A finales del 2007, el entonces Presidente de la Suprema Corte de Justicia, el doctor Jorge Subero Isa, tenía un discurso un poco diferente al que hoy enarbola. Al menos según una entrevista que para esa fecha se publicó en la revista Gaceta Judicial y en la que el reputado jurista hacía una evaluación, quizás un tanto precipitada y demasiado optimista, si no es que muy condescendiente, de su labor “gerencial” al frente del más alto tribunal de la república.
“Una de las grandes satisfacciones, en el plano personal e institucional, es haber reivindicado el derecho de la sociedad dominicana a un Poder Judicial independiente. Creo que la República Dominicana en la actualidad tiene un Poder Judicial no solamente estable, sino con una independencia externa absoluta. Esa es una satisfacción que para cualquier gerente, como es mi caso, es muy grande”, afirmaba por aquella época el doctor Subero Isa, que todavía se desempeñaba como Presidente de la Suprema Corte de Justicia.
También explicaba en esa entrevista, entre otros varios fenómenos, las razones de los éxitos obtenidos en “la primera ola” del proceso de independizar el Poder Judicial del poder político:
“Nunca tuve, ni tengo aún, el miedo de que perder la posición iba a poner en juego la estabilidad económica de la familia. He logrado sobrevivir a todo esto, porque no asumí ningún compromiso, ni tengo todavía, después de diez años, ningún compromiso con sector político o económico alguno; absolutamente con nadie. Creo que el éxito de todos los servidores públicos está en llegar a las posiciones sin mayores condicionamientos, sin ataduras de ningún tipo, pero sobre todas las cosas con la decisión y disposición de cumplir con el juramento hecho al momento de tomar posesión”.
No se puede descartar que con su nueva lucidez esté dispuesto a revisar algunas de sus un tanto cavernarias, intolerantes, autoritarias, discriminatorias, obsoletas y agresoras nociones sobre los problemas sociales, como la expresada aquella vez en que dijo que el deterioro social dominicano se ponía en evidencia en los tatuajes que usaban algunos jóvenes
Sin embargo, hace unos días, el doctor Subero Isa, sustituido por el Consejo Nacional de la Magistratura, en diciembre 2011 como Presidente de la Suprema, hizo unas afirmaciones que se contraponen con las luminosas perspectivas citadas anteriormente.
En esta ocasión, y ya no sentado en el coche que llevan los caballos, sino arrastrado entre sus patas, el ex-presidente de la Suprema, tiene suficiente estómago para hacer referencias a la sentencia sobre el caso de la Sun Land, emitida por la más alta instancia judicial de la República Dominicana cuando él la presidía, diciendo que la misma tuvo un carácter político y que constituye un crespón negro en su desenvolvimiento.
No faltará quien dude de que tan extemporánea clarividencia merezca alguna felicitación y habrá hasta quien diga, no sin que le sobre razón, que lo único que debía merecer es una anulación de la sentencia y una reapertura del caso, incluyendo a Subero entre los acusados, habida cuenta de su pública y voluntaria confesión auto incriminatoria.
Pero ningún arrepentimiento es demasiado tardío si es lo suficientemente sincero y más si puede ser útil.
Se pueden explorar otros beneficios, eventualmente derivados de las postreras aclaraciones que esté en disposición de hacer el doctor Subero Isa, si no para corregir la historia, al menos para esclarecerla.
Sus palabras pueden tomarse desde ya, como una presentación de excusas a los jueces que Leonel Fernández, con la ayuda del propio Subero, hizo sacar de la Suprema, en represalia porque esos jueces se resistieron a votar a favor del entonces presidente de la República, en la amañada sentencia del caso de la Sun Land.
Sería aconsejable investigar con el propio Subero Isa, si la sentencia de la Sun Land fue la única emitida por el tribunal que él presidía, que no se ajustó a las leyes, sino que respondió a presiones políticas y que se subordinó a las órdenes del Poder Ejecutivo o de otros poderes y personalidades.
En especial podrían recomendarse algunos exámenes extras sobre las amables sentencias dictadas en los casos de los banqueros del caso Baninter y la gentil excarcelación de la piadosa doña Vivian Lubrano.
Ahora que la visión del doctor Subero Isa se ha hecho más aguda, es probable que consiga discernir si, en algún momento, diversas sentencias emitidas por la Suprema se ajustaron a las solicitudes de diversos notables y de numerosos intereses, echando las leyes, la Constitución, el Derecho y la Justicia, a un lado.
No se puede descartar que con su nueva lucidez esté dispuesto a revisar algunas de sus un tanto cavernarias, intolerantes, autoritarias, discriminatorias, obsoletas y agresoras nociones sobre los problemas sociales, como la expresada aquella vez en que dijo que el deterioro social dominicano se ponía en evidencia en los tatuajes que usaban algunos jóvenes, en vez de percibirlo entre las togas y birretes de muchos jueces, especialmente, de los que como autoridades han abusado de su poder y de la confianza del país, abrogándose la potestad de desechar o aplicar leyes según presiones del Poder Ejecutivo, de la Iglesia Católica o, entre otros, de los sectores económicos que se benefician del maltrato y del estatus infrahumano que se le confiere a la población domínico-haitiana.
Las palabras del prestigioso experto en derecho, confirman lo que muchos sabíamos, pero que algunos creían que al menos él ignoraba.
Tal vez el reconocimiento de una situación tan escandalosamente irregular, sea el preámbulo para que los doctores en derecho, los expertos constitucionalistas, los peritos en leyes y expertos de la justicia, comiencen a alarmarse por situaciones extremas, que no pueden tolerarse, ni repetirse y que tampoco debían sepultarse sin sanciones de ningún tipo.
Tal vez, en algún momento, los conocedores y expertos sean capaces de advertir los destrozos cuando ellos estén en el medio de los mismos y no solo cuando los miren desde la distancia.
Más que un crespón negro, la sentencia de la Sun Land debía ser un cántara oxidada que se arrastre haciendo ruido en la cola de los jueces que la dictaron y en la cola de quienes la gestionaron y se beneficiaron con ella.