Un estudio reciente, dirigido por el Director del Centro para el Estudio de la Cohesión Social de la Universidad de Oxford, Harvey Whitehouse, relaciona la creencia en deidades moralizantes, o dioses que castigan a seres humanos que violan sus códigos morales, con el nivel de complejidad de la sociedad.
Los resultados de la investigación se publicaron en la revista Nature, (20 de marzo, 2019) y se titula "Complex societies precede moralizing gods throughout world history". Miguel Angel Criado ha escrito una reseña en español titulada: "Cómo los hombres llegaron a dios", publicada en El país (20-3-2019).
En el estudio se analizan más de 40 entidades políticas desde el Neolítico, pasando por distintas etapas históricas y geografías (414 sociedades en 30 regiones distintas del planeta, durante un período de unos 10,000 años), y se asocia la creencia en los dioses moralizadores con sociedades de gran población y estratificación social.
En otras palabras, las tribus originales de la humanidad, caracterizadas por una débil jerarquización social y una escasa población, carecían de dioses que vigilaran la conducta de los habitantes. Para cohesionar al grupo, bastaba con la supervisión personal de las relaciones de parentesco.
Con el aumento de la población y de la estratificación social, la vigilancia moral personal cedería al control a una deidad omnipresente, capaz de observar donde no podían supervisar los parientes.
La investigación también relaciona la existencia de los dioses moralizantes con sociedades que poseían la escritura.
Este tipo de estudio confronta la dificultad de que puede resultar difícil encontrar evidencia de dioses moralizantes para períodos remotos, a pesar de que los mismos sí pudieron existir en sociedades de esas etapas. Como destaca el científico Russell Gray en la reseña del estudio señalada, los primeros documentos no se referían a cuestiones religiosas. Debemos recordar que las tradiciones religiosas se conformaron con una carga importante de oralidad. Sólo siglos después de que los mitos religiosos se contaban, comenzaron a fijarse por escrito.
Otra dificultad radica en el hecho de no incurrir en un anacronismo interpretativo. Es decir, interpretar evidencia de otras épocas a partir de unos criterios interpretativos propios de épocas posteriores. Por ejemplo, podemos interpretar el acto de cocinar como secular, porque lo es en nuestras modernas sociedades. Sin embargo, en algunas sociedades antiguas, dicha acción constituía un acto sagrado.
Del mismo modo, puede interpretarse una sociedad como carente de un dios no moralizante, a la luz de una evidencia interpretada con unos criterios anacrónicos.
El estudio resulta interesante para replantearnos viejos problemas filosóficos como: el origen del concepto de Dios, las relaciones entre religión y moralidad, la dimensión religiosa de la experiencia humana, o cuáles son los fundamentos de la cohesión social.