Margarita Heinsen y Sofía Maratos
El martes pasado vivimos una experiencia que nos llevó a reflexionar sobre nuestros jóvenes, la importancia de la educación en el hogar y de los límites en la crianza. Aquí compartimos lo sucedido.
Nuestra empresa Didáctica organizó y realizó un webinar virtual para jóvenes de distintos centros educativos con un especialista extranjero, experto en inteligencia emocional y PNL. Participó un gran grupo de estudiantes de secundaria, entre los que se encontraban algunos que tenían la intención de dañar el evento, a pesar de ser una actividad de beneficio y crecimiento para ellos.
Antes de iniciar la presentación, se compartieron las normas con los participantes y se les dio la bienvenida. Los nombres, saludos y comentarios inapropiados en el chat de zoom no se hicieron esperar por lo cual se tuvieron que tomar medidas de control. Lo vimos como cosas de muchachos, nada grave. Pero no se quedaron ahí y continuaron interrumpiendo de manera insistente la presentación del charlista a través de dibujos inapropiados en pantalla, nombres plebes, imágenes y videos de pornografía en sus perfiles. Esto no solo distrajo al facilitador, sino también a los demás participantes que si tenían deseo de aprender.
El comportamiento de este grupo requirió de nuestra atención y respuesta constante para salvar la excelente actividad que se estaba realizando. Esperábamos que las medidas y el llamado de atención por nombre, de parte el propio facilitador, llevaran a los ejecutores a detenerse. Lamentablemente estaban dispuestos a seguir hasta el final. Y nos preguntamos cómo es posible que lleguen hasta el punto de no saber cuando parar o de no importarles las posibles consecuencias de sus acciones, desafiando la autoridad.
Este tipo de situaciones no deben dejarse así. Es necesario enfrentar, dejar clara nuestra postura frente a lo ocurrido y asegurarnos de que nuestros hijos y estudiantes asuman la responsabilidad por sus actos. Si esto implica pedir excusa al facilitador y al centro educativo, hacerlo, asumiendo las consecuencias y decisiones que se tomen.
Educar no consiste en pagar un colegio. Educar es guiar, conducir y orientar, sacando lo mejor de cada uno. Para esto es necesario estar presentes, ser modelos y establecer límites. Un joven que cuenta con unos valores y principios claros, con capacidad de autorregularse, de medir las consecuencias de sus actos, de pensar antes de hacer las cosas y de tomar buenas decisiones, es un joven que cuenta con suficiente atención, cuidado y estructura. Cuenta con alguien que le enseña y le motiva a aportar a una sociedad más justa y sana.