El presente enfoque lo hago con varios sentimientos cruzados. El primero es que aún me quedan impregnadas las cicatrices de los azotes verdugos del pleno de Julio César Castaños Guzmán, y aún me retoza en la mente la actitud impávida o lo mismo que, imperturbable, sereno y sin ningún sentimiento de culpa al echar al zafacón las innumerables misivas que remitimos los suplentes para que se aprovecharan  las capacidades intelectuales, experiencias en manejo de las cosas del Estado, profesionales y académicas que se conjugaban en los cinco suplentes que dicho pleno invisibilizó como una forma mediocre de expresar el miedo cobarde de evitar tener a su lado personas con luces propias, posiciones críticas y de contrapeso en la mecánica simplista con las que se tomaban decisiones tan delicadas como la de organizar los procesos electorales desde los cuales se instalan las elites gobernantes y se sustenta la democracia dominicana.

Otro sentimiento cruzado, tiene que ver la decisión del pleno actual, presidido por el magistrado Román Jáquez Liranzo, de romper con los estereotipos burdos y de temores a los ruidos politiqueros, en aplicar justicieramente la elevación de la dignidad de una figura constitucionalizada como es la de los suplentes del órgano electoral. Y más, aunque nos alegramos de este hecho histórico y lo vemos como un salto que rompe con toda visión arcaica de dirigir las instituciones con el grosero criterio de la Hipostatización propias de los tiempos de la esclavitud, y en que todas las decisiones estaban concentradas en un monarca en detrimento de la participación del conglomerado, sin embargo, para nosotros, llegaron los sombreros cuando ya no teníamos cabezas y cuando la niebla mental del pasado pleno, ha sido pulverizada por este choque de lo justo con lo injusto. Enhorabuena para los actuales y profundas bembitas para nosotros los salientes.

Y cuando digo que hay más, no me equivoco. Los suplentes de Castaños Guzmán, cosa inverosímil esta, se les negaron todas las prerrogativas y los beneficios que los titulares se sirvieron con la cuchara ancha, solo propia de la mezquindad de la injusticia y la inequidad, pero, sin embargo, -los suplentes repito-, salieron enlodados  mucho más que ellos, dado el hecho que sin habérsele permitido estar integrados a los trabajos-Y quién sabe si hubiesen cometidos menos tollos-, de organización y dirección de los procesos-, salimos por igual, etiquetados como parte de una gestión fracasada, según la sociedad dominicana.

En tal sentido, la degradación publica de los suplentes, como arrastre de una culpa que no cometieron afloraba en todos los sentidos. Incluso en los petitorios de los amotinados en la Plaza de la Bandera en febrero del 2020, la consigna fue la renuncia de titulares y suplentes. Y como si ese arrastre injusto fuera poco, dicha fobia se evidenció como una película en pantalla gigante, en el proceso de ¨entrevistas¨ de la conformación del actual Pleno. En dichas entrevistas, quedó claro la saña y el lodo que salpicó a los suplentes salientes,  a través de la inapropiada e indecorosa forma, carente, por demás, de todo nivel y altura con que hay que tratar a un ciudadano que se está sometiéndose al escrutinio evaluativo para una posición de alta envergadura,  como fue la manera inapropiada del Senador Iván José Silva, por la provincia de la Romana, que barriendo el piso con los suplentes –por lo menos en el caso nuestro-, le llegó a decir que le explicara, cómo él le iba a justificar a la sociedad dominicana, -si era que él votara por mí, por un acenso-como fue su término-, dándole tal gracia a un individuo del Pleno de Castaño Guzmán, quienes les habían escamoteado el derecho soberano de elegir libremente a un pueblo que se levantó de madrugada a ejercer ese derecho y deber cívico y que un pleno con alta miopía y capacidad de organizar un proceso cercenó ese derecho a miles y miles  de electores ya que le fueron violados en las elecciones municipales del 2020.

Con lo anterior ya se puede apreciar cómo quedó un grupo de personas, todos prendados de su mejor buena fe de aportar, pero, que no se le permitió ni siquiera, como fue el caso del suplente del presidente, que ni siquiera conoció ese despacho del presidente, a pesar que le pidió una indeterminada cantidad de veces que le concediera una cita. No fue ni una ni dos veces, sino innumerables ocasiones, que el suscrito escribió clamores a través de acento.com,  sobre el carácter inorgánico que el pleno anterior-principalmente, porque, aunque con Roberto Márquez, aunque no lo involucró cien por ciento en tareas propias de los procesos electorales, mientras el pleno de titulares montaba las elecciones, utilizó los suplentes para tareas delicadas al servicio del mismo Pleno-.

En este mismo orden, deploro lo dicho por el Diputado por acumulación de votos, Dionicio Rodríguez, que externó que este Pleno extralimitó sus funciones, al incorporar y asignar sueldos a los suplentes y sus demás prerrogativas de amparo social y representación, y lo excuso porque  quizás se le olvidó a ese diputado tan acucioso y bien formado, que desde la ley 275-97, en su artículo 11, en su parte in fin, que trata sobre el desempeño del cargo, que también los suplentes disfrutarán iguales sueldos que los miembros titulares, cuando sean llamados a reemplazar a los titulares en el ejercicio de su funciones o cuando sean integrados a labores contempladas en la legislación electoral. Por igual, pero esta vez, en el artículo 29 de la ley orgánica de régimen electoral No. 15.19, se establece la misma prerrogativa de disfrutar sueldos, pero, ambas leyes dejaban y dejan en manos de la voluntad omnímoda del presidente del pleno involucrarlo o no. Y ahí fue que Castaños Guzmán se puso la venda transparente.

Les bloqueó los sueldos, les relegó a simples funcionarios temporal y finalmente, dio el golpe mortal, dejó incluso, en el caso de Rafael Evangelista-tres periodos y 82 años y al suscrito, -dos periodos y 65 años con una mano delante y otra detrás, pero por igual, aunque los titulares se otorgaron bonos especiales por conclusión de funciones, a sus suplentes lo despacharon hasta sin darle las gracias por haberle aguantado tantos vejámenes, tan siquiera.

Por lo tanto, califico en mi nombre, y a juzgar por los comentarios de todos los suplentes del pleno pasado, incluso antepasado, por mí, y todos ellos, la decisión del Pleno que preside el magistrado Román Jáquez Liranzo y todos sus componentes, como un acto, como se titula este desahogo de expresión de sentimientos cruzados de nuestra parte, de que se ha generado un choque de la justicia con la injusticia. Misma que se evidencia en todo lo expresado, más otros asuntos que quedan ocultos en todos los comentarios aviesos que manifestaban, tanto las dos mujeres de ese pleno como las propias gesticulaciones del propio Henry Mejía, y en la voz apabullada del Magistrado Roberto Saladín, quien valientemente, y le pido perdón por divulgar su confesión, al decirme, Magistrado Lino, siento decirle que me venció la carencia de humanismo del señor presidente del órgano y mis demás compañeros. ¡No tengo más nada que decirle, que no sea, que se ha cometido un grosero acto de injusticia!