El crecimiento demográfico que se ha producido en los centros urbanos unido a la ausencia de políticas efectivas de movilidad urbana obliga a los responsables de gestionar la ciudad, a desarrollar iniciativas que solucionen el caos existente alrededor del tránsito en las principales ciudades dominicanas.
Este problema histórico, el cual acompaña la sociedad desde la década de los setenta ha sido abordado parcialmente con la construcción de diversas infraestructuras viales por parte del gobierno central, intentando solucionar la problemática urbana que abate la población desde el punto de vista económico, social y político. Pasos a desnivel, elevados, viaductos y túneles conforman la cartera de proyectos desarrollados desde finales de los años noventa para adecuar la capital a las necesidades de una población en aumento, aspirando a mejorar los desplazamientos motorizados a nivel urbano e interurbano.
La construcción de este tipo de infraestructuras viales en el interior de las ciudades contribuye a la solución del problema del tránsito ya que descongestiona las calles y avenidas donde son ubicados, agilizando la circulación de los vehículos privados, reduciendo los niveles de contaminación y disminuyendo los costos vinculados al gasto en combustibles. Sin embargo el introducir este tipo de soluciones a la dinámica urbana sin el debido acompañamiento de otras medidas, magnifica el problema al agregar nuevos actores, complicando la realidad que hoy nos abruma.
Estos nuevos kilómetros de vía, aumentan la capacidad de las avenidas incidiendo en un aumento sustancial del parque vehicular, el cual se aglomera tanto al final de las soluciones construidas como en las vías perpendiculares, provocando entaponamientos de igual o mayor magnitud que los resueltos. Esta situación solo revierte los éxitos alcanzados al poner en operación la infraestructura, provocando la necesidad de construir más kilómetros de vía ya sea perpendicularmente o en el mismo sentido.
Es importante destacar que el problema del tránsito no se circunscribe a la relación existente entre el parque vehicular y la capacidad de las vías; sino que este problema es el resultado de un sistema disfuncional compuesto por diversos componentes cuyo centro lo ocupa la persona humana, presentándose en el escenario como peatón o como conductor.
Al observar este cuadro, se hace impostergable definir un proceso en el cual se complementen las acciones desarrolladas por el gobierno central; ejecutando una serie de estrategias con el objetivo de producir soluciones definitivas al caos que prevalece en el tránsito de las principales ciudades.
Este sistema disfuncional requiere de una intervención integral, de manera que al mismo tiempo que se descongestionan las vías de vehículos, se atienda las necesidades de desplazamiento de las grandes mayorías, las cuales no poseen un medio motorizado de transporte para sus recorridos habituales o extraordinarios.
A pesar de que a nivel internacional los viaductos o "elevados" se están desmontando, la construcción y puesta en operación de los mismos cumplen con la misión de aumentar la velocidad de desplazamiento de los vehículos y descongestionar las vías en las cuales se ubica. Lo absurdo ha sido no implementar estas iniciativas con un verdadero plan de reordenamiento del transporte que garantice al estado el control del sistema y la efectividad del mismo en favor de aquellos que menos pueden.