Soy "yerbera" desde la infancia por parte de abuela Aurora y las viejitas del barrio. Para curarme el catarro con tos branquial, abuela Aurora derretía un poco de cebo de carnero derretido en una cuchara, probaba su temperatura derramando una gota en el dorso de su mano y luego restregaba toda mi espalda, la cual tapizada luego con hojas de trébol marchitadas, previamente, con la misma luz del farol y la sapiencia popular heredada que ella traía. Abuela se las ingeniaba para sacarnos a mi hermana y a mi, de raíz, la sinusitis con el bendecido cebo de carnero calientito y las hojas de tabaco también bien tibiecitas, lo que pasaba era mágico, a las tres noches de aquel tratamiento las bolsas enteras de aquellas horribles secreciones sanguinolentas. ¡Uyy, qué horror!

Si me dolía el estómago, allá va una tisana de menta americana. Si me dolía la garganta, era todo un tratamiento de gárgaras de alumbre, un café caliente con dos hojas de salvia en cruz, o sumo de salvia con sal, a veces, con miel otra. Y antes de dormir un té de cáscara de naranja agria con limón. Antes de los exámenes, siempre una taza de té de resedad. Para desparasitarnos habían mil y un remedio. Para los riñones, entre agua marítima de tomar de guizazo de Baracoa como té de corazón de hombre y qué sé yo cuántos remedios más que ni me acuerdo.

Una vez un ortopédico/ortopeda sentenció: "Hay que operar rodilla izquierda" para extraer un quistecito, creo. Pero mi generala Aurora dijo: "Dígale a ese doctorcito que usted no se va a operar nada".  Cada uno de nuestros países tienen plantas medicinales y aromáticas muy propias, cultivan sus tradiciones y sus costumbres. De este apasionado y misterioso mundo de la cultura popular tradicional quedan muchas áreas por investigar, pero lo que es incuestionable es que estos remedios de la sabia popular han ido curando generación tras generación a miles de personas. Religiosamente, noche por noche, después de la novela, por supuesto, iba mi jorobadita y adorada abuela durante siete bendecidos días a envolverme aquella rodilla con su mágico cebo de carnero caliente y hojas de trébol y me tenía que pasar toda la noche con rodilla tiesa, vendada con unos trapos de una bata de casa vieja que rompió. "Tiene que guardar el calor, mija, para que haga efecto". Sentenciada amorosamente. Yo obedecía, de igual manera.

Nuestras vidas siempre están nutridas por los aportes de las personas, medios de comunicación, instituciones, además del contexto sociocultural y medioambiental donde nos comenzamos a moldear como seres sociales. Agradecer a los que nos educaron con amor filial es una manera de ser mejores seres humanos. Cuando la vida te enfrenta a ti mismo, podrás vencer batallas partiendo de lo heredado e incorporado de la sapiencia de los que nos formaron. Hoy le aconsejé a mis hijos: El tiempo que dedicas a cultivar a tus verdaderas rosas y claveles de tu jardín es el tiempo que Dios te regalará en bondades. El egoísmo es una plaga autodestructora que a quien más ataca es a quien lo padece. Ser agradecido y desprendido con los que amas o ser egoísta y egocéntrico son los dos caminos de la vida. Dios el Juez Supremo, premiará o castigará según tus actos. A veces, cuando nos damos cuenta del valor y la falta que nos hacen las personas que más amamos, ya se nos fue el tiempo de darles mimos, ternura, atenciones y dedicación. Ya se nos fueron y no le dimos la ternura y dedicación que merecían y que necesitábamos darle. El tiempo de la entrega es ahora, no después.

La vida se nos regala en un acto de amor y seremos mejores seres humanos si retribuidos con amor, entrega y dedicación a quienes nos dan su tiempo y su amor. "Amor con amor se paga". Sé feliz haciendo feliz a los que amas. Y aunque di muchos besos y abrazos a mi abuela Aurora, aún siento me faltaron mucho por dar, pero su luz siempre me guiará y es soporte de mi accionar. Bendecidas Aurora y Norka, ganamos esta batalla gracias a su legado. ¡Las amo!