El de la República Dominicana es un Estado constitucional, no confesional, es decir, no se rige por las creencias religiosas o no de sus ciudadanos sino por una Carta Magna y por leyes, y aunque los convenios internacionales pueden obviar esas prerrogativas para facilitar determinadas iniciativas especificas, las confesiones religiosas tienen que cumplir los requerimientos y mandatos que emanan de esa Carta Constitutiva cuyo cuerpo doctrinario, el que ampara el Estado de Derecho, dicta que nadie está por encima las leyes, incluidas las organizaciones religiosas, de modo que si un cura, por ejemplo, viola una ley o viola una criatura, debe pagarlo con multa y cárcel (lo cual ha sido muy poco frecuente), y lo mismo funciona para todos los casos en que el Estado de Derecho se halle vigente, el cual señala, asimismo, que son los legisladores quienes libremente elaboran esas leyes sin que una entidad religiosa o no, se constituya, bajo argumentaciones sobre la vida o sobre la muerte o cualquier otra excusa intimidante, en organismo de presión para afectar y cambiar, para abortar o anular una ley en curso en el Congreso, no importa como se llame la entidad externa, no importa la influencia supuesta o no que tenga ésta, y siempre que no esté en juego e la Constitución vigente y el Estado de Derecho-como deben saberlo los legisladores, quienes tienen la obligación de colocarse por encima de los lemas puntuales, las presiones eclesiásticas o no, las formulas coercitivas y producir, evacuar, darle vigencia a estas leyes, para lo cual fueron elegidos no por las confesiones que tienen derechos garantizados-no ilimitados-como los tienen incluso los ciudadanos de a pie, de debatir las ideas sin cabildear modificaciones basadas en influencias, ciertas o no, sin usar los medios a su alcance de forma desproporcionada sólo para imponer mecánicamente sus criterios y sus agentes particulares, su cultura, sus ideas religiosas, violentando el principio de la separación de poderes en un país donde se cree que, todavía, predomina el estado de derecho que si se ve vulnerado por la manipulación religiosa triunfante.

¿Quién dice que la religión no va a seguir inmiscuyéndose, con grandes riesgos constitucionales, en los poderes del Estado y volcando a su favor sus ideales conservadores y ultraconservadores bajo cualquier pretexto de los que ya hay antecedentes históricos como el del “comunismo” que derribó el primer gobierno democrático tras la tiranía, adorada por la Iglesia Católica a un grado tal que se cree firmemente, que el tirano está gozando del cielo, también católico, dada la enorme cantidad de misas oficiadas, primero por su salud y después por la salvación de su alma, en mas de tres décadas de crímenes inmensurables?

(Por cierto que el énfasis católico en el antiaborto, que es un insulto a la inteligencia de los dominicanos, se relaciona fácilmente con la idea de echar a un lado, para que se olviden, para crear una amnesia colectiva, las violaciones de menores cometidas por curas pederastas, como también lo fue la estrategia vaticana de echarle dos sacerdotes a los leones en 1961- Reylly en San Juan de la Maguana y Panal en La Vega- y la Carta Pastoral tras 31 años de colaboración estrecha con el tirano).