“La única función real del líder es producir nuevos líderes, no más seguidores”. (Ralph Nader).
En nuestra sociedad la percepción hacia la democracia ha ido perdiendo una significativa valoración. De 73 a 42, solo en un lapso de 12 años nos degradamos 31 puntos; esto es, 10.33 nos malogramos por año, descendimos, abandonamos. Sin embargo, hay que acotar que no es la democracia en sí lo que se derrumba, sino los actores políticos que con su praxis han perdido la confianza de la ciudadanía. La política en nuestro país dejó de ser el instrumento para construir políticas públicas para el desarrollo del país, para el bien común, para igualar a los ciudadanos en los territorios públicos.
Los que nos han gobernado, muy pocos son estadistas y muchos han sido muñecos, tarambanas. Ya decía con mucha propiedad Otto Von Bismarck “El político piensa en la próxima elección; el estadista en la próxima generación”. La política hoy, en nuestra sociedad, es el vehículo de mayor movilidad social ascendente dado los enormes privilegios que tienen por encima de los ciudadanos normales.
Tres actividades conducen a la movilidad social en medio del inmovilismo: la política, el beisbol y el narcotráfico. La política es la más rentable y estable. El narcotraficante vive una vida en zozobra y su espacio temporal que oscila entre 7 a 12 años: tiempo de cárcel y/o muerte. No goza de prestigio social. El pelotero, solo 3 de cada 100 firmados llega a Grandes Ligas y hay que demostrar enormes habilidades, destrezas, competencias, talentos, Duran alrededor entre 15 a 20 años.
El político nuestro, en una gran mayoría no estudian, duran en el escenario hasta que desaparecen físicamente, roban y no le pasa nada y gozan de prestigio social. Su riqueza y ostentación derivan de la inmensa acumulación del erario público. Ellos han trastocado en la praxis, la lapidaria frase de Mario Benedetti “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas de pronto, cambiaron todas las preguntas”. Ellos nunca han tenido que cambiar las respuestas de la sociedad y en medio de un mundo del conocimiento y de la información, siguen actuando analógicamente en el tránsito permanente de la opacidad, por la ausencia de consecuencias. ¡Política y negocios son como la gasolina y el fuego en la destrucción a la sociedad, en su corpus ético-moral y en su desarrollo social-institucional!
De ahí se desprende una taxonomía de políticos que viene a ser formulada a partir del hecho empírico, factual y cuya abstracción conceptual, categorial, dimana como una consecuencia de esa practicidad:
Políticos con:
Principios y sin ideas.
Con ideas y sin principios.
Sin principios y sin ideas.
Con principios y con ideas.
Con esta clasificación, muy bien podríamos ilustrar a los principales actores políticos que han sido presidentes y altos funcionarios. Los resultados de las evaluaciones serían rápidos y muy negativos.
Los principios son los que guían, pautan al ser humano, que le da la fuente de su ideología, el marco de sus reglas. Tiene una misión, una visión que la concatena con los valores. Los valores consagran la rectitud de tu destino. ¡El que tiene principios y valores establece límites en la jerarquía de sus decisiones! El pragmatismo, aquí, no es el primitivismo, hacer lo que haya que hacer, sino la acción por una coyuntura contigencial que brotó de la realidad y hay que darle salida con nueva imaginación y equifinalidad.
La Sociología del poder, desde la concepción weberiana de legitimidad, de dominación y el de Macht o poder, no encuentra espacio en nuestra formación social. Los actores políticos no entienden ni asimilan la política como profesión. Max Weber, desde la Sociología política abordó “los tipos de dominación, los tipos históricos de políticos y de la evolución de los partidos, es decir, de las condiciones externas de la profesión política”.
Desde la Sociología política, la legalidad es la encarnación a las reglas del juego, al conjunto normativo de donde dimana el poder, con base del consenso legitimador, fuente nodal del dominio. Empero, la legitimidad trasciende al mero marco legal, se adentra al ejercicio del poder en la praxis, en la combinación del decir y el hacer, en lo que prometiste y finalmente trajiste como resultado. Vale decir, entre la planificación y lo logrado.
La legalidad como estamento de la racionalidad y en consecuencia de la dominación, no pueden ser la mera formalidad del origen del poder. En la sociedad dominicana cuando se auscultan y desvelan todo el entramado de dirección, nos damos cuenta que la legalidad está severamente disminuida. No hay agenda societal, ni siquiera una agenda partidaria del otrora partido que era hegemónico, dominante y cuasi imbatible hasta el 20 de octubre.
La política es para Weber “la actividad de dirección de un Estado o el ejercicio de una influencia sobre el mismo, es decir, la aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder entre distintos”. El Estado, en tanto forma de dominación, su relación de mando-obediencia encuentra su cauce en lo racional, carismático y tradicional. Desde esa visión y perspectiva, la sociedad dominicana es una mezcla tan eclética en la dominación con sus actores políticos no están fotografiados en esas tres dimensiones claramente, por el colorido cierto de no tener la política como profesión en la fecundación weberiana.
Los nuestros no entienden la distribución del poder. Weber decía que había dos tipos de políticos: los que viven para la política y los que viven de la política. En esta taxología, la mayoría de los políticos nuestros viven de la política y, cuando tienen dinero que proviene del sector privado, la política se convierte en el agente potencializado que hace una verdadera arquitectura financiera a través de un apalancamiento que le genera más riqueza y rentabilidad en solo cuatro años, que lo que habían logrado en toda su vida. Hay que hacer un cambio, empero, un cambio proactivo y en construcción de verdadera oportunidad para ser mejores, pues como decía Margaret Thatcher “Si su única posibilidad consiste en quedarse como está, entonces no se trata de una oportunidad”.