El próximo 10 de septiembre, el Instituto Especializado de Estudios Superiores para Humanidades, Ciencias Sociales y Filosofía Pedro Francisco Bonó, mejor conocido como “El Bonó”, organizará su tradicional seminario bianual de hermenéutica dedicado al tema de la injusticia hermenéutica.

 

El concepto de injusticia hermenéutica fue acuñado por la filósofa británica Miranda Fricker (Injusticia epistémica, Herder, 2007), para referirse a una situación donde una persona es incapaz de interpretar los significados de sus experiencias sociales porque su época carece de los recursos hermenéuticos para posibilitar dicha interpretación.

 

El caso clásico señalado por Fricker es el de Carmita Wood, una madre soltera que, en la década de los 60, fue víctima de acoso sexual sistemático por un profesor del departamento de física nuclear en la Universidad de Cornell.

 

Wood somatizó la situación de agravio y solicitó un traslado que le fue denegado. Desesperada, renunció del trabajo. Con el acompañamiento de dos abogadas, Wood y otras mujeres víctimas de experiencias similares iniciaron un proceso de recurso de prestación por desempleo. También decidieron realizar una denuncia en el espacio público.

 

Entonces, las agraviadas descubrieron que designaban lo experimentado con términos que describían otros tipos de experiencias, por ejemplo, la explotación sexual. Wood y sus amigas carecían de un concepto para comprender lo que habían experimentado, la sociedad de su tiempo carecía de semejante concepto. En la visión de Fricker, estamos ante un caso de injusticia hermenéneutica.

 

En esta situación clásica de injusticia hermenéutica, la ausencia de recursos para la interpretación de los significados de las experiencias sociales por parte de una sociedad genera problemas para la comprensión de los significados de las propias experiencias personales.

 

En estos casos, las personas lastimadas necesitan comprender los significados de esas experiencias dolorosas como un punto de partida necesario para su superación. Esas experiencias son distorsionadas por el lente de los prejuicios estructurales que benefician a quienes producen el agravio. Ejemplos de ello son las situaciones donde el acoso escolar es percibido como un simple “juego entre chicos”, un caso de acoso sexual prolongado en un bar se interpreta como “flirteo”, o la incomodidad que produce en el tiempo de ocio de un empleado la intromisión sistemática de los directores de la empresa se entiende como poca disposición hacia el trabajo.

 

La injusticia hermenéutica viene a ser entonces una de las expresiones de la violencia epistémica (Fricker habla de injusticia epistémica). Se trata de un daño a la persona como intérprete de su mundo y, por tanto, lo inhabilita para comprender el entramado de prejuicios estructurales que fundamenta su  exclusión social.