La década de los ochentas ha servido de referencia para múltiples hechos. En términos económicos fue la década perdida, pero a nivel social encarna en auge de los movimientos sociales.

En el caso de la música los ochentas han sido bautizados como los años dorados del merengue. En este período el merengue que se hacía era muy formal y el público a quien se dirigía diríamos que era más clase media.

A finales de los ochentas un fenómeno musical conocido como Cocoband irrumpe en el mercado del merengue creando toda una revolución con un merengue refranero, un ritmo acelerado y dirigido más a la clase baja.

Entrado el año dos mil surge en la música dominicana un movimiento netamente urbano y barrial: me refiero el regaetón, el dembow y el merengue de mambo. Una serie de jóvenes comenzaron a improvisar estudios en los barrios y hacer música desde el corazón de la barriada. El hecho de ser un merengue que no era procesado en los estudios tradicionales de ciertas élites musicales del país les mereció el mote, no sé si despectivo, de “música de calle”. Ahora se viraba la hoja, antes se hacía música para que llegara al barrio pero, por primera vez, es el barrio quien hace música.

Una de las cosas que he criticado de estos movimientos es que se han empeñado en sacar del barrio lo peor, o sea, si bien sus letras reflejan la situación social del contexto en que viven, normalmente lo que cantan es violencia, sexo, droga, infidelidad, etc. Es cierto que esto se vive en los barrios. pero no son exclusivamente  de los barrios. Con estas letras y sus videos lo que hacen es reforzar el imaginario negativo que sobre el barrio se ha tenido: que son violentos y delincuentes.

Es en este contexto donde quiero ubicar un merengue que he escuchado recientemente titulado “Son Palomo” de un mambero llamado Ala Jaza. El tema refleja la relación que existe entre el narcotráfico, violencia y  traición. El estribillo dice de la siguiente manera:

“Tú lo que eres un chota, tu eres un chivato que te vende por cuarto. Tú le enseña el trabajo y después se te quieren virar, y a la DNCD tu llamada le llevan grabá. Si me tirotean lo eploto ¿por qué? Por palomo”.

Es importante señalar que cuando hablan de chota se refieren a la persona que ingresa al negocio del narcotráfico, pero que luego termina denunciando a los dueños del negocio. En nuestro lenguaje más común un chota es un chivato y en el lenguaje del narcotráfico colombiano es un sapo.

La cuestión es que Ala Jazá saca a relucir un escenario al que pocas veces se tiene acceso y es el modus operandi del mundo del narcotráfico, las situaciones de denuncias y las complicidades que existen entre las autoridades que están llamadas a enfrentar esta situación y los mismos que ejercen dicho negocio.

No comulgo con las letras ni la violencia del tema, pero hay que señalar que el mambero desnuda una realidad a la que hemos llegado en este país y no ha sido precisamente por palomos.