Sea lo que fuere, cuando un tema es muy discutible –y cualquier tema donde interviene el sexo lo es- nadie puede esperar decir la verdad”. -Virginia Woolf-.

La construcción equivocada de un modelo de nación sexista a partir del predominio del hombre frente a la mujer, ha sido, pese a la negativa de muchos, caldo de cultivo para para el establecimiento de una cultura machista violenta, y, la base de un drama social ascendente que genera muertes y siembra desgracias en un mundo donde la desigualdad es norma indiscutida e institucionalizada.

A cuenta de ello, el Estado, ente gestor y canalizador de políticas progresivas en favor de la colectividad, no ha sido capaz de propiciar mediante la aplicación de medidas preventivas, la detección y detención tempranas de sucesos lamentables que provocan espantos y lastran el desenvolvimiento natural de la composición familiar.

La violencia; pudiera ser el producto subjuntivo de patrones de conductas inadecuadas, vividas, aprendidas y reforzadas a través de paradigmas incorrectos, que siembran en el ser humano la idea desacertada del uso de la fuerza como mecanismo de compensación.  Pero sin dudas, cuando es ejercida deliberadamente en contra de las féminas, es el resultado de la no intervención oportuna por parte de los estamentos responsables de brindar las garantías que nos permitan subsistir en un ambiente relativamente sano.

Desafortunadamente y pese a la perorata oficial en días conmemorativos, los resultados de la gestión de prevención de muertes y agresiones físicas o psicológicas de mujeres a manos de sus parejas o exparejas, reflejan la debilidad de un sistema obsoleto, decadente y diseñado para la negación derechos y la revictimización de las afectadas. Todo ello, en franca inobservancia de la Constitución y las leyes, y contraviniendo el Estado Social de Derecho, así como, la función esencial del mismo, expresamente establecidas en el texto fundamental.

Quizá, para coincidir con Patricia Soto, no se ha podido reconfigurar el patrón a favor de una relación en condiciones de igualdad, porque, “La cuestión de ser mujer a lo largo de los periodos históricos de esclavitud, feudalismo, industrialización y capitalismo; ha sido tema liderado por hombres”. Y, la sola idea de saber que ellas en condición de integridad y pureza espiritual pudieran enderezar las sendas de una sociedad torcida y sumergida en el atraso dialéctico , genera en este pueblo de misóginos, más que miedo al cambio, rechazo a un mundo donde reine el equilibrio y exista la paz.

Ser mujer, en este país, donde la dignidad es solo un artificio que traza algunas líneas en los intestinos de las leyes y resoluciones, es seguir atadas a un sistema anquilosado que les da importancia, solo cuando sus acciones vayan dirigidas a satisfacer los egos y caprichos del macho cabrío que tiene por pareja. De lo contrario, el mundo se ensaña y vierte sobre ellas toda la crueldad reprimida, zahiriendo sus sentimientos, limitando su libertad y cuestionado su capacidad de vivir a la par de sus deseos, sobre la base la fuerza moral que le da su independencia productiva.

Nuestra Carta Magna plantea en la parte in fine del inciso 4 del artículo 39 sobre el principio de igualdad, un mandato que repercute en beneficio del establecimiento de un conjunto de acciones que hagan de este sistema una vía plural y que incluya medidas que erradiquen de la discriminación. “Se promoverán las medidas necesarias para garantizar la erradicación de las desigualdades y la discriminación de género”. Más claro… ni el agua.

Esto solo es posible creando las condiciones desde las escuelas y los hogares con una educación integral progresiva e inclusiva, que tenga como fin, como establece la fallida Orden Departamental 33-2019, –velar para que se promueva la política de género desde el currículo educativo  y desde ahí como diría Rosa Luxemburgo, una de las mujeres más brillantes del siglo XX luchar, “Por un mundo donde seamos, socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”.