Hasta el domingo pasado “Papeles de Pandora” era el título de una obra de ficción de 1976 de la escritora puertorriqueña Rosario Ferré.  Esta autora, proveniente de una familia distinguida, desarrolló una carrera literaria donde se evidenciaban el cariño que sentía por su país, su feminismo y sus anhelos de un mundo mejor.

Los autores de la extensa investigación sobre dineros en paraísos fiscales que empezó a conocerse el 3 de octubre por la noche, a su manera, probablemente también estuvieran imbuidos de preocupaciones sociales, deseos de salvar al mundo y algo de protagonismo. (Nunca se puede dejar totalmente de lado la vanidad). Pero el ruido ha sido tan estremecedor que corremos el riesgo de no prestar la atención a lo conveniente.

Lo conveniente es, antes que nada, identificar de qué estamos hablando: de dinero colocado en banca offshore que, en principio, es de naturaleza u origen legítimo, aunque en procura de evadir impuestos o notoriedad en su país de origen.  Cualquier banquero del mundo, incluyendo los de los offshore, prefiere trabajar con clientes responsables, ordenados y honestos antes que trabajar con interlocutores que atraerán violencia, ruido, balazos, allanamientos y cuestionamientos. Luego está la regulación misma, porque todos los lugares mencionados en las reseñas a las que he tenido acceso (Dakota del Sur, Hong Kong y Belice, entre otros) tienen marcos legales que, aunque pueden ser laxos en el orden impositivo, requieren un mínimo de debida diligencia.  Usando esta fórmula los propietarios de esos fondos tienen menores costos por la posesión y uso de su dinero que los que vigentes en sus países de residencia.

Lo segundo es notar los criterios para exponer estas fortunas. Fieles al mandato de la entidad que realizó la investigación, el objetivo parece ser tratar de exponer a las personas que ocupan o han ocupado puestos en la administración pública, porque si bien es loable que haya personas económicamente afortunadas que sigan una vocación de servicio público, lo contrario, usar el acceso al poder político para acumular riquezas, es un delito y suele ser más frecuente que el caso anterior.   Sin embargo, es puro sensacionalismo hablar de figuras que son conocidísimas, pero no habían evidenciado intereses ni de ocupar cargos públicos ni de sustraer el dinero ajeno. Personas como Claudia Schiffer, donde hasta el nombre de su compañía, “51 Red Balloons”, delata lo que ella es: una alemana que era joven y estaba de moda en la década de los ochenta, pero nada en su trayectoria pública hace pensar en intereses por negocios ilícitos.

Shakira adolescente.

Lo mismo aplica para la cantante colombiana Shakira, a quien se le ha documentado cada paso que ha dado desde la adolescencia. Tuvo un novio hijo de un político, pero nunca en la “papparizziada” relación romántica se le vio involucrada en procurar administrar bienes del estado. En estos dos casos no se trata de narcotraficantes ni terroristas, sino de mujeres trabajadoras que quieren hacer el manejo más eficiente posible de sus finanzas.  Publicar esos nombres es puro sensacionalismo y falta de respeto por su capacidad de trabajo, ahorro y administración. Dadas las circunstancias, es muy probable que la mayor parte del dinero en paraísos fiscales no proceda de delincuentes ni de terroristas, sino de personas o empresas que procuran operar donde menos impuestos generen a sus actividades comerciales o empresariales.

Resulta sorprendente, sin embargo, que no haya mención a fortunas de Estados Unidos, sobre todo cuando en ese país hay varios estados que, para todos los fines, son paraísos fiscales.  Es más que probable que ciudadanos de esos mismos estados y de los aledaños hagan recurso a esos regímenes.  La explicación de la prensa anglófona es que el sistema tributario de ese país es suficientemente conveniente para los grandes propietarios de manera que resulta innecesario recurrir a mecanismos offshore para los depósitos.  En otras palabras, que los gastos de los abogados para constituir y hacer cumplir a las compañías titulares de las cuentas pueden ser superiores a los de los impuestos requeridos por la ley norteamericana.

ROSARIO FERRÉ

Finalmente, el que haya cuantiosas riquezas, per se, podría ser motivo de alegría si es bien habida y si uno es feliz con lo que tiene o con lo que cree que puede llegar a tener.   Lo que es motivo de investigación para las agencias competentes es el origen de los fondos.  Es sorprendente que a pesar de que el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación y el Buró Federal de Investigaciones (FBI) tienen sede en la misma ciudad, esta agencia del gobierno de los EEUU no haya hecho ningún tipo de pronunciamiento sobre este hecho.  La entidad estatal norteamericana que hizo declaraciones fue el Departamento de Estado (que también tiene sede en Washington, DC), es decir, el equivalente al Ministerio de Relaciones Exteriores, de nuevo una actitud como si los numerosos clientes de los paraísos fiscales fueran externos a los EEUU.  Esta historia está empezando, sigamos atentos a su desarrollo.