El libro Nuevo angelario urbano —Antología personal—, de Emelda Ramos, contiene 18 relatos breves o muy breves, ligados por la presencia de narradoras que escudriñan, curiosas, cultas y atentas a los detalles. Relatos unidos por la impronta del deseo, el enamoramiento o la maldad; enlazados por las figuraciones de ángeles terrenales (sin alas, como los de las películas de Pasolini), ángeles de Dios y ángeles caídos. Cuentos fusionados por epígrafes atados intrínsecamente a la historia y a los personajes. Narraciones que recorren geografías urbanas (Santo Domingo, Nueva York, Puerto Rico o París). Discursos mezclados por la música o sus ecos en el recuerdo; y, sobre todo, textos afines en el recurso del suspenso, propio de los maestros del cuento; con la expectación que mantiene al lector atento al desarrollo de la historia, hasta el final sorprendente o sutilmente irónico, y, siempre, definitivo en el cierre de lo que narra.
Es posible que las narradoras, en varios de los relatos, manifiesten algunos rasgos de la autora: Emelda Ramos. Estos entes (las narradoras) mantienen, en todos los microrrelatos, la persistencia de la mirada penetrante, observadora, muy curiosa, minuciosa, imaginativa, y con un sentido del humor controlado, no obstante, permanente y eficaz. Unas narradoras, en diversos cuentos, buena gente, enamoradizas y un tanto románticas, con reacciones propias de creyentes en Dios, y por supuesto, en sus servidores buenos, los ángeles, y en los malos, lacayos de Satanás, los ángeles caídos.
La autora ejerce con prosa precisa, cada frase tiene peso e importancia; ella observa la acción, junto a las narradoras, desde ángulos sorprendentes del tiempo y el espacio. Muestra un dominio instintivo de la psicología de los personajes, y los hace hablar, pensar y actuar, de tal manera, que da la impresión de que estamos leyendo un acontecimiento, crónica o anécdota, que ocurrió de verdad, y NO que leemos textos de ficción. La sensación de verdad, no importa si son sucesos reales o imaginarios, está plenamente lograda en cada historia.
La publicación del Angelario… con sus geografías urbanas, surge, en parte, del propósito de la autora de borrar de este mundo la noción de que ella es una creadora exclusivamente costumbrista o rescatadora de leyendas taínas y campesinas. Algo similar sucedió, y sucede con Juan Bosch, cuya producción cuentística alcanza casi un 20 por ciento de cuentos urbanos, sin contar sus cuentos donde el paisaje rural es observado desde el punto de vista de un personaje urbano, y otros donde un personaje urbano es uno de los protagonistas del relato de ambiente campesino. En Angelario urbano, (2003) y el Nuevo angelario urbano (2019), queda demolida esa percepción o deseo de encasillar a Emelda Ramos. La acción, en estos cuentos, ocurre en Santo Domingo (muchos en la ciudad colonial), en Nueva York y su subterráneo, Puerto Rico, y París.
La música atraviesa muchas de las narraciones, a veces como clave estructural; una melodía o su recuerdo acerca a los personajes, los envuelve en ciertas atmósferas esenciales al argumento. Algunos efectos sonoros, además de la música, hacen de la prosa de Emelda Ramos un horizonte de oídos abiertos, donde jamás se ignora que la realidad contada, suena. Se registra el tránsito, a través del angelario, de piezas musicales como Candilejas de Charlie Chaplin, un concierto para clavecín de Jean-Philippe Rameau, románticas melodías de moda que se oyen en un Centro Comercial, una referencia a los Conciertos de Otoño del Carnegie Hall y a Bach, La bamba (de Ritchie Valens) a ritmo de rap, los sublimes sonidos de un acordeón de boca, la “música martillante de las velloneras”, el Aleluya de Haendel, el villancico o aguinaldo dominicano A las arandelas (de Julio Alberto Hernández), La vie en rose (escrita por Édith Piaf), My Sweet Lord (de George Harrison), La serenata de Schubert, entre otras sonoridades que enriquecen el universo sensible de las narraciones, y constituyen elementos fundamentales de lo contado.
Cada historia, desde su apertura, despliega incógnitas que desvelar. Más allá de la frase inicial que agarra, el misterio reside en la situación conflictiva que se inicia, y que a veces emplea más de un enunciado, pero igual sujeta al lector y lo mantiene atento y curioso. Las estructuras narrativas producen efectos similares a los que causan los relatos cinematográficos o televisivos de Alfred Hitchcock, que además de argumentos que van complicándose, implican, de manera relevante, la psicología (manía, fobia u otra patología conductual) de los personajes. Emelda Ramos, como quería Juan Bosch (en sus Apuntes sobre el arte de escribir cuentos), lleva a sus lectores agarrados por la cabeza, amarrados al relato; un relato que transcurre cual flecha disparada a su blanco, que no se desvía, ni para observar el paisaje, por muy bonito que este sea.
Sí observamos bien, los epígrafes de Nuevo angelario urbano, proponen un juego de descubrimientos para el lector. No son simples epígrafes que pegan o combinan con el tema del relato. Más que eso, se relacionan interiormente con la historia, con los personajes y sus acciones. Los epígrafes, versos de poetas dominicanos, plantean una segunda lectura necesaria, para obtener el goce completo de estas obras. Se tendrá una visión más completa de lo que acaba de leerse y experimentarse, si se vuelve nuevamente al epígrafe, y se lee por segunda vez: los hallazgos y sorpresas serán admirables.
Lo femenino, como materia de estudio literario, tiene en este angelario un ejemplo propicio: los detalles que atraen la atención de las narradoras, actitudes ante los problemas, visiones del hombre amado, relaciones familiares, sensibilidad social expresada de una forma muy particular, un tipo de humor al que no me atrevo a ponerle apellido; en fin, que esa percepción femenina de la realidad, que la crítica puede revelar, está aquí, palpable y concreta, y a propósito.
Finalmente, recomiendo disfrutar de la lectura de Nuevo angelario urbano —Antología personal—, un libro valioso en la narrativa dominicana, cuya excelencia garantizo. Muchas gracias.
Nota: Presentación de Reynaldo Disla, en la XXII Feria del Libro, el pasado 28 de abril.