntimos: un tabloncillo en el sótano de la Escuela de Bellas Artes. Ese momento es preciado para mí tanto en lo práctico como en lo metafórico. Lo práctico: es bueno ver que las teorías funcionan y en aquel momento, estábamos trabajando la Dramaturgia del Cuerpo del laboratorio de Lorraine Ferrand, y una de las premisas de estos entrenamientos, es crear un autor-actor. No voy a entrar en detalles en los que debería, porque son interesantes en esta teoría, pero quiero decir que es muy importante, para quien escribe, tratar de buscar los personajes no en la cabeza, sino en el cuerpo; cambiar los puntos de vista, apreciar el despertar de los sentidos. En lo metafórico: fue bello ser testigo del proceso de un actor y dramaturgo que se convertiría luego en narrador de cuentos y novelas. Una como escritora siempre trata de atrapar la belleza. A veces como escritor hay que dejarse tocar por la belleza.