Hoy vi a una mujer embarazada con los ojos arrasados en lágrimas, llorando hasta la desesperación y la más sincera angustia, con una hija de apenas dos o tres años al hombro, porque su marido le habían variado la medida de coerción y le habían puesto en libertad desde hacía tres meses, y no había podido sacarlo de la cárcel. La razón, el expediente no aparece.
Vi a esta pobre mujer llorar y arrugarle el corazón a todos los que estábamos a su lado, impotentes ante una tragedia tan común pero tan innecesaria que no entendemos cómo puede pasar de manera tan campante, de forma tan cotidiana como si fuera beberse un vaso de agua. Vi a esta pobre mujer, sufrida, dominicana, y sollozante pedir en la paupérrima cafetería colindante al Palacio de Justicia, un cigarrillo y fumarlo a la desesperada a pesar de su embarazo, vi la inutilidad del sistema en su máxima expresión.
Manejando hacia mi oficina con aire acondicionado, donde me esperan más aire acondicionado, secretaria, abogados y toda la parafernalia que representa tantos años de ver lo mismo, me indigné conmigo y con todos, y pensé en la más reciente “Cumbre” realizada por el Poder Judicial, donde se habló de todo, y como habíamos predicho no se resolvió absolutamente nada.
No son necesarias cumbres, no es necesaria una reunión, no es admisible un minuto de espera para un ciudadano dominicano en cuyo favor se emitió una orden de libertad, y que innecesaria y sádicamente permanezca en la cárcel, hay que ver la cara dura de las jóvenes que atienden a los usuarios en el Palacio de Justicia (si así puede llamarse), de la Provincia de Santo Domingo, que pasan el tiempo dedicadas mas a sus respectivos celulares, a sus desayunos, y a perder el tiempo de la más miserable manera, menos a la atención del usuario que padece de la ineficiencia más absurda. Y es necesario informar, a quienes no lo saben, que a pesar de cumbres, reunionismos, despachismos y poderjudicialismos, en la provincia de Santo Domingo, existe otra justicia, otro Código procesal Penal, y un sistema único de atención donde todo se encuentra centralizado y no se resuelve absolutamente nada.
La indignación que esta situación produce y que conocemos todos los abogados de ejercicio, y padece la ciudadanía a diario, donde todavía el Juzgado de ATENCION PERMANENTE, funciona en un inefable furgón, que solo después del fallecimiento por infarto de un abogado le pusieron acondicionador de aire, no se soluciona con dinero, no se soluciona con presupuesto, ni se soluciona con cumbres; se soluciona con deseo, dedicación, esfuerzo y trabajo, supervisión y sobre todas las cosas, ejecución.
Qué le puede costar a una secretaria tramitar a tiempo una orden de libertad o una variación de la medida de coerción dada a favor de un ciudadano que padece la peor de las abyecciones?
Con el alma desgarrada afirmo, que la indolencia, la impotencia, no puede ser la marca de nuestra sociedad, el hecho de que el Palacio de Justicia de la Provincia de Santo Domingo, comparezca lo más humilde de nuestras barriadas, no da en modo alguno el derecho a la humillación, a la venta de la desesperanza y a la más absoluta indiferencia hacia dolor ajeno, a la desidia y a la oferta gratuita de la desesperación, repetida en cada caso y asumida como regla.
Las cumbres son necesarias, se discute y se proponen soluciones, pero para lo pequeño, lo diario, la atención y el detalle a quien lo necesita, no hacen falta, para emitir una orden de libertad, para una solución y ejecución de una decisión judicial no se requiere la disección de un algoritmo.