El suicidio es el acto por el que una persona de forma deliberada se provoca la muerte. Es uno de los males que más conmueve a los seres humanos de la Civilización Occidental, ya que es considerado bochornoso, que avergüenza a los familiares, muestra deficiencia en la fe, evidencia inestabilidad emocional, ausencia de espiritualidad, y es un problema social que lastima a la comunidad en general.
Los avances de los estudios del comportamiento de los seres humanos, las ciencias sociales, y en particular, la siquiatría/sicología, comenzaron a afirmar que el suicidio era debido a trastornos mentales, tales como síntomas mixtos de: locura transitoria, alteración emocional, extrema ansiedad, depresión, impulsos causados por vergüenza, venganza, desengaño, pérdida de la fe, desgaste de la esperanza, estado de sentirse rechazado, o de no ser amado o saber amar. Pero también es de notar que un número considerable de los que se privan de su propia vida, son descendientes de parientes de tendencia suicida.
Para los religiosos de la fe cristiana, la persona que cometía suicidio perdía toda posibilidad de ser parte de la comunión de fieles, y se le negaba el ritual del entierro eclesiástico; y de no morir, la persona se excomulgaba, por el hecho mismo. El muerto por suicidio, era enterrado en un lugar aparte en el cementerio, y de forma diferente a la tradicional. Entre muchos cristianos, aún perdura la consideración de las causas que inciden al suicidio, como diabólicas, inmorales y atentatorias a la voluntad de Dios; más sin embargo, se está poniendo atención a las causas que infligen en el suicidio, y es notable algunos cambios en la mentalidad de los observadores y estudiosos de esta irritante cuestión.
En los últimos días del pasado mes de diciembre, hubo noticias desagradables de líderes religiosos que cometieron suicidios. Esto ha puesto a muchos a analizar los hechos acontecidos, para tratar de descifrar las motivaciones que conducen a esos actos por personas en quien se esperaba que prime solidez de fe y plenitud de esperanza en Dios.
La auto-inmolación es un hecho que presenta un dilema teológico-moral, e interrogantes de los sociólogos, terapeutas, psiquiatras y demás profesionales de la conducta humana.; más ahora se descubren las causas de los suicidios, pues son múltiples. Cada caso tiene su propia explicación.
Uno de los suicidios más conocidos y reiteradamente mencionado, es el de Judas Iscariote, el discípulo de Jesús de Nazaret quien mortificado de remordimiento por traicionar a su maestro, se ahorcó por motivo del oprobioso hecho. (Mateo 27: 3-5).
Los aborígenes de la isla de Santo Domingo, durante el sometimiento de los conquistadores, cometieron suicidios masivos por ahorcamiento y bebida de jugo de yuca amarga.
Durante los últimos tiempos se viene difundiendo numerosa información y noticias de intentos o hechos de suicidios en muchos pueblos del mundo, y particularmente en la República Dominicana.
Es preocupante lo que está sucediendo a todos los niveles de la sociedad, y se debe estudiar el porqué de esta ola de funestos hechos. Estas investigaciones deben ser llevadas a cabo por dirigentes religiosos, miembros de los medios de comunicación, y primordialmente por profesionales de las ciencias sociales y médicas. Se debe buscar formas para alertar, prevenir y ofrecer asistencia en casos de sospecha o intentos de auto destrucción.
El Periódico “Listín Diario”, (2017/07/26) trajo la información que se registraron 3,620 suicidios en el país durante los últimos seis años de 2011 al 2017. En la región Latinoamericano-Caribeño las tasas de suicidio son en promedio 7.3 por cada 100,000 habitantes.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el promedio en los cinco países nórdicos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia) se producen 19.8 suicidios por cada 100,000 habitantes. Esto es una gran paradoja, porque se establece que son los países más felices (Aleteia, 2014-02-01). Es chocante esta información, porque no se espera que hayan suicidios en sociedades de gentes felices; pues son países desarrollados y de mejor estabilidad política, nivel económico, y satisfacciones de utilidades y beneficios colaterales de escolaridad, salud, disfrute cultural, y buena jubilación. La riqueza, el bienestar social, y la aparente profesión de fe religiosa, no son necesariamente muros de contención contra el incontrolable impulso que desquicia a la persona que cometa suicidio.
Es recomendable el fortalecimiento de los pasos dados por el Ministerio de Salud que está habilitando programas de atención mental. Al mismo tiempo, las iglesias deben fomentar y establecer ministerios pastorales con especialistas en centros de asistencia psico-sociales, con líneas telefónicas y otros medios de inter-comunicación, a fin de ofrecer asistencia para orientar, prevenir y desactivar intenciones de suicidios.