El viernes 15 de noviembre 2019, los aun sobrevivientes de la I Promoción de ingenieros agrónomos egresados de la Escuela de ingenieros agrónomos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), fueron objeto de un emotivo reconocimiento por parte de sus máximas autoridades-Rectora, Vice-rectores, Decanos- con motivo del cincuentenario de su investidura realizada en 1969.
El acto solemne escenificado en el Salón de sesiones del Consejo Universitario, incluyó además a representantes de varios colegas ya fallecidos que recibieron en su nombre igual distinción. Luego de una anunciada demora el evento se inició con una atinada valoración de esta conmemoración a cargo de la Doctora Ramona Isa Medina decana de la Facultad de Agronomía y Veterinaria.
A continuación el autor de este trabajo-componente de la referida promoción- tomó la palabra con la finalidad de cumplir con los siguientes dos objetivos contemplados en el programa que eran honrar la memoria de cada uno de los profesores que tuvimos mencionando sus respectivos nombres, y a seguidas la ponderación bajo forma de escuetas semblanzas o perfiles de los condiscípulos que serían homenajeados.
Argumentando escasa disponibilidad de tiempo por urgentes compromisos de la rectora, quién asumió la maestría de ceremonia me comunicó que desafortunadamente debía saltarme la exaltación nominal de los enseñantes responsables de nuestra formación académica, debiendo de inmediato proceder a la lectura-previa a la entrega del reconocimiento- de los perfiles que habíamos elaborado sobre mis antiguos compañeros de pupitre.
Debo significar que en los mismos traté de privilegiar sus datos biográficos más que los curriculares, y que su lectura completa no sobrepasara los 30 segundos por colega. Ahora bien, lo más importante de todo era resaltar en ellos los aspectos que a mi juicio mejor los identificaban y con más evidencia percibíamos quienes fuimos sus compañeros de clases por 6 años y colegas por más de medio siglo.
Apenas leo los cuatro o cinco primeros perfiles se me requiere abreviar en más de la mitad la lectura de los mismos, y además que los inicie mientras el galardonado se levanta de su asiento y durante la entrega del pergamino por parte de la rectora. El público se distraía con la ejecución de estos movimientos, con las fotografías y las cámaras de TV prestando escasa atención a lo que les comunicaba.
Debido a este apresuramiento algunos fragmentos del texto y ciertos trozos del mismo no pudimos leerlos para no prolongar el tiempo del acto, considerando falsamente algunos colegas reconocidos que intencionalmente habíamos silenciado determinadas funciones, títulos y designaciones de naturaleza curricular que a su entender dignificaban , realzaban su historial como profesional agropecuario.
Para su información debo expresarles, que no fue por decisión propia sino de los organizadores del acto la misión de redactar un perfil-eran más bien pinceladas como rezaba el programa – de mis condiscípulos. Pensaron quizás que haber escrito la obra “Sólo mueren los que se olvidan” donde están incluidos todos ellos, me autorizaba para el buen cumplimiento del susodicho encargo.
Quise hacer algo breve de cada uno; encerrar en pocas palabras lo que estimaba más fiel a su personalidad, conducta, desempeño profesional, desde luego bajo mi punto de vista. Intenté incluso escoger una sola palabra o frase para definirlos como por ejemplo: Audacia, Híbrido, El sacrificio como destino, Paciencia y condescendencia, etc. En vista de mi insuficiente capacidad de síntesis abandoné este sumario proyecto.
A quienes no se sintieron conformes con lo expresado u omitido esa luminosa mañana otoñal, les pido mis más sinceras disculpas aunque debo recordarles dos cosas: que la prisa imposibilitó leer el texto íntegro de los perfiles y segunda, que no deben olvidar nunca lo dicho por Unamuno al advertir éste que toda persona es lo que cree que es, pero también lo que quisiera ser pero no es; lo que los otros creen que es, y finalmente lo que uno realmente es pero esto sólo Dios lo sabe. Todos somos un enigma.
Fueron reconocidos y estuvieron presentes Nicolás Concepción, Manuel Isidor, Abraham Abud, Adolman Fermín, Francisco Soñé, Vinicio Castillo, Marcos Cabrera, Hugo Martinez, Vinicio Reyes, Eugenio Sánchez, Luis Santos, Juan González, Lidio Martinez y quien escribe; o sea un 65% del total. También recibieron sus pergaminos representantes de los compañeros fallecidos: Freddy Saladín, Ariosto Sosa, Gabriel Domínguez, Gilberto Abreu, Julio Manzueta, Rafael Martinez y Alberto Meyreles, es decir un 78% de los colegas ya desaparecidos.
Luego de finalizado el acto protocolar nos dirigimos hacia la Facultad de Ciencias Agronómicas y Veterinarias en Engombe donde en el Salón de actos “Rafael Martinez Richiez” departimos de una manera más relajada, familiar, compartiendo espacio con exdiscípulos y el personal de servicio de la unidad académica, teniendo como remate gastronómico la degustación de un formidable buffet preparado por la empresa del exalumno Frank Curet Belén.
Una música suave de entretenimiento nos acompañó todo el tiempo, debiendo citar dos regocijantes momentos que allí sucedieron: el primero fue una abundante, diversa y bien montada exposición de fotografías tomadas cuando éramos aun estudiantes y hacíamos viajes de prácticas por todo el país- y hasta Puerto Rico- que fue todo un espectáculo. El segundo fue el arribo de alguien inesperado: la del ex condiscípulo sancristobalense Dionny Montás; cuánto gozo al verle de nuevo.
Todos quienes saben leer entre líneas o sea que comprenden el sentido implícito de un escrito, después de la lectura de este trabajo deben percibir que durante el desarrollo del acto en la Sede Central tuvieron lugar rozaduras, entuertos y desencuentros que debemos atribuirlos fundamentalmente al acortamiento del tiempo disponible. Por esto escogí el título de este artículo al suscitarse sumas y restas que transitoriamente provocaron efímeras divisiones.