Me merecen mucho respeto los nuevos jueces elegidos al Tribunal Constitucional (TC). El proceso de selección por parte del Consejo Nacional de la Magistratura se hizo con la mayor transparencia. Los elegidos son juristas capaces e íntegros. Dos de carrera, Domingo Gil y Alba Luis Beard; y los otros dos, Juan José Ayuso y Miguel Valera, son abogados de gran formación jurídica y de vida profesional y personal intachables. Aunque aspirábamos a 3 de carrera y a una elección paritaria hombres/mujeres, creo que fue la mejor selección posible.
Para solo citar uno los de los casos, Domingo Gil representa el summus iudex: juez experimentado, de sólida formación intelectual y profesional, profesor dilatado y de grandes luces, escritor y doctrinario acabado, de compromiso plenihumanista y democrático reconocido, con familia ejemplar y un ser humano excepcional.
Los nuevos jueces tienen la responsabilidad de contribuir con la consolidación y expansión de la tarea del fortalecimiento del estado social y democrático de derechos proclamado por nuestra Constitución, teniendo a esta última en su cima interpretativa.
Tras su creación, el TC ha venido marcando un camino de mayor respeto por los derechos fundamentales, la supremacía constitucional y la defensa de la Constitución. La legitimidad que viene ganando el TC no se verá sino fortalecida con la entrada de estos nuevos jueces, reconociendo la gran labor realizada por los jueces salientes y los que se quedan, quienes han entendido que cada vez que actúan y se generan precedentes constitucionales, con la fuerza normativa y obligatoria de los que están dotados, lo hacen por mandato expreso del constituyente y es desde la óptica del bienestar de los dominicanos y el respeto al Estado de Derecho que deben estar enmarcadas todas sus actuaciones (Laszlo Solyom).
El TC ha contribuido a la estabilidad, al desarrollo democrático y normativo del país. Pero, sus retos son muchos, cuando de solidez institucional, libertades y derechos fundamentales se trata, pues, entre otros desafíos, muchas de sus decisiones son desacatadas por los poderes y órganos públicos. Aspiramos a que, con los bríos de los nuevos jueces, el TC se haga más fuerte, independiente y eficiente y continúe sembrando y cosechando obediencia constitucional.