Se acuerdan que antes, cuando apenas hace sólo unos a nos no existían ni los facebook, ni los Instagram, ni las aplicaciones, ni los enredos de las redes sociales, uno, al hacerse una foto uno posaba de manera más o menos natural, ponía cara de circunstancias – y fotografiarse lo era, porque no era cosa de todos los días- y  oía eso de ¡no se muevan!…¡uno!…!dos!…y ¡Click!, la foto estaba ya tomada. Después había que llevarla a los laboratorios , esperar un par de días para recibir una o varias copias y enseñarlas rápido a los familiares y amigos, guardarlas después cuidadosamente en el álbum, y reírse de ellas veinte años más tarde al ver las caras de pariguayos que teníamos,  los peinados ridículos y los vestidos tan retro que se llevaban en esa época.

En total, las fotografías se podían mostrar a veinte, cincuenta o siendo muy optimista, cien personas. Hoy, con eso de que la tecnología ha transformado todo sobre esta cultura del recuerdo, las fotos se toman por docenas y docenas en cualquier momento lugar y por cualquier motivo, por banal y tonto  que sea, y se enseñan a miles de red-adictos en la ciudad, en el país o hasta  una tribu zulú de Sudáfrica que le importa un comino si al niño le pusieron unos zapatitos con las figuritas de las tortugas ninja.

Otro de los aspectos que más ha cambiado, es la manera de posar, en especial, entre las integrantes del mundo femenino. Ahora, a todo el mundo  le ha dado por adoptar poses modélicas de actrices famosa, chicas “cover”, o de catálogos de modas. Si usted, amigo(a) lector(a) abre una de las miles de revistas que cubren  cualquier evento social, fiestas, recepciones, cocteles, bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños, graduaciones, lanzamientos de productos… verá cantidad de fotos de mujeres –también de hombres, pero obviamente, mucho menos- que posan con las manos desafiantes  en las cintura, sacando de manera provocativa las caderas, acentuando el busto, poniendo cara de mujer fatal, aumentando la visibilidad de los escotes, señalando con el dedo índice a la cámara, poniendo caras besuconas…. en resumen, más que fotografiarse parece que quisieran exhibirse ante el lente, y este fenómeno está alcanzando a todas las mujeres, ricas o menos ricas, jóvenes o viejas, lindas o feas,  altas,  o enanas, gordas o anoréxicas,

Y esto sucede porque además de existir un código de exhibición moral más permisivo para el sexo femenino, saben que las fotos serán su plataforma de exhibición ante miles de personas, conocidos y anónimas,  no sólo en los medios de comunicación donde se publiquen, sino en millares de paredes compartidas de las redes sociales. Por un momento, se puede alcanzar los 15 minutos de gloria sin esfuerzo, sin talento y sin costo alguno. Les van a mandar piropos desde la Capital, Santiago, Barahona, Pepillo Salcedo, Hato Mayor, Boston, México o Barcelona, donde estén sus familiares o amigos. Respuestas como, Guauuuuu eres una diva, Qué chula luces manita, Tita, a quién mataste ese día… son su trofeo de admiración más preciado. En fin, gracias a lo digital, al internet, los móviles y todas esas cosas, ya nada es como era antes, y la fotografía ha perdido una gran parte de su magia y misterio en aras de su vulgarización.  Atención, por favor no se muevan…sonrían… ¡Clik!. Pueden venir a buscar sus fotos cuando gusten.