A propósito de conmemorarse veinticinco años de la muerte del filósofo Karl Popper (1902’1994), retomo una de sus ideas más debatibles, su crítica  al "mito del marco común".

Popper denominó mito del marco común a la creencia de que la sostenibilidad y el éxito de un debate dependen de que los participantes en la discusión compartan un marco conceptual común, unos supuestos básicos. La mayoría de nosotros asumimos que si no se parte de estos supuestos comunes, jamás llegaremos a un acuerdo.

La cuestión es que desde la perspectiva popperiana, sobrevaloramos el acuerdo e intentamos evitar las divergencias que son necesarias para el progreso del conocimiento y el desarrollo de una sociedad democrática. Popper se inscribe dentro de una tradición del pensamiento occidental que se remonta a Sócrates. Según la misma, debemos promover la confrontación entre marcos conceptuales  rivales, porque de esta confrontación surgen los intentos serios de detectar los errores de la creencia contraria, la posibilidad de replantearnos los problemas y lo más importante, cuestionar nuestras conclusiones.

Desde la mencionada perspectiva, asumir que una discusión solo debe llevarse a cabo entre personas que comparten unos mismos presupuestos nos lleva al dogmatismo, a la "deshonesta búsqueda" de confirmar lo que ya hemos asumido como verdadero, en vez de intentar indagar sobre los posibles errores de nuestras convicciones.

No deja de ser una idea estimulante en esta época donde con frecuencia nos encerramos en círculos informativos de personas que comparten nuestras creencias básicas y con ello, contribuyen a una peligrosa tendencia de interactuar solo con quienes pertenecen a nuestro clan, nuestra religión, nuestra ideología política, o interpretan del mismo modo la información científica.