La genética le jugó una mala pasada. Por  aceptar con resignación los hijos que Dios le mandó, a los 18 años hipotecó su vida.  Cuando la mujer en ciernes  llegó al  hospital provocó un tsunami.  "Rompió fuente doctora",  gritaba el interno.  A pesar de las precariedades,  para  este embarazo se tomaron las medidas necesarias. Había pasado  mucho tiempo ingresada,  enfermeras y médicos la consideraban de la casa.  En menos de una hora todo el hospital circulaba alrededor del quirófano.  Desde que privatizaron la maternidad del Seguro Social, un embarazo múltiple es rarísimo

Con menos de siete meses de embarazo,  empezó a sentir que se orinaba.  Gritó  a la vecina que cuidaba los mellizos.  "Me estoy orinando, deja de lavar los biberones, ven, ayúdame a ir al baño".  Un torrente de agua le corría entre las piernas.  Su madre llegó enseguida, dio la voz de alarma. "Me voy sola con la niña", dijo Elena, como todavía llamaba a su hija.

En el trayecto de la orilla del río Ozama al Hospital de la Mujer no paró de rezar el Padre Nuestro. Entre una y otra oración no hacia pausas, no respiraba, como si la secuencia de versos le transmitiera seguridad.  Sabía de tantas mujeres que habían muerto de parto  y  estaba dispuesta a arrebatarle su hija a la muerte con lo único que tenía: fe en Dios y oraciones.    

A los 15 años Alejandra se embarazó de un joven del barrio. Cuando su madre vino a enterarse ya tenía la barriga grande.  ¡Mami, te aseguro,  fue sólo una vez!  Aunque Elena quería matarla, no podía, era su única hija, la razón de su vida.  La tuvo a los 17 años, terminaron sacándole la matriz para salvarla.  Se resignó afirmando: "Dios lo quiso así".  Cuando en el hospital le dijeron: "son mellizos", casi se desmaya.  Trabajaba día y noche, limpiaba oficinas, vendía dulces y rifaba todo lo que podía.  Dios proveerá, se repetía.

Alejandra había dejado la escuela para cuidar  los chiquitos.  Antes  de los mellizos cumplir dos años la visitaba un señor en un yipetón con vidrios tintados, le dejaba caer algo. "Mami, mientras me trates bien no te faltará nada", prometió.

Con la gente que ha muerto de cólera, y su hija vomitando,  Elena la llevó rápido al Morgan. "Está embarazada", dijo  la enfermera clavándole un cuchillo en el alma.  En está ocasión, no sabía si  suicidarse  o ahorcarla. Mientras se mordía el cuerpo, le retiró la palabra.

Cuando operaban a su hija, recordó sus instintos asesinos.  Insistía en rezar, aleja los pensamientos impuros.   Al salir la doctora confirmó la certeza de lo que no se ve,  el éxito de la cirugía.  Estaría  en cuidados intensivos para  su recuperación, las bebés están aún de cuidado.  La diminuta doctora ya se había alejado cuando dio media vuelta y dijo: "Olvidaba decirle: decidimos prepararla,  está bueno cinco hijos con 18 años".