La Sotana Mayor en nuestra tierra no es la sotana blanca del Papa, ni el vestido morado de Marga. Tampoco lo es la chacabana blanca de Papá; ni lo es la de Amable que la usa colorá.

Es, en cambio, la bandera cuarteada con cruz blanca, la primera y cuarta parte azules, la segunda y tercera rojas. Es la bandera que en su centro lleva escudo cuyo marco superior es el de Dios, el de la Patria y el de la Libertad y cuya base es la inmarcesible República Dominicana. Es la bandera que desde su corazón declara las palabras del Evangelio “y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.”

Desde tiempo inmemorial avasallados de la política han buscado adulterar la Sotana Mayor de nuestro patriótico honor con mentiras, sabores artificiales y colores insignificantes.

Nuestra bandera tricolor ha sido víctima de imperdonables traiciones tripartitas con emblemas morados, blancos y colorados.  Los primeros tienen una estrella amarilla que no brilla; los segundos tienen antorcha encendida que quema, pero no ilumina; los terceros tienen un gallo de espuelas embotadas y picos que pican en lo blanco y lo morado bajo el lema “el que es gallo en cualquier corral canta.”

Medina, de los morados, dijo que “Dios esta obrando” para que él sea presidente.[1][1]  Amable, cacique colorado, declaró que la idea de consultar a su bando y apoyar a los blancos fue “transmitida por Dios, por Jesucristo.” Mejía, antorcha en mano, dice que su liderazgo en palacio es algo que el país “requiere, exige y necesita” y que busca, “con la ayuda de Dios”, materializar los cambios que la sociedad demanda.

Todos buscan asirse de la mano  de Dios en su empresa por ser investidos, directa o indirectamente, con la Sotana Mayor el próximo 16 de agosto. Me pregunto con qué intención muestran estos políticos tan fervorosa devoción. Me pregunto si esta devoción es de corazón o de mera y frívola ambición. Si la intención es de las predichas la postrera, bien deberían saber que Dios solo da su mano al que lo busca de todo corazón pues en cuestión de Sotanas Mayores, Él hace sus excepciones.

Así como favoreció al Rey David sobre Saúl, Dios en su inmutable naturaleza tiene hoy los mismos estándares que en aquel entonces. Bajo el subtítulo “Instrucciones Acerca de un Rey” Deuteronomio 17 dice, entre otras cosas, lo siguiente:

“Él  (Senador, Diputado, Síndico, Juez, Primer Ministro, Presidente, etc)  no aumentará para sí caballos. Ni tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni plata ni oro amontonará para sí en abundancia.

Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley y la tendrá consigo, y la leerá en todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra; para que no se eleve su corazón sobre sus hermanos, ni se aparte del mandamiento a diestra ni a siniestra; a fin de que prolongue sus días en su reino.”

Esta es la verdad de Dios diseñada para ser aplicada no nada más por los que aspiran a portar sobre sus pechos la Sotana Mayor de la nación, sino por todos los que llevamos la Sotana Superior de esposos, esposas, madres, padres, abuelos, hijos, nietos, y bisnietos nacidos sobre suelo y bajo cielo Quisqueyano.

Ahora, vale aclarar,  que la verdad en sí no nos hace libres. Es el conocimiento de la misma que nos otorga libertad.  Si bien es cierto que la verdad siempre ha existido, su existencia no implica su presencia en la conciencia del hombre.

Lo que sí implica su existencia es que su no-presencia da lugar a mentiras infundidas de vanas apariencias que le roban al hombre su esencia y lo condenan a servil existencia. Está del hombre, pues, indómito y bravo, diligenciarse en pro del conocimiento de lo que lo hace libre.

Por tanto, os invito, compatriotas, a que después de reflexionar sobre la verdad suprema en esta Semana Mayor, avancemos, con miras a las elecciones del próximo 20 de Mayo, resolutos a defender la Sotana Mayor de nuestra nación.

Asidos de la verdad de Cristo – verdad libre de edulcorantes y sabores artificiales –  rechazamos a todo aquel y todo aquello que ose adulterar la integridad de la Patria con tintes partidarios a costas del erario.