¡¿Alguien me puede ayudar?! Es que tengo el cuerpo lleno de poemas. Los poemas se han adueñado de mí. Por glóbulos rojos, me recorren metáforas, símiles, anáforas y otras especies. Mis glóbulos blancos, o sea, los versos, me defienden de los precios altos, los altos ruidos, de obscenidades en reggaetones/ dembows, de la envidia de los mediocres, del ego de falsos intelectuales, de la indiferencia de los insensibles y de tantos otros padecimientos sociales-espirituales. Ellos, los versos, me dan fuerzas para el andar.
La poesía debiera repartirse, hogar por hogar, como vacuna contra el desamor, la ira y la rutina con que viven taaantos por ahí.
Como les decía, los poemas que llevo dentro, "se agolpan unos a otros" y piden a gritos salir. Mueren de ganas de ser dichos. ¡Por favor! ¿Alguien sabe dónde hay un lugarcito, en Santo Domingo, donde los tríos de guitarras y requinto, provoquen el parto escénico? ¿Y los violines aviven los poemas, con fuerza inusitada? ¿Dónde podré encontrar trovadores o descargas de boleros o de "feeling", para acompañar mis poemas?
Anhelo encontrar un ambiente de peña artística, descarga y/o tertulia musical y poética. ¿Dónde habrá un espacio así, para soñadores cuarentones, y de más edad. Deberá ser un espacio de encuentros, de diálogos entre voces e instrumentos musicales; donde los poetas dicten poemas "con tinta del corazón". ¿Dónde habrá un espacio así, en esta ciudad que amo, para ir a parir mis poemas?
¿Qué dicotomía ésta! Yo pariendo poemas, y tanta gente por ahí que ni se enteran del viento, que mal viven “despoemizados”, los pobres!
Un poema es un reparador de sueños, un rociador de fe y de esperanzas. Es un constructor de ternuras. Los poemas son la música de las palabras, nacidas del alma. Quien vive y goza los poemas: es feliz. Créanme, yo tengo muchísimos aquí dentro, y quiero repartirlos, regalarlos porque me crecen. Ardo de ganas de compartirlos por doquier. Pero escudriño, de reojo, y me asomo a restaurantes, bares, y lugares de este Santo Domingo, tecnológico, estrepitoso, a veces banal, consumista y despersonalizado, y no me aparece ni un lugarcito donde dejar acomodaditos, en oídos sensibles, mis poemas. ¡Jajajaja, dirán que estoy loca, que deliro, pues yo no soy poeta! Y sí, es verdad, lo reconozco, solo soy una "roba poemas" -pero inocentemente- sin violar los derechos de autor, me adjudico la libertad de re-leérmelos, y ellos, sin darse cuenta, se me meten despacito en los sentidos, y quedan colgados en la mente y en el cuerpo: los hago míos. Los gozo.
Creo que tengo el deber incólume de compartirlos, de espolvorear, con poemas, las ternuras olvidadas de las gentes apuradas por las compras, los iPhone y las marcas de todo y en todo, incluso, en la piel, pero no en el alma. No les quedan ni huellas en la memoria, ni restos de humedad. Esos seres están urgidos de escuchar los poemas que habitan en mí. Hay que “domesticarlos" con poemas. Los necesitan, sin saberlo, para ver mejor, pues “sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
¡Hay que decir o escuchar poemas! Uno se siente taaan feliz! Los poemas nos pintan de colores tenues, apacibles y sublimes: los ánimos, los gestos, los pasos, las palabras y las acciones. Los poemas nos cambian la mirada, nos modelan la vida.
Los dominicanos debiéramos hacer los ejercicios para el cuerpo con la misma pasión que los ejercicios para el espíritu, como por ejemplo: leer, escuchar o decir poemas, y seguro que el "lado oscuro del corazón" se les ennoblecerá. Nuestros hombres en vez de ordenar, gritarle o pegarle a su mujer, debieran regalarle flores o una puesta de sol frente al mar, y leerle poemas. Qué maravilla sería eso!
¡Vamos a tomar medidas! Propongo, con firmeza que los dueños de restaurantes, paguen altos impuestos-por no tener poetas/declamadores y músicos, en comida y cena y que se declare obligación nacional, leer poemas en los Actos de Bandera, en las escuelas. Hay tanta cosas por hacer!! Hay que decir poemas por doquier. ¡Hay que hacerlos vivos! ¡Ellos están muy vivos! Nosotros somos los que casi morimos, por la falta de ellos, impulsadores del amor y de la convivencia armónica!
Neruda, Roque Dalton, Vallejo, Carilda Oliver Labra, Pablo Armando Fernández, Mario Benedetti, Salomé Ureña, Pedro Mir, y tantísimos otros, desde su más lírica pluma, nos han entregado una vida plena de poesía. Asumamos su legado.
¡Vive con ilusión de poesía y…verás que la tristeza va cambiando de color!