Casi todo está dicho sobre el fundador de Apple. Su capacidad para innovar, la entrega con la que forjó productos que son parte importante de la vida de muchos seres humanos, su don para comunicar al mundo cada novedad que sacaba al mercado, todas y cada una de esas cualidades han sido debidamente honradas por buena parte de la humanidad desde jefes de Estado, sus competidores más acérrimos, hasta las personas comunes cuya vida fue facilitada por el uso del iPod, el iPhone, la PC o el iPad.
Pero pocos han advertido el principal aporte de Jobs a la humanidad: la destreza para superar las crisis a partir de nuevas ideas. Este singular ser humano supo despojarse de dogmas, rehacer fronteras y reinventarse a partir de cenizas.
Cuando las computadoras parecían destinadas a quedarse en las oficinas manejadas por expertos, Jobs las llevó a los hogares con la sencillez suficiente para que cada miembro de la familia pudiera utilizarlas. El genio norteamericano cambió el paradigma del negocio de la música, convirtiendo a los discos en pieza de museo a través de la portentosa plataforma de iTunes. El iPhone, su proyecto más disruptivo, reinvento las formas de comunicación entre cientos de millones de seres humanos. La estela de logros alcanzados por Steve Jobs traen insertos la clave para enfrentar la crisis global: la empinada y resbaladiza cuesta de la innovación es el único camino para vencer las dificultades de hoy.
Tenemos una sociedad profundamente desigual, con una masa laboral y empresarial dependiente del Estado. El promedio de la población mundial que trabaja en el sector público es de 4.7%, en Dominicana la cifra asciende a casi 7%
Los políticos tenemos mucho que aprender del creador del iPad. A fuerza de repetir y repetirnos en el pensamiento y modos decimonónicos estamos atrapados en la primera mitad del siglo XX, cuando los problemas del siglo XXI ya casi inauguran su tercera década.
La República Dominicana de hoy tiene grandes desafíos por delante que debemos afrontar con voluntad, imaginación e inmensas dosis de creatividad. No se trata ya de pensar “fuera de la caja” o buscar la fórmula del agua tibia, se trata de comprender que la caja ya no está y que en estos tiempos para entibiar el agua basta con entrar la taza al microondas.
Todo comienza por asimilar que el país ha tenido grandes avances en las últimas tres décadas. Somos la octava economía de la región tomando en cuenta el PIB y la renta per cápita, con un Índice de Desarrollo Humano elevado, según el último informe mundial del PNUD. La mortalidad infantil, la desnutrición, la deserción escolar, la escasez de alimentos y hasta los apagones son problemas, si no superados, al menos controlados.
Sin embargo, desigualdad y seguridad son los retos clave de los dominicanos del presente. Los políticos debemos dedicar nuestras mejores ideas para afrontarlos con éxito. Para ello es necesario estudiar a fondo la sociedad y, a partir de ahí, construir un nuevo proyecto de nación inspirado en la innovación, con propuestas atrevidas, audaces, sin temor a experimentar, dispuestos siempre a buscar la salida más intrépida a cualquier dificultad.
Tenemos una sociedad profundamente desigual, con una masa laboral y empresarial dependiente del Estado. El promedio de la población mundial que trabaja en el sector público es de 4.7%, en Dominicana la cifra asciende a casi 7%. Somos el país con más alto gasto tributario de la región, dedicamos el 6,6% del PIB a exenciones fiscales. Creo con firmeza que reduciremos al mínimo la inequidad si somos capaces de crear un nuevo modelo económico basado en la producción, la innovación y el conocimiento, que confiera mayor autonomía a la iniciativa privada y estimule en las nuevas generaciones el deseo ser creadores de riqueza, en vez de receptores de un salario.
La seguridad ciudadana es otro reto. Si todos los esfuerzos que hemos hecho durante este siglo para detener el crimen han resultado insuficientes ¿no será hora de enfocar el problema de otra manera? Estoy convencido que si atravesamos las implicaciones sociales de la delincuencia y decidimos abordarlo como un desafío económico, soportados en inteligencia artificial y tecnología blockchain, podemos convertir a la República Dominicana en el país más seguro del hemisferio.
Si queremos prevalecer y liderar el camino de la gente hacia el buen vivir, los políticos de este siglo, debemos fijarnos más en las trayectorias, ideas y modos de liderazgo de Steve Jobs, Bill Gates, Larry Page, Serguei Brin y Mark Zuckerberg que en los de Balaguer, Bosch o Peña.
Innovamos o perecemos. Así de sencillo.