Las cosas que están pasando en este país, no tienen nombre, aunque no sean anónimas. La llamada inversión de valores de las personas es muy algo serio, preocupante, y está sucediendo a gran velocidad tanto en los niveles altos con la aceptación y hasta glorificación de la corrupción, el robo descarado, el narcotráfico o la delincuencia, como también ocurre con las acciones más pequeñas.

El otro día tuve un incidente con uno de los llamados “parqueadores”, especie híbrida entre padres de familia y tigres de barrio, de la que se dan bastantes ejemplares de enorme grosería, aunque no todos, hay que decirlo, para ser justos, y que puso de manifiesto hasta qué punto está cambiando la apreciación de las conductas en nuestro país .

El asunto fue que iba a parquear en  hotel de la ciudad donde el espacio destinado para ello estaba firmemente “controlado” por varios de estos señores que ejercían con determinación su “derecho de propiedad”,  y yo, que no soy amigo de que cualquier extraño suba y maniobre con mi carro, ni de dar propinas a una casta que vive del cuento y de decir,  “más para atrás”, “póngalo ahí”, o “todo bien”, decidí estacionar mi vehículo en una zona muy próxima en la que estaba permitido hacerlo, pero en la que estos señores habían colocado próximos a las aceras unos conos rojos como los que usan en las obras públicas viales, para que los conductores tuvieran que avanzar y llegar hasta su “feudo” y “cantearse” con la propina casi obligatoriamente.

El caso es que bajé del automóvil, retiré uno de los ellos y lo dejé perfectamente estacionado. De inmediato un “parqueador “ más tigre que uno de Bengala, vino a increparme voceando y diciendo que por qué le había movido uno de los conos, que eran de su propiedad. Le dije como respuesta, de manera educada, que si eran suyos, entonces estaba haciendo alguno ilegal puesto que nadie puede apropiarse de un espacio público que le pertenece al Ayuntamiento. Ahí se incendió el cañaveral. Comenzó con una retahíla de insultos, a los que no les hice caso, de los que solo llegué a oír la palabra “malagradecido”.

Después , pensando, me vino a la mente lo de la inversión transversal de valores que estamos sufriendo en el país, desde las clases más cultas a las menos educadas. Alguien que hace algo bien y señala lo que está mal, es un “malagradecido”. Fue un incidente pequeño, sin más importancia, con una persona ignorante y zafia, pero es un claro indicador de que las cosas por aquí están viéndose al revés. Lo bueno es malo y lo malo es bueno. Mal presagio para nuestro futuro.