El Museo del Quai Branly-Jaques Chirac fue inaugurado en 2006. Se encuentra a orillas del Sena y a unos pasos de la Torre Eiffel. Está dedicado a las culturas ‘no occidentales’ y exhibe casi 300,000 piezas de África, Asia, Oceanía y América.
El afamado arquitecto Jean Nouvel concibió los edificios como si se trataran de un largo puente por el que se entrelazan las antiguas civilizaciones: «Aquí todo es curvo, fluido, transparente y misterioso, para […] crear puentes entre culturas, suscitando la curiosidad y las expectativas», leemos en la página del museo.
Fue en este recinto excepcional donde el pasado domingo 7 de octubre se rindió homenaje a la música mexicana, no a los trompetazos del mariachi, sino al fino violín que brota libre y feliz del son Huasteco y de Tierra Caliente. Así nos lo sugiere el nombre del concierto: Violon virtuoese mexicain. Bien plus que des mariachis (Violín mexicano virtuoso. Mucho más que el mariachi). Quinientas personas gozaron de esta música tan poco conocida y otros tantos se quedaron con las ganas –la nota de 20 minutes habla de 300– interpretada por Los Hermanos Tavira, Los Cuaracuaros (son calentano) y Gorrión Serrano (son huasteco)..
La Huasteca incluye zonas de Tamaulipas, Veracruz, San Luis Potosí e Hidalgo, mientras que la región de Tierra Caliente, se extiende por los estados de México, Guerrero y Michoacán, donde la falta de la frescura se combate con sones, gustos, valses y marchas y uno que otro paso doble. Sus sonidos recuerdan al flamenco y a la música de los Balcanes, mencionaba el cartel publicitario del Museo: «Tierra Caliente nos da ese ritmo sin igual, que viva la Tierra Caliente y sus modos de gozar» cantan no sin razón Los Tavira.
Se dice que cualquier pretexto es bueno para armar una fiesta y en esta ocasión se trataba de la publicación del libro Mexican Folk Fiddle, idea de Diego Brossollet-Hernández, Julia Chardavoine y César Juárez Joyner que se dedicaron a escuchar y transcribir más de 40 melodías y así acabar con el riesgo de que se perdieran en el polvo, ya que éstas no constaban en texto alguno y nada más corrían de boca en boca (y de oreja a oreja) entre padres e hijos…
Según esto, nunca antes se había escuchado el son calentano en aquel lado del mundo y los grupos que lo hicieron, todavía están esperando un mayor reconocimiento en su país. Hablemos primero de Los Hermanos Tavira que son tantos que podían haber organizado un equipo de futbol pero la música fluye por sus genes. En efecto, Juan Bartolo de Tavira (1847-1929) inició esta estirpe hace casi 200 años en ese rincón guerrerense. Cuauhtémoc, Javier, Alfonso, Rafael, Fernando y Félix Vadim, los músicos actuales, todos de apellido Tavira también se reconocen la herencia de Ángel Tavira (1924-2008) violinista y músico ejemplar que nunca dejó de difundir y a enseñar el son. De hecho Don Ángel fue premiado en el festival de Cannes en 2006 por la película ‘El violín’, que retrata la violencia incesante en esa zona, por culpa del cultivo y el tráfico de la amapola.
Por su parte Gorrión Serrano, está compuesto por Alejandro Montaño (huapanguera) Jesús Camacho (jarana) y Alex Montaño en el violín. El jovencísimo Alex ejecuta como pocos su instrumento, no sólo sones tradicionales sino también piezas clásicas ya que perfecciona su talento en la Escuela Superior de Música del INBA.
Los Cuarácuaros, oriundos de Michoacán, cuyo nombre significa lugar de la cuesta (también es el nombre de un poblado) son cuatro: Serafín Ibarra (violín), Jaime Mier (guitarra), Hugo Reynoso (guitarra), Carlos (contrabajo). Su líder y compositor Serafín nació en San Diego Curucupatzeo, es asimismo un virtuoso que domina varios instrumentos, como la guitarra que toca desde los 8 años y el violín, que aprendió con su tío abuelo Miguel Ibarra.
Los violines y las jaranas resonaron con gozo en el Museo parisino: «Tortolita si se te murió tu amante no llores que aquí estoy yo», reza con picardía otra pieza. Aunque es para ponernos a llorar que de nueva cuenta nos digan desde el exterior que cuidemos nuestro patrimonio, que lo difundamos con alegría.