En días pasados – y no precisamente por la temporada navideña-  recibí una muy grata sorpresa con la llamada de Libby, como la llamamos familiarmente. Libby no es otra que Libertad Núñez Santos.  Mujer desconocida por muchos y sí muy querida y respetada, sobre todo  por  los residentes del otrora combativo barrio de “Los Pepines” – Santiago de los Caballeros-,  sector donde reside a partir de calendarios ya olvidados.

A medida que conversábamos, unas tras otras, cobrando vida, se presentaban estampas nítidas de mis recuerdos de aquellos años posteriores al término de la dictadura trujillista.

Libby, militante y compañera de la hoy  histórica “Agrupación Política Catorce de Junio -1J4-” en su haber, guarda episodios de aquellas luchas por  recuperar las  libertades arrebatadas,  sueño de muchos hombres que dejaron sus botas, entre caminos y calles de esperanzas, a fin de lograr un gobierno con firmes estructuras democráticas.

En incontables ocasiones, el hogar de Libby sirvió de refugio a compañeros que necesitaban de un techo seguro, además de alimentos.  En aquel diciembre del 1963, las coronas destinadas a los cadáveres que se trajeron a Santiago, procedentes de Las Manaclas, el patio de su casa brindó el cobijo para confeccionar tales y desdichados menesteres. Cómo olvidar que en incontables ocasiones,  se trasladó a la Fortaleza “San Luis”, para llevar alimentos a quienes por hechos calificados como terroristas,  durante el período navideño –finales del 1963-   debieron guardar una absurda e injusta  prisión.

En la vida de Libertad, no todo se concentra en episodios de luchas y desasosiegos. Graduada de Tecnóloga Médico, laborando por años, con gran profesionalidad, desarrolló su carrera en el laboratorio del Dr. Pedro –don Perucho- Jorge, de quien conservo gratos recuerdos.

Vecina de  “Los Pepines”, cultivó  amistades con jóvenes que residían en el sector, entre otras, Socorro Castellanos, poseedora de un hermoso legado para la historia de la televisión dominicana.

Como distracción, en los años de nuestra primerísima juventud,  asistíamos a la sala del  cine “Lama”, para nosotros lugar casi obligatorio, dada su ubicación cercana a nuestros hogares.

En ocasiones, veíamos películas del malogrado actor James Dean, aunque muerto, muchas suspirábamos con su fotos. Para esas ocasiones, Socorro asistía al cinematógrafo, desde los pies a la cabeza,   vestida totalmente  de negro, razón por la que decidimos bautizarla como “la viuda de James Dean”. Entre “Los Pepineros”, las ocurrencias de Socorro eran geniales y comentadas con agrado.

Aquella tarde veraniega, Libby visitó a Socorro. Luego de un rato decidieron salir “a dar una vueltecita”. Alcanzando la acera, a la madre de Socorro se le ocurrió llamarlas para encargarles quién sabe cuál antojo. Afectada de la garganta, no podía llamarlas en voz alta y aprovechó la proximidad de ese joven militar para pedirle: -Señor, ¿usted puede llamar a mis hijas, aquellas que van adelante? A lo que muy solícito respondió: -“Oh, sí, señora, ¿cómo se llaman sus hijas?” -Socorro y Libertad, respondió tranquilamente la buena mujer. Con ojos muy abiertos, el uniformado exclamó: -¿Cómo, llamar a Socorro y Libertad, o Libertad y Socorro? Señora, ¿usted quiere que me vuelen la cabeza?

El soldado, se despidió y continuó su camino.  Nadie llamó a Socorro, tampoco a Libertad, pero esta anécdota, por años, paseó por calles y hogares de “Los Pepines”, y rememorarla nos provocaba risas.

La madre de Socorro no vislumbró que en plena “Era”, esos nombres no podían gritarse a voz en cuello. Trujillo no existe, y luego de conquistas penosamente alcanzadas, hoy podemos gritar, a nuestros antojos,  “Socorro, Libertad; Libertad, Socorro, y ¡no se mueven ni las hojas de los jardines!

Sin embargo, obviando aquellos desagradables tiempos, disfrutamos de liberaciones otrora insospechadas. Hoy podemos protestar contra esto o aquello; vociferar en las calles hasta perder el aliento; levantar pancartas que denuncian los males que nos afectan.  Los comunicadores, desde sus diferentes medios, bien sea televisión, prensa, radio o redes sociales, se explayen a sus anchas y dicen o escriben ¡hasta “botijuelas verdes”! ¿Y qué o a quién le importa?

Disfrutamos de una libertad tan permisiva, que acobarda y nos viste de inseguridades.  Finaliza el año 2016, nos movemos con cautelas, además de tomar las precauciones pertinentes para estar en la calle. La dictadura de Rafael Leónidas nos “encerró”. ¿Hacia cuáles caminos nos dirigimos?

A  la vuelta de la esquina nos espera el año nuevo, roguemos al Altísimo para que el 2017, nos devuelva la seguridad ciudadana y podamos disfrutar por los rincones de nuestro país,  sin el temor de posibles asaltos o atracos callejeros. Como ciudadana libre y demócrata, subo mi pancarta, con la inscripción siguiente:

Yo quiero vivir con seguridad ciudadana, sin temor por donde me desplace; disfrutar de nuestra rica y hermosa nación,  tal y como lo soñó nuestro Trinitario, don Juan Pablo Duarte, de quien reproduzco uno de sus legados:

“Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”.

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