Mucho de lo que representa el lenguaje y la palabra en Occidente proviene de las civilizaciones grecolatinas que nos precedieron;el matemático Pitágoras, a título de ejemplo, fue el primer pensador en entender que el sonido es una vibración en el aire,un hecho aparentemente banal que facilitó la posterior comprensión de la audición y comunicación humanas cuando los biólogos de la antigüedad descubrieron que las ondas sonoras son las causantesdel movimiento del tímpano en el interior del oído.Fueron los helénicos también los primeros en debatir la relación entre la palabra y lo político, por un lado a manos de los sofistas encabezados por Gorgias y por otro, con los filósofos representados por Aristóteles y Platón.

Hoy, los estudiosos hablan de un giro retórico y un giro lingüísticoen referencia a la evolución y reconsideración del rol del lenguaje en las distintas ramas del saber y quehacer humanos. Hablan de cómo “el lenguaje es continuo, silencio y palabra”; de cómo el silencio no interrumpe el habla sino que la hace posible. Es decir, puede haber palabras porque hay silencios,afirmaciónque ha motivado los comentarios expresados a continuaciónen un intento de discernir el sinuoso camino trazado por la (in) comunicación que luce prevalecer en sociedades fracturadas como la nuestra. Lugares donde se habla o se calla demasiado; donde se dice lo innecesario y se silencia lo fundamental; donde el verbo (y el silencio) portan la etiqueta del precio al mejor postor.

El silencio puede ser entonces el rechazo al ruido provocado por la palabra contaminada, el grito que facilite la reconstrucción de la casa de la verdad ya su vez, el instrumento que rescate el lenguaje de manos de quienes lo han ensordecido

En una reciente contribución publicada en Acento.com el escritor y profesor Andrés L. Mateo denunció con toda justicia que en nuestro país la palabra está desprestigiada, prostituida “como una ramera que enseña su trasero” razón por la que a su parecer en ocasiones cabe refugiarse en el pudor del silencio. Más allá de las motivaciones particulares que provocaron tales aseveraciones, las cuales están claramente explicadas en el texto de marras (http://www.acento.com.do/index.php/blog/10429/78/El-pudor-del-silencio.html), se hace pertinente meditar sobre la relación establecida (implícita y explícita) entre silencio y palabra ya que a mi juicio, es absolutamente válida y de todo rigor la apreciación de Andrés L. Mateo en cuanto a que es necesaria (urgente, diría yo) en nuestra nación la fundación de una nueva ética de la palabra. Ya había aludido a ello quien escribe en un texto enel quese denunciaba la sucia apropiación del lenguaje por parte del poder que arrebata y despoja a las palabras de su verdadero significado en pos de la mentira (véase http://www.acento.com.do/index.php/blog/10503/78/Jose-Marmol-y-la-palabra-trastornada.html).

Silencio, del latín silentium, y éste del verbo silere (estar en silencio, callarse) es una interesante acepción gramatical ya que en sus orígenes estuvo cercanamente conectada al término tacére, de tácitus,tácitum: aquello de lo que no se habla, no hablar cuando se podría o debería hablar. Nótese entonces cuán metafórica es la relación entre ambos términos. Se puede estar en silencio por imposición así como por elección propia, ypor ende se hace obvio que silencio y palabra no son entidades opuestas sino complementarias, contrario a la concepción generalizada en nuestra cultura de que el silencio es vacío y ausencia.

En el quehacer literario abundan los ejemplos de autores que escogieron el silencio como instrumento de comunicación creativa y simbólica; entre ellos se destacan Sor Juana Inés de la Cruz, Paul Celan, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, y más recientemente el poeta mexicano Javier Sicilia, por sólo mencionar algunos. Sobre el silencio como entidad que trasciende la palabra en el universo borgiano el ensayista colombiano Juan Manuel Ramírez Rave ha dicho que en algunos de los relatos aparecidos en El Aleph “Borges devela una doble condición de la escritura del silencio: silencio en el texto y en el subtexto; en la primera, establece diferencia entre lo que a voluntad del autor se insinúa, oculta y omite; en la segunda, el silencio es temay artificio al cual recurre el escritor”. Concluye Ramírez Rave que el poder de la obra del maestro reside justamente no en lo que se dice, sino en lo que se silencia. En ese mundo de la alusiónque juega entre lo inefable y lo indecible de la ficción borgiana.

Javier Sicilia por su parte, quiere representar para el México de carne y hueso hoy herido de muerte la voz que como Hölderlin pregunta para qué sirven los poetas en tiempos de miseria; él es un hombre autorizado a gritar y a rabiar tras el asesinato de su hijo Juanelo a manos de la violencia sin sentido del narcotráfico, mas escoge silenciar su voz poética porque el mundo, a su parecer, ya no es digno de la palabra sagrada a la que pertenece la poesía. Pide entonces que se escuche su silencio, el cual en estas circunstancias es más poderoso que la palabra misma.

El silencio puede ser entonces el rechazo al ruido provocado por la palabra contaminada, el grito que facilite la reconstrucción de la casa de la verdad ya su vez, el instrumento que rescate el lenguaje de manos de quienes lo han ensordecido. Ese silencio deberá por sobre todo acoger en sí mismo la voz de aquellos que han sido callados por el poder a fin de que la palabra logre renacer, a todas voces,en las habitaciones de una nueva ética del pensar y del hacer en este país nuestro tan escandalosamente acallado por la impunidad.