La semana pasada abordábamos el tema del uso del espacio público para los “reclamos populares”; esta semana continuaremos en esa línea.

En aquel artículo, hacíamos referencia a los ofrecimientos del partido conservador Vox, de España, sobre llevar las manifestaciones del orgullo gay al espacio del parque suburbano llamado Casa de Campo.  Para los que hemos sufrido las incomodidades de los cortes de tráfico vehicular, incluso las incomodidades menos onerosas, de tener que caminar entre un tumulto sudado y bailongo, al ritmo de una samba multicolor-arcoíris brasileira, nos es difícil defender el derecho que alude el título de hoy.

Pero volvemos a la pregunta inicial de esta pequeña serie  y que a reproducimos de nuevo aquí y ahora:

¿Quién en su sano juicio cuestionaría en código negativo el derecho al disenso, al reclamo y a la protesta?

Esta vez seremos mucho más sinceros que la semana pasada y nos sumaremos a los cuestionadores en código casi negativo. Pero esta adhesión no será gratuita o cuando menos no estará exenta de condiciones.  Plantearemos nosotros el disenso tanto en cuanto  los espacios públicos no son válido para hacer cualquier cosa.

En Barcelona, la llamada Ciudad Condal, sus ciudadanos – los moderados, los normalitos, iguales al lector y al que escribe estas líneas – han sido víctimas de las más absurdas manifestaciones, de un resentimiento ancestral llevado a las calles. Decenas de manifestantes enardecidos,  han bailado a dúo con la Policía Nacional (que no los Mossos d’Esquadra), en un vals que no terminará en un hermoso cruce de piernas, y más bien en piernas rotas y macanazos en costillas.

Lejos de la pertinencia o justificación de estas protestas, creemos que no es justo que muchos de los espacios urbanos más bonitos del mundo ( y sabemos que en esto hay consenso con relación a Barcelona), sea el escenario para la intranquilidad colectiva, incluso no solo la de sus vecinos, también la del resto de la nación española.

Para despejar cualquier duda, el autor de este breve artículo, dominicano por demás, no simpatiza con las ideas de Vox; aunque somos conscientes de que nuestra prosa de hoy apunta ello. Como justificación a esto tomaremos las palabras del refranero popular que dice que “Lo mucho hasta Dios lo ve” .

No invitamos a los manifestantes a plantar su protesta en el espacio vacío de la Fira de Barcelona…¿o sí?… Pero desde luego nos gustaría ver moderación en el uso de los espacios que son de todos y para que los vivan y disfruten todos.

La razón, el malestar, las simpatías,  nos llevan a juicios encontrados. Por nuestra parte y para hoy, dejaremos que el lector haga sus propios juicios y de paso dejaremos también un enlace a una de las manifestaciones populares -y en un espacio público-  más importantes y señeras del siglo XX:

https://www.youtube.com/watch?v=x7C9OympYtQ

I have a dream… Hasta la próxima.