Noticias tan lamentables y vergonzosas como la de la muerte de once niños en un fin de semana en el Hospital Infantil Dr. Robert Reid Cabral me llevan a cuestionar las causas detrás del deterioro de nuestra sistema de salud.

Una posible explicación parte de la creciente desconfianza hacia todo lo que tiene que ver con la propia política, producto de la ausencia de institucionalidad y la excesiva corrupción estatal.

La desconfianza ha conducido a que los egresados de las facultades de medicina raras veces consideren el estudio de la salud pública como especialidad médica por evitar cualquier interacción con el gobierno. Esto se traduce a que el país carezca de los epidemiólogos y demás profesionales de la salud pública necesarios para controlar y prevenir las enfermedades que existen en un país tropical como el nuestro.

Así mismo, la desconfianza en lo público ha consolidado una tendencia del dominicano pudiente a buscar soluciones privadas para problemas claramente colectivos. Hoy, toda persona de clase media se niega a poner su vida en manos de un médico de hospital público, reforzando así la idea de que la salud pública es para pobres.

La economista Claudia Sanhueza tenía razón: frente a la disyuntiva de la focalización y la universalización de las políticas sociales, siempre será mejor una política de universalización. Cuando se focalizan servicios para segmentos poblaciones particulares, como es el caso de la salud en la República Dominicana, los más vulnerables salen lastimados. O como bien concluye Sanhueza, “los servicios para los más pobres siempre serán servicios para pobres: los peores servicios.”

Podemos poner fin a la desconfianza participando de la política. Sólo desde la política podremos repensar nuestro sistema de salud. Podríamos hacer de la salud pública un área de estudio importante dentro de nuestros programas de becas internacionales. Podríamos lograr mejorar el nivel de nuestras facultades de medicina e incentivar a los médicos jóvenes a salir de la capital para completar su año de pasantía y beneficiar a las regiones más vulnerables del país. Desde la política, podríamos hacer de la cartera de salud pública, hoy el Ministerio más grande e ineficiente en términos de burocracia, una verdadera institución dedicada a la erradicación de la pobreza.

De lo contrario, continuaremos luchando con problemas tan básicos como la nutrición y la salubridad y, como resultado, seguiremos fracasando en otros ámbitos de las políticas públicas como el de la educación. Seguiremos siendo un país incapaz de maximizar nuestras posibilidades de desarrollo económico y social.

A fin de cuentas, la política es cuestión de asumir responsabilidades. Entonces pregunto: ¿quién se hará responsable de esas muertes? Evidentemente no los actuales liderazgos del sector. Tampoco el Presidente de la República que los designó.

Por eso les exhorto a participar de la política decente. La salud pública será la primera en beneficiarse.

Samuel Bonilla | @sbonillabogaert | se.bonilla@gmail.com