“Las leyes se han hecho para el bien del ciudadano”. La anterior frase, de Marco Tulio Cicerón, la traigo a colación a propósito del extraño hecho  que en materia de política internacional acaba de suceder entre La República  soberana de Taiwán y República Dominicana. La subjetividad de los estados en el  orden jurídico internacional tiene un fin supremo que es  regular la coexistencia de los poderes estatales y su mutua cooperación; así,  como la protección de intereses fundamentales para la actual comunidad internacional en su conjunto.

Hace apenas, no más de sesenta días, en la celebración de la independencia nacional dominicana, esto es, el pasado 27 de febrero. Los dominicanos  celebraron  como acostumbramos a hacerlo por todo lo alto, el día patrio con el desfile tradicional militar, que para la ocasión el mismo pareció más un carnaval que un riguroso y enjutado desfile militar.  Decimos estos, porque en ningún gobierno, del que tengamos uso de  razón; éste hizo lo que organizó para la ocasión el gobierno actual. El Ministro Gonzalo Castillo con su Ministerio de Obras Públicas fue la figura central y protagonizó en primacía el desfile robándole el Show al Ministro de  Defensa y a los cuerpos armados que desfilaban.

El malecón de la Ciudad de Santo Domingo, se convirtió en la vitrina para exhibir toda la cooperación y donaciones del Gobierno y país de Taiwán: Armamentos pertrechos, tecnología, vehículos de todo tipo y para todas las necesidades y contingencias militares. Sistema de  comunicación, entrenamiento, apoyo para la educación, salud,  producción agrícola y empresarial. Además, creo sin posibilidad de equivocarme, que  es la primera vez que una comisión tan nutrida de oficiales militares y diplomáticos acreditados y de visita en el país  abarrota, como abarrotó  el palco presidencial   la delegación de Taiwán.

Los taiwaneses en el palco  me recordaron aquel villacinco sobre los peces en el  río, que reza: “Brinca y bailan los peces en el río, brincan y bailan al ver el Dios nacido”……que yo parodiaría: “Brincan y bailan los chinitos  en el palco, brinca y bailan  al lado de Danilo,   Brinca y bailan al ver to  lo que han dao, Brincan bailan a un presidente   mal agradecido…”    Hace sesenta días, el pasado 27 de febrero, fue la última vez que Taiwán y  República Dominicana celebraron la fortaleza y calidad de sus relaciones de amistad y cooperación y,  de buenas a primeras y de forma sorpresiva y rastrera:  “un cubo, una fullería o un tumbe diplomático a los taiwaneses de forma acechada y de mala fe.

Roberto Santana y la Encargada de Negocio, Fu Ximrong,  y probable Embajadora de las futuras relaciones con la República Popular de China,  en el Matutino  de Tele Antillas del pasado jueves 3 del mes en curso,  dejaron muy claro las razones y fundamentos de estas nuevas relaciones. Pero, por voz de la encargada de negocios quien hizo saber con suficiente  claridad, que a partir de este entendimiento la República Dominicana le queda prohibido tener relaciones gubernamentales con Taiwán, en otras palabras, es imperativo del cese de sus  relaciones como Estado.  Es decir,  compraron a dominicana el reconocimiento dado a Taiwán como Estado,  por 3000 mil millones de dólares.

Esto pinta a que los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, de manera particular en su art. 55 Cap. IX,  que cito a continuación:” Con el propósito de crear las condiciones de estabilidad y bienestar necesarias para las relaciones pacíficas y amistosas entre las naciones, basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, la Organización

Promoverá:

a. niveles de vida más elevados, trabajo permanente para todos, y condiciones de progreso y desarrollo económico y social;

b. La solución de problemas internacionales de carácter económico, social y sanitario, y de otros problemas conexos; y la cooperación internacional en el orden cultural y educativo; y

c. El respeto universal a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión, y la efectividad de tales derechos y libertades”, fin de la cita.

Reitero, que todo pinta a  que un quintal de ajo o el escapulario santiguado en Palma Sola por Papá Liborio,  es más es más importante que el necesario respeto normado y regulado por el Derecho Internacional Público y el protocolo ético de relaciones recíprocas, fundamentado en valores de transparencia,  convivencia pacífica ,  justicia y autodeterminación.  Con la hermana República Bolivariana de Venezuela y los chinos de Taiwán, hemos sido testigo de un tigueraje en el trato diplomático dado a naciones hermanas    que nos avergüenza ante el Mundo.