Entre tanto ruido aguardaba en un silencio de fábula, mordido por la desesperanza, aterido, jactábame de mi ignorancia, sembrado medio a medio en la certeza de que la marea jamás cedería, mas desperté a mis pies nuevos en la orilla y edifiqué un monumento a la agudeza de tu voz y la tersura de aquel abrazo en donde tu sobaco a biblia hedía. Me invitaste a rezar contigo: dios es un dios que habla, el lenguaje puede dibujar un mapa para entender la neurociencia, la propiedad plástica del cerebro, dios es un dios de palabra y una contradicción ya que a la vez es madera, barro celeste, carne buena e inquebrantable, dios es un dios de espíritu, por ello, levanto mi torso, mi plexo, mi alma en alabanza y sé que cuando te toco, también lo toco a él. Toco tus senos, tus contornos, las arrugas de tus codos beso o como dice el flaco poeta, la miel y la leche que se derrama en tu cadera, tu olor es aleluya y en tus dientes de Tokischa, el nombre de dios es dulce y en tus piernas, largas, trigueñas, dueñas y a la vez hijas del átomo y los siete sellos, juro que es una sabia agonía escucharle, ya que dios es un dios de sonido, de antilla, de arco y de flecha.