Me inicié como escritor en el año 1966, cuando residía en San Juan de Puerto Rico, con un artículo que titulé “Es necesario restaurar y conservar el patrimonio monumental, histórico y arqueológico del país”, que salió publicado en el periódico El Caribe, el 8 de enero de 1966. Esto ocurrió con posterioridad a mi estadía en la ciudad de New York, donde trabajé en una compañía de arquitectos que, entre sus variadas comisiones, tenía la de restaurar edificaciones del Siglo XIX, y principios del XX, de esa ciudad, convirtiéndose esta experiencia en Beatty & Berlembach en el sello que me marcó por el resto de mi vida.
A partir de entonces han sido incontables los artículos que he publicado, en distintos periódicos impresos y digitales, revistas de índole variada, y otros medios similares. Todos dedicados a temas culturales, muy particularmente, sobre el que guarda relación con el patrimonio histórico, en sus diversas manifestaciones, y el turismo, dada su estrecha relación entre ambos, y el vínculo que los une, como binomio de desarrollo, al través del llamado turismo cultural.
En el transcurso del año 1992 se conmemoró el V Centenario del Descubrimiento de América, (hoy, según algunos, Invasión) y con tal motivo puse en circulación mi primer libro: “MEMORIAS DE LA CIUDAD DE SANTO DOMINGO, Origen, Decadencia y Rescate de su Patrimonio Cultural”, que fuera patrocinado por la Embajada de España en Santo Domingo. Igualmente, completé la publicación de 136 páginas semanales, en los periódicos Listín Diario y El Siglo, las que titulé “A propósito del V Centenario”.
Seis años más tarde, con motivo de un nuevo aniversario de la Oficina de Patrimonio Cultural (OPC), publiqué un segundo libro, que titulé MI PROPUESTA, en el que recompilé 80 artículos de los que habían sido publicados en diferentes medios.
Impulsado por un quebranto de salud, producto del estrés en que viví durante mi última participación en la OPC, escribí mis memorias, que titulé “BATALLAS DE UNA VIDA”, que fue puesta en circulación en el mes de septiembre de 2007.
Debo decir, que de haber utilizado la manera antigua de escribir, habría necesitado varios galones de tinta, y sabrá Dios cuantas resmas de papel, todo ello con fines de contagiar a mis conciudadanos para que, de una vez y por todas, entiendan, antes de que sea tarde, el significado de nuestro patrimonio histórico, compuesto, en su mayoría, por edificaciones que su mayor importancia consiste en haber sido erigidas antes que ninguna otra en el Nuevo Mundo, y las primeras y únicas en ser construidas a imagen y semejanza de las que dejaban atrás, en sus respectivos lugares de origen. Lo que les confiere el privilegio de ser parte de las primacías americanas, y de su impronta para la continuidad, más efectiva, del desarrollo turístico nacional. Que no es cualquier cosa.
Después de tanto esfuerzo, de tanto soportar la indiferencia de una gran parte de nuestro pueblo, que al descubrir la “modernidad”, y empezar a disfrutarla, sin hacer o haber hecho casi nada para lograrla, le ha dado las espaldas a su glorioso pasado, siendo lo único que la identifica y diferencia de los demás pueblos de América. Y lo que es peor, haber dejado pasar la oportunidad de convertirlo en una de nuestras principales atracciones, en momentos, como los actuales, en que estamos dependiendo del área de servicios, como el turismo.
Pero si la indiferencia que nos ha caracterizado como pueblo no fuera suficiente, la de los gobiernos que hemos tenido desde 1978 hasta la fecha, ha de ser considerada como antihistórica, y carente de sensibilidad. Como ha sucedido con el último (2004-2012), al intentar transformar la ciudad capital, asiento de la mayor y mejor parte de esas primacías, en una especie de caricatura, de una ciudad, que es como de la noche al día de la nuestra. Que carecía de los atributos que le han ido adjudicando, pero repleta de irregularidades y deficiencias. Las que se construían con la finalidad de servir de comodín a los caprichos y sueños personales, además de enriquecer a una camarilla.
Y que no me vengan ahora con los sofismas y argumentos propios de nuestros políticos, en su mayoría incapaces de copiar lo que otros han sabido hacer, para dotar una parte de sus principales centros habitacionales, en atractivos espacios públicos, tradicionales, capaces de satisfacer las necesidades de sus pobladores, así como de atraer gente de otros lugares, a sabiendas de que sus expectativas serán complacidas, como suele suceder en los países que dependen, o cuentan con el turismo para sus respectivos desarrollos.
Como puede ser posible, que seudo estadistas, con remaches de intelectualismo, desperdicien un tiempo tan valioso, sin contribuir a que continúe deteriorándose el patrimonio histórico, al que están llamados a proteger, y poner en valor, aunque esto no los complazca en su ego personal, y prefieran tener que ser juzgados por la dudosa modernización de la ciudad capital, al frente de los destinos nacionales.
Como todo en esta vida resulta ser del color del cristal con que se mire, es muy posible que sea yo el que esté equivocado y, de ser así, tenga que cambiarme los lentes, y dejar de derrochar más tinta escribiendo disparates. Pero, como yo no estoy tan seguro de ello, vistos los resultados logrados en la mayoría de los países que han hecho lo propio, me quedaré, una vez más, tranquilo, imitando la indiferencia de mis compatriotas, y evitando tener que invertir más esfuerzos para nada.