Parece que con el asunto de poner muchas cosas en su justo lugar, y debido a que el conocimiento más en profundidad sobre ciertos tópicos que han sido de manera tradicional estigmatizados por las sociedades, se han ido modificando la comprensión y valoración de los mismos, y por ende, se está producido una tendencia a suavizar ciertas palabras que siempre nos han parecido muy fuertes para ser pronunciadas en conversaciones formales o con personas extrañas, o que con el tiempo se han devenido de peyorativas, a insultantes o vejatorias.

Por ejemplo, los homosexuales , con todo el respeto que merecen, siempre han sido denominados a nivel popular como maricas, o más despectivamente, maricones, o también y de manera más retórica pero asimismo hiriente, como“pájaros”, en nuestro país. Ahora son Gays, que es una palabra más corta, suena mucho mejor, menos fuerte y, además, es gringa, y ya sabemos lo  mucho que nos gusta pronunciarlas y entremezclarlas con las castellanas como, closet, zipper, bumper, y tantas otras.

Antes, y hasta hace muy poco, se llamaba demencia senil  cuando uno iba perdiendo la noción de las cosas y hasta llegar a la total enajenación de la realidad, ahora para evitar en lo posible y  con justa razón la connotación de demencia, tan próxima a la de locura, se le llama Alzheimer en honor a un psiquiatra y neurólogo alemán que describió su patología en 1906, e incluso ya se bromea entre amigos cuando al  olvidarse con frecuencia de los objetos, las citas, o las fechas, le dicen a uno “ya viene por ahí el alemán”.

Igual sucede con el mal de Huntington, al antiguo y tal vez menos conocido mal de San Vito, o el baile de San Vito, llamado así debido a que las manifestaciones principales son el movimiento exagerado de los miembros y la aparición espontánea de muecas, por lo que quienes lo padecen parecen estar danzando de manera compulsiva. Otro médico, el inglés James Parkinson, fue el primero que describió la enfermedad  neurodegenerativa crónica, y que actualmente sirve para identificarla como Parkinson, o mal de Parkinson, en lugar de tembladera.

Antes, a las personas que sufrían algún tipo de retraso mental, se les llamaba injusta y ásperamente retrasados, anormales o mongólicos, hoy, por suerte, ya se les dice personas con el síndrome de Down, muchas de las cuales, con el tratamiento y la enseñanza adecuada, llegan a un notable grado de normalidad y llevando vidas felices y hasta productivas.

Ahora los ciegos son denominados invidentes, a los sordomudos se les llama, más apropiadamente, sordos puesto que las personas que nacen sordas no pueden o tienen dificultades para hablar, a los paralíticos que antes se les llamaba tullidos o inválidos. Ahora todos ellos son discapacitados o minusválidos, puesto que con el avance de la ciencia y la tecnología, pueden llegar a ser personas perfectamente capacitadas para ejercer trabajos tanto físicos como intelectuales.

Otra palabra que está en trance de cambiar haciéndose mucho más ligera es la de ateo, sinónimo en muchos casos de hereje, materialista, negador de todo y hasta mala persona, ligada también a las acepciones políticas de comunista y anarquista. Francisco Franco, el dictador, atribuía muchos males de España al “ateísmo disociador” porque según su opinión y a la de la iglesia que en todo lo respaldaba, el ateísmo separaba a las familias, las creencias y desequilibraba a toda la nación. Ahora, a los ateos se les está llamando “increyentes”,  menos cruda y comprometida. No es lo mismo decir que Fulano es un ateo, escandalizando a la audiencia, que Fulano es increyente, lo cual o crea dudas sobre si cree poco o no cree nada, o simplemente no acaba bien de entenderse su verdadero significado.

Como vemos, el mundo está cambiando, y todos nosotros debemos hacerlo también, al menos con tantos aspectos que son parte de nuestra propia humanidad y que a cualesquiera de nosotros nos puede pasar en cualquier momento. Más respeto y consideración hacia el prójimo, que también somos nosotros mismos.