Cada vez que el sistema capitalista entra en una de sus crisis cíclicas, de inmediato se cuestiona a sus críticos permanentes; aquellos portadores de un nuevo modo de producción. ¿Ustedes son los que pretenden reemplazar a la libre empresa y la libertad de expresión? No ombe, no relajen muchachos.

Así pretende menospreciar, empequeñecer, a los portadores de las nuevas buenas que garantizará prosperidad, seguridad y larga vida a los seres humanos. Para esto hay que tener autoridad, credibilidad y confianza en la sociedad, en sus fuerzas productivas. Si usted vive inventando, de espalda al curso de la historia, no conseguirá respeto en la población.

Ahora con la Pandemia de coronavirus y su Covid 19, se pone al descubierto la incapacidad del capitalismo para enfrentar con éxito la terrible peste. Un sistema político y económico que descansa su existencia en la explotación del trabajo de los seres humanos y la acumulación insaciable de riquezas, no puede terminar de buena manera. Observen, en el tratamiento de la plaga, las diferencias con aquellos países que giran alrededor de ideas revolucionarias, socialistas y comunistas.

La clase dominante criolla, a pesar de tener un amplio control, dominio de los resortes del Estado, no pierde tiempo en mantener debajo de sus pies a los soñadores de un nuevo sistema económico, político y social. Le pueden soltar un poco la soga, de tal manera que, no lleguen muy lejos.

Históricamente se ha comprobado que la sustitución de un sistema por otro, es posible: “libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos”. Todo depende de las circunstancias históricas por la que atraviesa la sociedad para concretizar el cambio de un modo de producción por un nuevo. No basta con buenas intenciones ni sensibles voluntades; muchos menos con discursos aéreos, adornadas de citas o frases de autores rimbombantes.

El sistema capitalista no será sustituido de golpe y porrazo en todos los países, al mismo tiempo. Es un proceso arduo, tortuoso y muy difícil; porque depende del grado de desarrollo económico político y social de la sociedad. Y de la existencia de un instrumento ideológico y político de clase que dirija correctamente la transformación de la sociedad.

Mientras el capitalismo no tenga una oposición ideológica y política con posibilidades reales de sustituirle; no se podrá echar hacia abajo. Sobrevivirá en ese terrible proceso de lucha contra la muerte; hasta surgir desde sus entraña, las fuerzas sociales que construyan su sepulto para enterrarla.

Múltiples son las armas del capital para sobrevivir. La más efectiva, en nuestro país, es la ideológica; la predilecta para coartar a dirigentes y militantes que ayer fueron precursores de la revolución; y por contrario, hoy son partidarios del sistema o guardan silencio cómplice.

Urge unir las fuerzas políticas, personalidades y militantes partidarios de un cambio de sociedad que garanticen la conformación de un instrumento de clase de dirección, organización y orientación hacia el tránsito de las etapas imprescindibles que conducirán a sepultar al capitalismo y en sus ruinas construir la anhelada nueva sociedad.