(*) Sobre el desinterés por la historia y recomendación de un libro. La dictadura de Trujillo. Vigilancia, tortura y control político

“La historia es maestra de la vida” (Cicerón).

I

Sin intención de generalizar, es justo decir que la mayoría de los dominicanos hemos vivido siempre desinteresados por nuestro devenir histórico. El conocimiento de nuestra historia no nos resulta atractivo; nos produce modorra acercarnos a nuestros orígenes y desde allí seguir el curso de nuestra accidentada evolución política y social. Por eso, nos está costando demasiado tiempo y esfuerzo superar muchos de los traumas y yerros que padecimos en el pasado y que seguimos repitiendo ad infinitum.

Aunque no he realizado estudios especializados en el área de las Ciencias Sociales, por esas raras cosas que ocurren en nuestro país y en nuestro sistema educativo, una vez impartí la asignatura de Historia en sus diversas variantes (Universal, de América y Dominicana) en un colegio de Educación Media. Recuerdo que al entrar al aula uno de los estudiantes frecuentemente me gritaba: “¡Profe, a mí no me gusta la historia, eso es pa’ locos!”. Él era el único que lo decía, pero tengo razones para suponer que lo mismo pensaban otros alumnosdel grupo. Nunca vi suficiente interés en el resto del curso por la asignatura en cuestión (Historia de América de 1° de Bachillerato). Es algo común escuchar decir a muchos adolescentes y jóvenes que les aburre la historia, que prefieren las matemáticas u otras materias más prácticas. Y quizás tengan un poco de razón, pues a lo mejor no han encontrado en su formación académica al menos un profesor que abandonando la obsoleta práctica de repetición mecánica de nombres y fechas les haya presentado una efectiva concatenación de hechos con sus correspondientes consecuencias. Algo que no se puede dejar de lado si lo que se pretende no es una simple memorización, sino una reflexión a la luz de la historia.

La dictadura de Trujillo. Vigilancia, tortura y control político. Libro de Alejandro Paulino Ramos

Uno de los períodos históricos más complejos de nuestra historia republicana, por lo dilatado del mismo y por la gran cantidad de elementos que en él concurren, es el de la Era de Trujillo. Y aclaro que Era de Trujillo es un apelativo que promovía el propio gobernante, ansioso de que se le midiera con idéntico rasero al que usan los historiadores para referirse a estadistas de la talla del griego Pericles, cuyos años de gobierno fueron tan esplendorosos que marcaron positivamente toda la centuria. De ahí que se denomine su época con el pomposo nombre de El Siglo de Pericles. Razones muy válidas tuvieron los atenienses para bautizar con ese nombre esos años de indiscutible progreso. Pero en nuestro caso es preferible hablar claramente de lo que fueron esos treinta y un años de gobierno trujillista: una dictadura. Un período lleno de toda clase de vejámenes, crímenes, represiones, que nos dejó dolorosas secuelas, muchas de las cuales aún no logramos superar.

Lo más dramático de todo lo anterior es que como resultado delescaso conocimiento colectivo de esos nefastos años de opresión seguimos idealizándolos, evocándolos con una especie de edulcorante nostalgia. Suele afirmarse que la ignorancia es temeraria, y en este caso queda perfectamente evidenciado, pues no es otra cosa lo que induce a muchos dominicanos del presente a desear una figura política fuerte como la de aquel perverso Benefactor de la Patria, para que imponga el orden en el caos en que actualmente nos desenvolvemos. La expresión mano dura es para muchos el más precioso lema para encabezar una oferta electoral. Y al decir la consabida frase es inevitable que todos evoquemos la figura que ha de ser para nosotros el más preciso referente del autoritarismo político: Rafael Leónidas Trujillo. Cada vez que alguien habla de la necesidad de un gobierno demano dura induce a los ciudadanos a recrear la silueta de aquel a quien también llamaban Padre de la Patria Nueva; algunos para inmediatamente repudiarla, y otros –ayunos de historia y hasta de sentido común– para exaltarla como el modelo de gobernante que necesitamos. ¡Horror de los horrores!

Por eso, debemos comenzar a adentrarnos en las profundidades de nuestra historia. Hurgar en sus oscuros pasadizos hasta lograr desentrañar sus verdades ocultas bajo el ropaje de las apariencias. Un adecuado nivel de conocimiento histórico nos ayudará a desenmascararmuchos de los mitos y leyendas que se pasean impunemente por nuestra débil conciencia colectivay a sustituirlos por un verdadero conocimiento de los hechos.

El no haber asimilado bien las lecciones de esos oscuros años de totalitarismoha determinado que muchos de nuestros políticos continúen adoptando las mismas mañas y manipulaciones del trujillismo, los mismos métodos arbitrarios y autoritarios; y que no pocos ciudadanos asuman una actitud idéntica a la aceptación pasiva, puramente contemplativa, del accionar político, muy propia de ese período. De igual manera, mientras menos se conoce la historia de esos años más cerca se está de esa actitud nostálgica ya referida, que pretende validar un régimen autoritario, el que, según algunos, es el único que puede enderezar las torceduras y corregir las distorsiones que venimos arrastrando históricamente.

II

Visto todo lo anterior, en esta segunda parte quiero referirme a un libro de historia que acaba de salir a la luz: La dictadura de Trujillo. Violación, tortura y control político, de la autoría del profesor e historiador Alejandro Paulino Ramos. Un libro muy interesante, altamente recomendable para conocer, o bien para actualizar, el verdadero perfil de la Era.

Alejandro Paulino Ramos.
Alejandro Paulino Ramos.

Se trata de un libro de gran dimensión espacial: 391 páginas, incluyendo bibliografía e índice onomástico. Está dividido en cinco grandes capítulos. En él se presenta una panorámica suficientemente abarcadora de la dictadura de Trujillo, desde sus inicios hasta el final del régimen, incluyendo los acontecimientos inmediatamente posteriores a su caída, como los conflictos políticos, las movilizaciones populares en procura de la detrujillización de las instituciones públicas; los gobiernos de transición que siguieron inmediatamente después del tiranicidio.

La obra inicia con una introducción breve del autor (donde explica su motivación y propósito, a quienes está destinado…, y cierra con una dedicatoria a colaboradores del proyecto que culminó en su edición y publicación). Aquí el autor hace hincapié en que el libro va dedicado especialmente a los jóvenes y a los profesores de Historia.Y a seguidas, una presentación a cargo del director del diario digital Acento, Fausto Rosario Adames, en cuyas páginas se publicó, en forma de artículos, una parte del material que integra la obra. Sus amplios capítulos están subdivididos en pequeñas partes que se van complementando hasta conferir la necesaria unidad temática de cada capítulo.

Un elemento a destacar, que favorece bastante al libro, son las abundantes notas que el autor intercala a pie de página, destinadas a aclarar, ampliar, precisar datos que van apareciendo en sus diferentes apartados, así como también a explicar al lector el origen de los datos ofrecidos. Asimismo, es digno de destacarse la abundantísima bibliografía. El autor incorpora, por medio de citas directas o indirectas, datos y puntos de vista de una gran cantidad de historiadores, entre elloslos más reputados, que van desde Roberto Cassá, Franklin Franco, Bernardo Vega, JimenesGrullón, Emilio Cordero Michel, Jesús de Galíndez hasta Robert Crassweller. También los testimonios de personas que fueron testigos de acciones importantes, o bien protagonistas de la resistencia (CarmitaLandestoy, Luis Gómez Pérez, José Cordero Michel) o tuvieron alguna participación en acontecimientos relevantes de ese período histórico. Como valor agregado merece destacarse el lenguaje sencillo, perfectamente asequible para un lector promedio.

El contenido está acompañado de algunas fotografías de la época. A propósito, hubiera sido deseable que el autor incorporara más recursos visuales: fotografías, infografías… aunque ello habría contribuido a hacer más grueso el volumen.

Ojalá que el Ministerio de Educación acogiera este libro, declarándolo material de consulta para las clases de historia dominicana. Y aun más: que adquiriera una determinada cantidad para distribuirla en las bibliotecas de escuelas y liceos. Sería una inversión razonable. Los profesores del área dispondrían de un valioso recurso para sus clases.

Una lectura reposada de La dictadura de Trujillo. Vigilancia, tortura y control político, de Alejandro Paulino Ramos, proporcionará una adecuada aproximación al personaje que por más de tres décadas encabezó el más protervo ejercicio del poder en la República Dominicana.Conocerá la verdadera naturaleza de una dictadura que marcóprofundamente al pueblo dominicano. Es seguro que quien lo lea con detenimiento y se apropie de su valiosa carga de contenidos no prestará sus oídos a ciertos pregoneros que andan por ahí, pretendiendoservirnos el pasado en copa nueva, como dice la conocida canción de Silvio Rodríguez.