A raíz de una inquietud que externé en mi red social de facebook en la que decía que, ojalá no tengamos que pagar muy caro el orgullo que ahora nos produce el odio y la irracionalidad, se generó un debate interesante entre amigos y amigas que expresaron sus inquietudes al respecto. En medio de ese debate mi buen amigo Andrés Morillo hizo una reflexión que he querido compartir con ustedes pues me parece un aporte válido a la discusión que se genera en torno al tema haitiano. Respetaré su análisis y lo remito in extenso, tal y como él lo escribió.

Hay mucha xenofobia contra los haitianos en República Dominicana y eso es un fenómeno de profundo arraigo histórico y de un modelo de comportamiento que se gestó del pensamiento de superioridad que circuló en los siglos XIX con las teorías de "civilización y progreso" en combinación con los postulados de las teorías del Darwinismo social" y que se acentuó en el siglo XX con el fascismo y el nazismo, que los sectores conservadores dominicanos asumieron como bandera nacional y que no se ha podido superar, a pesar de que estas teorías y pensamientos ya han sido científicamente superadas..

Me parece que es un patrón de comportamiento que se repite con matices distintos en todos los países que comparten fronteras, pero que esto sucede cuando uno de los dos países se encuentra en mejores condiciones "económicas, de organización e incidencia del Estado sobre la población" para hacer frente a los problemas y necesidades.

Ejemplos: EE. UU. – México (No sucede con Canadá); Argentina -Bolivia y Paraguay (no sucede con Chile y Brasil); España – Portugal (no sucede con Italia y Francia) Francia -España (no sucede con Alemania, ni Bélgica y Suiza); Puerto Rico – República Dominicana; (No sucede con los cubanos); pasa con los nicaragüenses que migran a Costa Rica, con los rumanos que van a otros países de Europa, y decenas de ejemplos más en Asia y África.

Aunque esto no justifica lo que pasa en dominicana, sin embargo, no es un fenómeno aislado, responde a la construcción de un nacionalismo decimonónico en base a la contraposición de Haití, les tocó a ellos y no a España, con quien los sectores conservadores dominicanos que gobernaron a lo largo de los 174 años (separación con Haití) y 156 años (independencia de España) de existencia del Estado, se identificaron en la construcción del imaginario de lo que es un DOMINICANO.

Lo preocupante es la poca conciencia que se tiene de la época en que el pueblo dominicano está transitando con el fenómeno de la globalización y la conexión con cualquier persona y lugar del planeta, la apertura al intercambio cultural, la difusión del conocimiento, las prácticas sociales interétnicas (matrimonios, alianzas empresariales, deportes, etc.) que están dominando la esfera de las interrelaciones sociales, la visualización y empoderamiento de grupos sociales que estuvieron por siglos sometidos y continúan en la lucha por más conquistas (feminismo, género, pueblos originarios, afrodescendientes, etc.), el impulso de legislaciones y organismos internacionales que combaten y contradicen este comportamiento xenofóbico; además de los cientos de estudios que comprueban que las inmigraciones es un fenómeno que a corto y a largo plazo genera ciertos beneficios y ventajas al país receptor. En fin, es un absurdo generar una campaña de violencia popular contra los pobladores haitianos que residen en Rep. Dom.

En resumen, los dominicanos asumimos que no somos xenófobos ni racistas, pero solemos asumir actitudes y comportamientos que dicen lo contrario. El problema con Haití se resuelve con leyes migratorias claras, no con fundamentalismo nacionalista.