“Yo no nací con hambre de libertad, yo nací libre,  en cualquier sentido que yo pueda entender. “

Nelson Mandela

Muchas veces he llegado a pensar que me he librado de la religión,  muchas veces dentro de mis debates personales creo que ya no creo o que solo creo en el espíritu de la madre naturaleza (dejando fuera la naturaleza humana,  que al parecer se empeña en encadenar hacia creencias radicales la libertad). Sin embargo,  mis divagaciones parecen pérdidas de tiempo en ciertas ocasiones,  por ejemplo en la turbulencias de un viaje aéreo, donde arranca como mantra el padre nuestro y allí, siento de nuevo que creo,  creo,  creo, recreando conductas dentro de la programación que duró tantos años y aún causa efectos sobre mí.

Me pregunto,  ¿debiera haber diferencia entre esas oraciones programadas que brindan tranquilidad momentánea y el sentimiento colectivo del amor,  la paz y la libertad? ¿No es acaso todo la misma cosa? ¿No tiene el amor a la naturaleza o a algún Dios el mismo fin: sentirnos llenos y desear el bien de los demás sobre la base del buen vivir en comunidad?

Quisiera decir que soy atea, pero sería una hipócrita. Si mi Dios es la luz del sol, o un padre nuestro repetitivo en un avión, pues creo. Pero sobre todo,  por encima de mis programaciones, me profeso vocera del respeto al otro,  pro ser humano,  sin distinciones,  donde la simple palabra (humano)  te proporciona el derecho a vivir en libertad, y que la libertad personal sea manejada de la forma más conveniente para el alma. Yo le doy la razón a la razón. Mi bandera, la libertad, se basa en la aceptación del otro dentro de su realidad personal y el amor a la naturaleza.

Por favor,  respetemos y en el camino del respeto, aprendamos a ser libres.

“throw down your guns, throw down your guns, in the name of love, I put my hands up”