Ser digno para los filósofos de la antigua Grecia, incluía aspectos fundamentales sobre la visión pulcra del manejo de los asuntos de Estado y se vinculaba de forma intrínseca con el deber ser de los hombres públicos ante eventos que conllevan el empleo de la lógica y la razón. En un empeño por descodificar el concepto, se ha dicho en estos tiempos que: “En cualquier caso, si la altura de las cosas la medimos con el criterio objetivo de un metro, la dignidad de los hombres la medimos con el criterio político de la virtud”. -Gregorio Luri-.
Los rumores malintencionados de los que aupaban, por beneficio personal, el modelo corrupto con el que se identificó el PLD en los veinte años que nos mal gobernó, esos que apostaban y aun lo hacen, al surgimiento de una crisis económica recia y de magnitudes colosales, y que pusiera en aprietos la capacidad y limitara el rango de acción en el tren gubernamental de los nuevos inquilinos de Palacio, han sido calmados con actos puntuales ante la difícil situación de dos eventos que por suerte no han sido provocados por la mano del hombre.
La vida puso a prueba al gobierno novel, y la crisis llegó antes de lo imaginado. La respuesta, para bien de todos ha satisfecho a los dominicanos que decidieron poner en manos perremeístas la dirección del Estado. La manera en que hasta ahora se le ha hecho frente desde el aparato público a los azotes de la tormenta Laura y la expansión del COVID-19, es muestra de que cuando se tiene vocación de servir, ni la escases de recursos, ni la maledicencia son una limitante para realizar obras en beneficio de la colectividad.
El gobierno tiene claro los desafíos que les presentan realidad social, económica y política actual. Conoce y entiende a plenitud el reto asumido para con el pueblo golpeado por una administración cuya vorágine causó mas daños que los fenómenos suprahumanos, y ha trazado la ruta adecuada para dar respuestas a un conjunto de aspiraciones sociales, en pro de brindar alternativas adecuadas para la realización de un sueño llamado desarrollo e inclusión.
La vía se presenta larga, a prima vista, llena de obstáculos dejados a su paso por los antecesores, pero la energía que le ha impregnado el nuevo mandato a las labores oficiales, es la muestra de que, hacerlo mejor que antes, más que una opción, es el sagrado compromiso de restaurar una democracia gravemente herida y encarrilar la nación por los senderos del bienestar social.
Las aguas, antes turbias y putrefactas, aclaran en el espectro que dejaron aquellos alumnos indignos de haberse formado a la sombra de quien vio la política como un sacerdocio. Que vivió la predica en carne viva y al morir, no tuvo más remedio que llevar consigo al eterno descanso del sol, el mal sabor que siente un padre cuando el hijo borra con sus actos, la prédica que con ejemplo digno trató de inculcar en ellos.
Abinader, heredó una de las crisis sanitarias globales más aterradoras de los últimos años, y el preludio de una crisis económica incomparable con algunas que se haya atravesado en mucho tiempo. Para colmo, el reflujo delictivo de una administración perversa que cambió el servicio público por un enriquecimiento ilícito desbordante y absurdo, varió la percepción dominicana sobre los políticos dejando en sus manos la necesidad de redoblar esfuerzos para devolver la confianza perdida a los ciudadanos.
Vive a la par con los tiempos y ejecuta planes estatales acorde con las dificultades que con responsabilidad ha heredado el gobierno. Por eso se hace acompañar de hombres y mujeres preclaros, honestos, pulcros y competentes para enviar la señal que la gente esperaba. Porque a pesar de lo que muchos decían, se superan las pruebas en medio del fuego.