“…Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron a por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron a por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron a por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí…" Martin Niemöller . Pastor Luterano

Hay una palabra que se ha puesto de moda y que sirve muy bien para definir el compromiso de la gente – a nivel de asumir conciencia de los deberes y beneficios- con las cosas que engloban temáticas sociales; a la palabra que hacemos referencia es empoderamiento.

Con el uso intensivo – y a veces el abuso- de las redes sociales los mortales normales tenemos acceso a múltiples puntos de vista de otras personas y la posibilidad de compartir nuestras propias opiniones.

En días pasados, y como de costumbre casi todos los días, entramos a nuestro perfil personal de Facebook para ver que tal andaba el patio cibernético. Entre las varias páginas que seguimos existen unas cuantas relacionadas a la historia reciente de nuestro país y a las joyas arquitectónicas del siglo XX, con las que aun contamos en muchas ciudades de la República y sobre todo de la capital, que son cuando menos informativas y desde nuestro punto de vista amenas y didácticas.

Pudimos constatar, no con poco pesar, que muchas de esas joyas arquitectónicas o están en mal estado o han ido desapareciendo del perfil urbano de nuestras ciudades.

Lo cierto es que, tal y como comentamos en nuestro perfil, no ha sido posible instaurar una verdadera cultura de conservación del patrimonio arquitectónico… Y no por falta de voluntad romántica, sino por falta de voluntad política y exceso de voluntad económica.

Otro factor es que nuestra sociedad y nuestras ciudades están en construcción o en vías de desarrollo, como les gusta decir a los economistas e ingenieros de elevados, túneles y torres.

Desde luego- y bajo ningún concepto- estamos en contra de la construcción de nuestra ciudad, de hecho muchos de estos elevados, túneles y torres no solo son de utilidad sino que reconfiguran para bien ese perfil urbano del que hablamos. Quien va a negar que ese nuevo Skyline de la Capital o de Santiago no resulta seductor para la vista de cualquiera. Esas tomas aéreas que vemos en Youtube o en las postales turísticas son francamente gratificantes.

Pero… ¿La rehabilitación de parte del patrimonio arquitectónico del Ensanche Lugo, Primavera, Gascue, Ciudad Universitaria, Vergel, Esperilla…etc, puede resultar económicamente atractiva? ¿Tanto como meter una torre de 12 niveles en donde antes había una sola casa? Nos imaginamos que no aunque quisiéramos pensar que algún día sí.

No queremos decir con esto que todas las casas que se han derribado para hacer torres eran joyas de la arquitectura dominicana ni mucho menos; lo que queremos es hacer un llamado a la reflexión y que los profesionales de la arquitectura, junto con los inversionistas y el estado podamos hacer posible que rehabilitar un edificio catalogado – o digno de catalogar- sea también un buen negocio.

El autor de este artículo no es restaurador ni conservador de monumentos, más allá de la formación básica de la carrera de arquitectura, pero no hace falta ser restaurador o conservador… Es más, no hace falta ni siquiera ser arquitecto para realizar una autocrítica en este sentido.

Lo penoso del caso es que muchos de estos inmuebles seguirán desapareciendo por las leyes y/o ritmo del mercado y terminamos esta entrega de hoy con ese triste convencimiento. A ver si como sociedad terminamos de empoderarnos.