La primera vez que escuché la palabra "guañímaro" fue en 1960, durante los "entrenamientos" (que no eran tales) que se realizaban como parte del mal llamado Servicio Militar Obligatorio, en el play de la antigua escuela Normal Presidente Trujillo, a quien un año después le dieron de baja de mala manera, con una lluvia de tiros.

El comandante de la denominada décima compañía, a la que yo pertenecía, era un sargento troglodita de apellido Heredia, que parecía un mono con uniforme del Ejército, con el debido respeto a esos descendientes del árbol.

Heredia gozaba de lo lindo cuando golpeaba con su casco nazi a algún pobre "conscripto" que no se ajustaba a las órdenes, mostraba debilidades o no ponía atención debida a lo que el militar decía. Éramos jóvenes mal alimentados (de ahí nuestra esquelética figura) que teníamos que ir al play  de 6 a 8 de la mañana, para recibir el adoctrinamiento trujillista y dizque aprender el manejo de armas, que en realidad eran fusiles viejos sin cerrojo, vale decir inútiles, "por si acaso".

Heredia se le acercaba por detrás al conscripto que a su juicio no ponía atención o estaba a punto de desmayarse por el hambre, y le daba "rico cocotazo" con el bombo nazi, para luego estallar en una risotada de burla y  decirle:

–¡Guañímaro, concéntrese, coño!

Intrigado por la expresión, como "fresco" que era entonces, un día le pregunté al comandante qué significaba la palabra guañímaro, corriendo el riesgo de que me enviara a limpiar los asquerosos sanitarios, castigo que era usual en aquella época del Presidente Perpetuo. Frente a esas arbitrariedades uno no podía decir ni pío, aunque los guardias decían que los miembros del Servicio Militar Obligatorio éramos "los pollitos de Trujillo".

Heredia parece que estaba de buen humor cuando le hice la pregunta, pues sonrió de oreja a oreja y me dijo:

–Guañímaro es un carajo sin personalidad, un mequetrefe, un zaparratroso que no saca una gata a mear, y si la saca no mea. (La palabrita zaparratroso tampoco está en el diccionario)

Todo esto viene a cuento porque si como bien dice Pedro Conde Sturla en el país hay políticos trogloditas y miquifriquis, también existen los guañímaros, que son aquellos especímenes de dos patas carentes de personalidad, verdaderos mequetrefes, que pueden reunir personas pero no a las masas, porque no son líderes, aunque sean dirigentes devaluados. Es por eso que usted ve que esos tipejos, conscientes de su falta de empatía con el pueblo, forman "movimientos" o "partidos" que no sacan una gata a mear, mucho menos votos, y si lo hacen no mea, para al echarse la paloma formar "alianzas" con otras organizaciones con posibilidades de triunfo, y así disfrutar parte de la ración del boa, a costa de los pendejos. Los que trillan otros caminos, creyéndose triunfadores, tarde o temprano resbalarán, como lo haría cualquier mortal al pisar una cáscara de guineo en una superficie lisa.

Esos guañímaros jamás serán líderes, pues carecen del carisma necesario y no despiertan ni amor, ni odio, condiciones indispensables—además de buena oratoria y poder de convencimiento—para ser un líder político. Hay quienes darían hasta la vida cuando sienten amor u odio por un líder; pero no harían lo mismo por un guañímaro.

El líder entusiasma a las masas, las hace vibrar con su verbo encendido, las arrastra y trata de llevarlas a buen puerto, condiciones que no tienen los guañímaros, que se desconectan de las masas y no saben dónde queda el puerto.

El líder, o el Príncipe, como decía Maquiavelo,  debería buscar ser amado y temido a la vez, pero como resulta difícil combinar ambas cosas, es mucho más seguro ser temido que amado. (Caso Trujillo)Esto se debe a que los hombres vacilan menos en atacar a un hombre que se hace amar, porque el amor se mantiene bajo un vínculo de obligación que los hombres rompen cuando resulta conveniente. (Caso Juan Bosch)En cambio, el miedo se mantiene por temor al castigo, que nunca lo abandona, como sucede con los dictadores.

Naturalmente, los guañímaros jamás entenderá esto, aunque hagan creer que son astutos, inteligentes y organizadores. Los trogloditas tampoco, porque piensan o se comportan como hace décadas y usan modas pasadas, además de ideas usadas y  ser personas de modales toscos, que hacen las cosas mal y a menudo son  muy necios, aunque eso les guste a los miembros de su claque, ignorantes de la Historia, por demás.

Ni unos ni otros, por más promesas que hagan, resolverán los problemas esenciales del pueblo dominicano. No acabarán con la delincuencia, ni con el robo, ni con las complicidades para el delito, pues de alguna forma están vinculados a esas garrapatas sociales, sin que todavía haya aparecido un buen fumigador que los borre del mapa para siempre.

Entonces los guañímaros, los miquifriquis y los trogloditas tendrán que coger las de Villadiego, para dar paso a un gran alivio de todos.