Pedro Domínguez Brito ha escrito dos artículos dedicados a Sonia Pierre. Expresa en El Caribe, que ella no es dominicana diciéndole: "si usted venerara nuestros héroes, amara nuestros símbolos patrios, sintiera el merengue y disfrutara un sancocho, no andaría por el mundo intentando desacreditarnos como nación. Eso es traición".
Con este discurso maniqueo, que define folklóricamente nuestra nacionalidad como: venerar, amar, sentir y disfrutar ciertos elementos, regaña a la activista social y niega su nacionalidad. La constitución vigente cuando nació Sonia Pierre no incluye como requisitos los factores señalados por el señor Domínguez para ostentar la nacionalidad dominicana. Tampoco la actual.
Sonia Pierre, ciudadana dominicana de origen haitiano, tiene derecho de ostentar la nacionalidad dominicana como cualquiera que guste del sancocho o del domplín. Es tan dominicana como los que descendemos de españoles, "cocolos", judíos, árabes o de cualquiera nacionalidad. Su labor a favor del reconocimiento de los derechos, pisoteados hace tiempo, de dominicanos de origen haitiano es loable.
Y loable, también, es que utilice mecanismos supranacionales para que se obligue de una vez por todas a nuestro Estado a asumir su responsabilidad. Aunque nuestros dirigentes y articulistas no están asumiendo el papel necesario para que la República Dominicana observe los valores que le dan origen y que la misma Constitución indica, de un Estado Social y Democrático de Derechos, siempre habrá personas que, como Sonia Pierre, se organicen y activen por cambiar la realidad de gente violada por unos y otros.
Sonia Pierre, ciudadana dominicana de origen haitiano, tiene derecho de ostentar la nacionalidad dominicana como cualquiera que guste del sancocho o del domplín
El autor, que es abogado, debería saber que las violaciones a los derechos humanos no tienen nada que ver con orgullos nacionales, sancochos o merengue. Los derechos humanos deben ser defendidos por todas las vías al alcance. Y si los estados se niegan a tomar partido, existen las vías internacionales.
Lo lamentable no es que el señor Domínguez no guste de Sonia Pierre, sino que no muestre su disgusto por quienes realmente se aprovechan de las condiciones deplorables en que viven dominicanos de origen haitiano y haitianos ilegales.
Lo triste no es que le indigne que Pierre denuncie en el exterior (y no ame el sancocho), sino que lo deje igualito el hecho de que estemos creando, a propósito, un apartheid social que solo busca explotar la mano de obra de personas sin derechos.
Lo que molesta es que el orgullo nacional ponga sentimientos fanáticos, algunos tan absurdos como un plato o un ritmo (como si eso definiera la nacionalidad de alguien) por encima de la vida humana y de los derechos de dominicanos (del origen que sea) y de inmigrantes que hace rato debieron ser regularizados pero que las mafias prefieren así.
¿Hasta dónde va a llegar la sinrazón? ¿Hasta cuándo gente con capacidad e inteligencia seguirá desconociendo realidades, que afectan a dominicanos y extranjeros, en nombre del nacionalismo?