(A LOS 100 AŇOS DE AQUEL SUPREMO, LLAMADO AUGUSTO ROA BASTOS [1917-2017]. Y a todos los que aún no han leído su novela YO, EL SUPREMO y que quizás tengan su pequeño SUPREMO por dentro).
Panfleto que da inicio a la novela, encontrado clavado en la puerta de la Catedral :
YO EL SUPREMO DICTADOR DE LA REPUBLICA.
ORDENO QUE AL ACAECER MI MUERTE, MI CADÁVER SEA DECAPITADO; LA CABEZA PUESTA EN UNA PICA POR TRES DÍAS EN LA PLAZA DE LA REPÚBLICA DONDE SE CONVOCARÁ AL PUEBLO AL SON DE LAS CAMPANAS ECHADAS AL VUELO.
TODOS MIS SERVIDORES CIVILES Y MILITARES SUFRIRÁN PENA DE HORCA. SUS CADÁVERES SERÁN ENTERRADOS EN POTREROS DE EXTRAMUROS SIN CRUZ NI MARCA QUE MEMORE SUS NOMBRES. AL TÉRMINO DE DICHO PLAZO, MANDO QUE MIS RESTOS SEAN QUEMADOS Y LAS CENIZAS ARROJADAS AL RIO…
¿Y Ud. se atreve a caminar conmigo? ¿no sabe que ya tengo más enemigos que servidores, los cuales, además, ya de nada sirven, todos aterrorizados, atemorizados, nerviosos, angustiados, cohibidos, impuntuales, perturbados y neurasténicos incapaces de hacer bien su trabajo? Ahh Su Excelencia, con Usted camino el pueblo pendejo este y el país completo. Aquel que piense en pegarle un día tres tiros, que sueñe, mejor dicho, porque de pensar no piensa nada, simplemente no entiende, no hay comprensión ahí. No sabe que tres días después del mas grande entierro que se haya visto en estas islas del Caribe, Usted saldrá del cementerio y yo estaré ahí esperándolo, con su traje nuevo de casimir inglés bien planchadito y su perfume de pachulí haitiano destilado por franceses, y marchará a la capital en su goleta, que mas bien es una nave donde cabe la República entera y volverá Usted caminando a su Palacio del Gobierno, que en su sapiencia sin límite mandó construir sobre ese antes pequeño cerro de la Capital, cambiándolo por la mas elevada cima de nuestra historia, para honra eterna de nuestro pueblo y de toda su descendencia. Dios sabe muy bien donde deposita a cada uno de sus hijos, y por eso a los tres días todos resucitan. Fíjese Ilustrísima Excelencia que todo el pueblo entero, el Caribe y más allá, todos exclaman que Doña Julia es tan santa como la Virgen de la Altagracia. Y el pueblo sabe, Excelencia Ilustradísima y Nuevo Padre de nuestra Patria, el pueblo siempre es el que sabe.
Y tú, ¿dónde aprendiste a hablar así?
Solo de verle a Usted pasar en su montura y notar que donde pisaba su caballo, con su paso fino sin sospecha, siempre crecía la hierba y los arbustos se llenaban de flores. La mente se me encendió, Su Excelencia, como una fiebre de malaria terciana la tercera vez que le vi pasar, sintiendo aún el aroma de las flores del campo de su anterior visita, y comencé a expresarme de esta manera. Es como los tres días para su resurrección. Son cosas del destino. Dios, elevado sea Nuestro Señor, Padre de todos nosotros y muy especialmente de Su Excelencia Gloriosísima, a veces hace milagros en seres indignos como yo, para manifestar su gloria al pueblo llano.
¿Quiere ser mi embajador en España? Allá manda un españolito chiquito él y de voz en flauta que es mas mala fe que yo cuando me encabrono. Pero con su verbo, se bien que Usted se lo ganará para nuestro lado, con todo y los curas que le rodean. Quiero darme un viajecito por allá y Ud. lo irá preparando. Eso sí, no le vaya con el cuento de la resurrección, que seguido lo manda a fusilar y lo tiran en algo que llaman El Valle de los Caídos, y al que tiran ahí si que no vuelve ni siquiera el día de la Resurrección Final.
No quisiera Su Excelencia, por favor le suplico, que pase por su genialísima cabeza, que tan ocupada está con las vidas y el progreso de todos nosotros los dominicanos, que no me siento infinita y exuberantemente honrado por su oferta. Pero no verle pasar caracoleando a su caballo, desde tan lejos, puede afectarme la precaria salud que Dios nuestro Señor me ha dispensado. Mi lengua es libre aquí; cuando Usted no viene, el olor de las flores por donde pisó su caballo hace que su presencia se sienta mas que las aguas de mayo. Pues no se hable mas, prepárese que se va para España. Instruiré a Paulino que semanalmente lleguen flores del campo a la embajada, para que se sienta casi casi como en su rancho de tabaco. La verdad es que como huele un rancho de tabaco, nada, en este mundo enfermo y malagradecido. Si nos llega un francés, seguro se roba el aroma y nos lo reenvían empaquetado en frasquito y con un nombre como Marqués Dandy.
Así mismísimo es Su Excelencia, así mismitísimo es.
Y se inició mi periplo de embajadas, consulados, representaciones jurídicas y gubernamentales, presencia en reuniones por la paz del Mundo Libre, la alimentación de los pueblos y la ciencia y la cultura, gracias siempre a nuestra Prestigiosísima Excelencia y que el dominar esa lengua de ángeles, fruto del impacto de Su Excelencia en mí, nuestra patria siempre quedó bien representada. Eso sí, una eterna fragancia de Marqués Dandy, siempre precedía mi presencia. Era mi aroma favorito. Se le coló un francés a Su Excelencia, que se iba ya a hacer. Solo tenía que recordar que al volver a Santo Domingo debía eliminar ese olor de mis zapatos, mi atuendo, mis corbatas, mi bigote y de mi voz. Su Excelencia tenía una memoria como el Funes ese y todo un instinto para lo indistinto. Pero nunca volví.
Mataron a Su Excelencia unos amigos suyos que perdieron el juicio, el agradecimiento y por supuesto la vida. Después de días y días de ver un pueblo pasar llorando a río botado trajeron a tan Insigne Hijo de la Patria a reposar a Madrid, a un cementerio baturro y lleno de relicarios y cruces rosadas y verde pálido, con ángeles de alas como mariposas tropicales y fue aquello un crimen de Lesa Patria. Por eso no pudo resucitar. ¿Qué hubiese pasado si Cristo resucita en el Partenón o en el Gran Coliseo Romano? Hubiese sido un desorden himaláyico, que ni el mentado Babel aquel, que ni hoy, dos mil años después estaría resuelto, a pesar de todos aquellos que se la pasan escribiendo porque ni saben ni pueden hacer mas nada y después discutiendo entre sí. Dicen que sus ideas mueven el mundo. Ay si hubiesen conocido al Perínclito, cuantas letras deformes, insulsas, mal pensadas y peor escritas, inclinadas hacia la derecha por ser escritas de noche, ya casi durmientes, se hubiese ahorrado la humanidad. Pero Dios propone y el humano dispone y por eso estamos como estamos con comunistas que son neoliberales y capitalistas que son nacionalistas patrióticos. Ya el Mundo Libre se perdió en su propia vorágine.
No en balde nuestro Dios ya no envía a ninguno de sus hijos a morir por el mundo. Después se lo entierran donde no es y su plan del cielo aquí se transforma en los siete sótanos del Dante. Bien ganado nos lo tenemos.
Hoy, en el ocaso de mi vida, lleno de saudade y el petricor de mis campos, mi lengua es mas civil, no se ya hablar a los dioses y supongo que moriré boketto, alejado de mis flores y el día de la Resurrección de la Carne la mía ni siquiera va a aparecer, aunque Su Excelencia me busque y me busque y me busque. No, yo no voy a estar. Creo que con una vida ha sido suficiente. Observaré ese espectáculo convertido en aroma de lluvia, por eso me haré incinerar, volando entre los gritos y la vocinglería de los que se buscan y también de los que se encuentran, de tantos que siempre pensaron y creyeron que se olvidarían sus infamias, maledicencias y traiciones.
Si tengo suerte la brisa me llevará al mar y mis moléculas aromáticas quedarán en la vela de una barca marinera cualquiera de pescador de orilla. Creo que estaré mejor así. Eso es mejor a que un tirano resucitado me transforme en pez en este archipiélago nuestro cargado de corales muertos y de esqueletos de ostiones, con tres raquíticos pelícanos y unas gaviotas que se cuentan con los dedos de una mano y de un pie. Estaré bien.