“El gobierno tiene el desafío de resolver o
de no resolver problemas”
R. Espinal
A veces siento que estoy por darme por vencido y reconocerle algo de razón al ex presidente Fernández cuando tiró aquel petardo acerca de la falta de conceptualización. Conceptualizar, esa acción tan humana producto de la más grandiosa operación de que es capaz la mente: la abstracción. Ocurre que cuando no hay conceptos suficientemente exhaustivos nos quedamos sin poder ponerle nombre a las cosas que vemos y hasta a las que observamos. Así que antes de continuar no estaría de más recomendarles a quienes creen que la política y la ética de repente se encuentran que le sumen la absoluta falta de escrúpulos a la ausencia anotada.
En medio de una cultura autoritaria donde las diferencias son pecaminosas, alguien tiene que salir a quitarle algo al monopolio de tanta certeza con soportes dudosos y con intereses ocultos. Dicho eso, excusen que me atreva a copiar en esta columna algunas enunciaciones que merecen ser sometidas al ejercicio simple de la duda:
Llamar “LA SOCIEDAD”, al listado de firmantes de la “Iniciativa por la Institucionalidad Democrática” es un abuso, sobre todo porque deja fuera a ‘la sociedad’ o porque quien lo formula cree representarla, lo que sin duda es una creencia arbitraria.
Habrá que volver una y otra vez a preguntarse ¿qué es la sociedad civil? Bobbio entendía por “sociedad civil” a la esfera de las relaciones sociales que no están reguladas por el Estado. Pero la intención de algunos a los que nadie escucharía si no tuvieran dinero y abogados, o si no estuvieran en control de medios de comunicación es atribuirle al concepto de sociedad civil todas las virtudes de las que carecen los miembros de la “sociedad política”. Dentro de ese esquema sus integrantes mantienen todas sus virtudes incluso cuando se incorporan a relaciones que están “reguladas por el Estado”. Extraño, ¿no?
No me digan los estudiosos que no sienten el corazoncito agitado cuando escuchan afirmaciones como: “tenemos un sistema turístico de plantación”, o que el 4% para la Educación es parte de la acción de un Estado clientelar, sabiéndose como se sabe que la Educación es un derecho y por lo tanto constituye una obligación del Estado. Otra cosa es la opinión que se tenga sobre la forma en que se ha hecho la inversión, pero conceptualmente eso es un asunto irrelevante a la hora de debatir el carácter de la inversión pública en Educación. Peor todavía es afirmar con ese acento de certeza incuestionable que el SENASA es un ¡¡subsidio!! Destaco el parecido absoluto de esas voces con quienes en mi sur defienden las AFP y el método de la capitalización individual cuyo mérito principal sería “que ha divorciado nuestra seguridad social del clientelismo político.”
Así, y con Joao Santana en libertad, uno se pregunta cuánto hay de operación planificada en todo esto que nos conduce a una nueva escuela de la teoría política, a una versión pobre de la ideología neoliberal que, como Reagan, sostiene que el Estado ES el problema. Lo innovador es que para estos guruses el gobierno ES la solución. En lo que llamo la coronación de las nuevas definiciones acerca del carácter del Estado (sólo faltó el estado de… ánimo) que asumen una imaginaria y absoluta independencia y autonomía de los gobiernos que han administrado el Estado (salvo si se trata de cargarle culpas al ex presidente Fernández).
El otro aspecto novedoso en el escenario de las nuevas teorías con que nos abruman cada vez que encendemos la tele es que la culpa de todos los males que quedan es de la oposición. Aquí todo lo negativo es responsabilidad de que no hay oposición. Puesto en perspectiva, si hubiera existido oposición los Tucano no serían un problema, la deuda sería igual a cero, la reforma constitucional hubiese salido gratis y…
Mientras tanto -y lo digo porque forma parte de los asuntos que deben ser atendidos puesto que siempre aparecen en los peores momentos- por ahí andan los inefables tácticos, que ya se han convencido de que no cuentan para nada, y ruegan a los “señores del capital” que no los defrauden.