“La historia se lee desde la última página”. Ricardo Lagos

Esta cita de Ricardo Lagos así como una de Jürgen Habermas que ya antes he mencionado en esta misma columna y que define la sociedad civil como “asociaciones, organizaciones y movimientos surgidos de forma más o menos espontánea que recogen la resonancia de los ámbitos de la vida privada, la condensan y elevándole, por así decir, el volumen o voz, la transmiten al espacio de la opinión pública política” me han orientado en la búsqueda de respuestas a este tema que considero de vital importancia. Ambas opiniones pueden servir de ayuda en el análisis del papel y de la responsabilidad que han tenido las “asociaciones, organizaciones y movimientos surgidos…” en los procesos de construcción democrática o de su destrucción.  Soy consciente de que este es un asunto que requiere una reflexión mayor, pero me aventuraré a compartir con ustedes algunas miradas partiendo del análisis de anteriores “concertaciones” que obviamente terminaron en un fracaso, pues de lo contrario no estarían donde están.

¿Alguien se acuerda de la IPAC?

La Iniciativa Participativa Anti Corrupción, una joya de concertación social, intersectorial y multifactorial. Con una cantidad de logos capaz de impresionar a los incautos y una lista de adherentes que no se actualiza: (“La Observación o Monitoreo será realizada por Participación Ciudadana, capitulo dominicano de Transparencia Internacional; Federación de Asociaciones Industriales (FAI); Mujeres en Desarrollo (MUDE); Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE); Asociación de Empresas Industriales de Herrera (AEIH); Foro Ciudadano; Fundación Justicia y Transparencia; Alianza Dominicana Contra la Corrupción; Acción Ciudadana por la Justicia y la Transparencia; Instituto Nacional de Salud (Insalud) y el Comité por la Defensa de los Derechos Barriales (COPADEBA).” Hoy, 22 de febrero 2011) Nada, excepto el fiasco, explica que tantos años después todavía existan misterios en Punta Catalina.

Lo del Informe Attalí requiere darle más vueltas.  En primer lugar parece que alguien cree que las cuestiones que afectan a la democracia dominicana son desconocidas y por eso no se superan. Y en segundo lugar se confunde su objetivo pues el costoso informe nunca se ordenó para seguir sus consejos: en realidad está demostrado que a quienes lo encargaron no les interesaba conocer lo que había que hacer para mejorar la democracia y sus instituciones. Lo que querían era precisamente lo contrario: contar con un documento, que por lo obvio de sus conclusiones les facilitara el saber como actuar para destruir instituciones. La reforma constitucional del 2015 cuya solicitud de investigación descansa en la Procuraduría  General de la República, es el “pico” de esa conducta.

A propósito de que acaban de liberarse una serie de informes de inteligencia sobre los financistas de estas “asociaciones, organizaciones y movimientos…” muy activas antes del golpe de Estado de 1973 en Chile, es interesante analizar lo determinantes que fueron las organizaciones empresariales, los transportistas, los empresarios agrícolas, los comerciantes, algunos colegios profesionales y no precisamente para defender la institucionalidad. Con los años por supuesto que los “políticos” han tenido que pasar por autocríticas tan profundas y dolorosas que un buen número de ellos quedó instalado en las antípodas.  La llamada sociedad civil, sin embargo, “pasa piola” y lo peor es que nadie espera un reconocimiento de su parte del papel que jugaron en ese momento.

En República Dominicana supongo que no se habrá olvidado septiembre de 1963 cuando en alianza, parte de la jerarquía de la Iglesia Católica, los cívicos y la sociedad civil sustentaron el golpe. Igual que ahora, nadie, absolutamente nadie, debe olvidar aquello de que lo que se dice es casi siempre distinto de lo que se hace. Por eso existen las ciencias sociales. En ese tiempo descubrieron tarde que una cosa es ser anti trujillista y otra muy distinta ser demócrata. Otra vez los políticos pagaron los platos rotos: “Es que Bosch no quería gobernar…”

En ambos ejemplos debe estar muy claro que no fue “la sociedad” la que permitió tamaños atentados a la democracia, fueron sus auto designados voceros, los grupos de presión y las organizaciones de siempre que tienen los juegos pesados y que siempre se las arreglan para no tener responsabilidades políticas.

Tratando entonces de encontrar el corazón del problema, revisé las páginas “web” de los firmantes de la “Iniciativa por la Institucionalidad Democrática” pomposamente auto designados como “la sociedad”. Lo que se observa es que se trata del empresariado y que definitivamente si algo representan, es una buena porción del PIB. Se suman unas organizaciones de abogados que permiten les llamen organizaciones sociales. No está demás apuntar que los abogados en su mayoría son abogados de los empresarios. Señalemos además que no todos los abogados están lejos, como se cree, del maléfico Estado y la política. 

El Leviatán paga de muchas maneras y reduce la autonomía de los “vendedores de ideas de segunda mano”. Las asesorías que financian una parte de los grupos de presión las paga el Estado. Y solo con fines metodológicos anoto que el Banco Central es del Estado, la DGII también… Y así suma y sigue…

Entonces es necesario transparentar lo que hacen porque les aseguro -y lo pueden anotar- que la primera consecuencia política previsible de esta confusión magistral, será que algún único preferirá su vocación empresarial a la vocación política (igual que con la cementera). 

Insisto en la necesidad de una mayor reflexión y con algo más de profundidad, pues ver a los voceros de “la sociedad” anunciando que presentarán “perfiles” para los futuros miembros de la JCE y del TSE, es casi sedicioso. Pero… ¿y no se supone que están promoviendo la institucionalidad?. Me dicen que los “perfiles” serán de cuento de hadas pues están siendo asesorados por organismos internacionales. Ante tal destape no está demás llamar a cuidarnos porque en América Latina es suficiente con un Almagro.

Luego de sus apoyos y omisiones a los actos que justifican las actuales preocupaciones sobre la democracia dominicana, las motivaciones que se esgrimen son otro tema interesante de despejar ¿será que perdieron las elecciones?

Al margen del análisis del interés de monseñor por el diálogo y los pactos, tengo la impresión de que el empresariado leyó tarde, -o no ha leído- lo ocurrido en Nicaragua, donde la relación entre gobierno y empresarios fue descrita así por Sergio Ramírez: “La regla de oro de esta relación era que los asuntos políticos quedaban excluidos de las mesas de concertación donde se tratan los temas económicos…” (¿Se acuerdan de la Reforma al Código laboral?)

Y, por si todavía quedara tiempo para enterarse, Sergio Ramírez nos sigue contando de las consecuencias para Nicaragua de este tipo de relacionamiento: “Hoy esta alianza empieza a mostrar sus fracturas cuando las cámaras empresariales protestan por las medidas arbitrarias que quitan la representación parlamentaria a la oposición, y eliminan de la contienda electoral a los partidos.”

El miedo nunca es buen consejero y el principal problema de la democracia dominicana no es el elevado número de tránsfugas de la sociedad civil, ni el temor de que aumenten. Entre los problemas mayores de la democracia tampoco está el hecho de que el empresariado esté organizado y esté desplegado. El problema está en que sea el único sector social organizado y hegemonice sin ningún contrapeso estas quejas. Tampoco se puede pasar por alto, en esta cruzada democratizadora, la ausencia de pensamiento político progresista y de izquierda: está muy olvidado aquello de que “la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política” y alguien debería, para ir construyendo confianzas, preguntarle a los empresarios su opinión sobre la reforma constitucional del 2015 y sus consecuencias.

Lo anotado explica la aparición en el escenario de afirmaciones que como verdaderas groserías insultan la inteligencia: “La política es algo muy serio como para dejársela a los políticos” dijo un prócer y otro también a modo de confesión: “Todos somos políticos, pero algunos hacen política desde los partidos y otros no”.  Eso es incompatible con la idea mínima de institucionalidad, pues la política democrática se hace desde los partidos, quienes la hacen desde otra parte no quieren institucionalizar nada, son cabilderos, lobistas: la forma en que legislan los grupos de presión. 

Por último y no menos importante, otra dificultad es la falta absoluta de vocación democrática desde los partidos y su negativa a hacer política, defectos que no van a conseguir salvar en la PUCMM y mucho menos asistiendo a Palacio.