Cuando en octubre de 1917 alcanzaron el poder los soviets y se extendió la revolución por el extenso territorio ruso y repúblicas anexas, ya se hablaba de socialismo y comunismo como una forma de organizar la sociedad compartiendo los recursos disponibles entre todos los habitantes y quitando el poder de la burguesía. En diciembre de 1922 fue creada la Unión de Repúblicas Socialista Soviética. Los bolcheviques estaban organizados en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y al año siguiente del triunfo de la revolución bautizan su partido como Partido Comunista de Rusia y años después terminará llamándose Partido Comunista de la Unión Soviética.
La denominación de comunista comenzó a extenderse por todo el mundo, tanto por partidos y movimientos que lo adoptaban para identificarse con las diversas interpretaciones de Marx, como por ver en la revolución rusa un modelo a seguir. La Tercera Internacional Comunista (Komintern) celebrada en Moscú en marzo el 1919 fortaleció los vínculos entre organizaciones que se denominaban comunistas o tenían ese adjetivo en sus objetivos para respaldar la revolución naciente. Stalin fue más allá y creó una red sólida de movimientos denominados comunistas en todo el mundo que le sirvieron de apoyo y donde no se admitían cuestionamientos a su figura y criterio interpretativo de la teoría marxista por parte de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética. Nacía una nueva escolástica y una nueva religión.
¿Qué se entendía por comunismo? En teoría era la dictadura de la clase obrera organizada en un partido marxista que servía de vanguardia y tomaba el control del Estado para suprimir el poder de la burguesía. De hecho, en los casos de la URSS y las Democracias Populares de Europa del Este, eran dictaduras dirigidas por nomenclaturas políticas que centralizaban las estructuras económicas y desarrollaron mecanismos de control social y político a niveles criminales. En la Europa de los años 40 el régimen estalinista no era mejor que los fascismos italiano, alemán o español. Y en sociedades más democráticas como la francesa, la inglesa o la norteamericana, existian millones de simpatizantes de los ideales soviéticos y fascistas.
El anticomunismo surgió al mismo tiempo que se organizaron en el siglo XIX movimientos y partidos que se proclamaban como comunistas. Gran parte de los conflictos surgieron porque una buena parte del movimiento sindical asumió el discurso marxista. Y después de la revolución rusa el anticomunismo se reducía a rechazar todo lo que hacían los soviéticos, especialmente la estatización de la banca y la industria, y las diversas formas de reforma agraria. De hecho, los soviéticos emprendieron un modelo de capitalismo de Estado centralizado bajo una dictadura, que no era diferente a muchas de las experiencias fundacionales del capitalismo en sociedades que al iniciarse el siglo XX ya tenían parlamentos democráticos. Todos los sistemas capitalistas nacieron con sangre y muerte.
En su momento los fascismos y las democracias europeas unían fuerzas en contra del comunismo estalinista, en otros momentos Hitler y Stalin lograron acuerdos tácticos. En medio del fragor de la guerra Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética hicieron una alianza estratégica para derrotar el fascismo europeo y la monarquía imperialista japonesa. El anticomunismo americano e inglés se unieron a los comunistas soviéticos para derrotar a los fascistas anticomunistas. Conocer la historia ayuda a develar la gran cantidad de estupideces que afirman muchos de los llamados anticomunistas al iniciarse el siglo XXI.
Con la derrota del eje Roma-Berlín-Tokio y sobre todo con el genocidio terrorista de miles de japoneses usando las bombas nucleares, Estados Unidos asume una política global de control y dominio de todas las regiones del planeta y sus recursos. Su gran opositor era la Unión Soviética y para enfrentarla se asumió un discurso anticomunista cargado de referencias ideológicas que se agotaban en un solo punto: era comunista todo el que de alguna manera se opusiera a Estados Unidos y su voluntad de poderío planetario. En un lustro los rusos desarrollaron su bomba nuclear y descontaron la ventaja norteamericana. Con más énfasis el anticomunismo patrocinado por los Estados Unidos convirtió al mundo en dos bandos, los que estaban con los soviéticos y los que estaban con los americanos. Todavía más sencillo, o te sometías a los intereses norteamericanos o eras enemigo y por tanto comunista.
No había ninguna señal distintiva de los regímenes comunistas que no estuvieran presentes en dictaduras respaldadas por los Estados Unidos. Trujillo es un buen caso. El desarrollo de la tecnología espacial por parte de los soviéticos en los años 50 enloqueció a los norteamericanos y volcaron todo su presupuesto en un acto tan simple como colocar un hombre en la luna y traerlo de vuelta. Ese proyecto no era muy diferente al de los rusos, era el uso salvaje de la plusvalía de los trabajadores para obtener victorias simbólicas. A la vez que los norteamericanos hacían ese jueguito de astronautas mataban a miles de vietnamitas con Napalm y ahogaban la democracia dominicana en Ciudad Nueva, entre otros crímenes que nada tenían que ver con el espacio estelar.
Cierto que la Unión Soviética no pudo ganarle la guerra económica a Estados Unidos y sus aliados, y optó por una salida absurda, abrir la actividad política, y eso barrió con Gorbachov y sus buenas ideas. Los chinos, con miles de kilometraje de delantera en cuanto Estado y economía, tomaron el camino de lanzar el sistema capitalista bajo la dirección de su partido comunista, y el resto es historia; en menos de una década será la potencia industrial y científica más importante del mundo.
Los rasgos fascistoides de una buena parte de la población norteamericana encandilada con un bestia como Trump y los discursos anticomunistas de su Administración contra China, sumando a un rosario de enanos en Miami arrodillados frente al imperio con un lenguaraje sinofóbico, muestra la decrepitud política de la derecha caribeña y cubanoamericana. El resto será farsa politiquera -como los recientes “sucesos” en Cuba-, mientras el mercado, la ciencia y la tecnología cambiarán al mundo, con un rostro más asiático y los anticomunistas pasarán al mundo de la arqueología ideológica como objetos de estudio.