Antes de la apertura de los llamados Centros Regionales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo edificados en diferentes ciudades del país, una de las mayores preocupaciones que acosaban a los bachilleres clasemedieros que aspiraban hacer una profesión y no tenían los recursos para matricularse en una universidad privada, consistía en el pago del alojamiento y la comida durante los varios años que tardaría para finalizar la carrera escogida.

A inicios de los años 60 del pasado siglo la UASD, que por suerte era pública, representaba la única institución de educación superior existente en el país, viéndose los padres de los bachilleres antes mencionados en la obligación de agenciarse becas de estudios si los hijos eran buenos estudiantes, convencer a parientes residentes en la capital para acogerlos a cambio de los que fuese, procurarles un part-time en una empresa o una canonjía en el gobierno para solventar sus gastos.

Durante el tiempo de mis estudios universitarios 1962-1968 los alojamientos más demandados estaban en las proximidades de la sede pues así se ahorraba el coste del transporte. A sabiendas de ello muchas familias de los alrededores del campus admitían en su seno -ahora eso es prácticamente imposible- a dos o más abordantes en régimen de pensión completa. También surgieron en las inmediaciones albergues estudiantiles de vocación religiosa e instituciones que mutaron su función para ofrecer servicios de acogida.

El colegio “Calasanz” reconvertido desde hace un tiempo en una dependencia de facultad de Ciencias Jurídicas de la UASD era durante los 60 años un centro de alojamiento estudiantil de tres niveles ubicado casi dentro de los terrenos universitarios en la calle Correa y Cidrón con Alma Mater. Sólo recibía varones, era de gerencia curial, muy riguroso en su admisión y selección y considerado en la época como el más reputado albergue estudiantil, aunque no recuerdo si su pago mensual era una seria restricción para su ingreso.

Residían jóvenes provenientes de todo el territorio nacional y el reglamento interno prevaleciente hacía que la disciplina, limpieza y respeto dentro del mismo exhibiera las coordenadas típicas de una institución confesional. Lo visité en contadas oportunidades notando que el tamaño de las habitaciones era aceptable, y como ocurre casi siempre, los originarios de la misma provincia o ciudad tendían a formar grupos, tertulias tal como era el caso dentro de los terrenos de la sede en las llamadas embajadas o consulados.

Casi paredaña con el campus pero en la calle Sánchez Ramírez con Wenceslao Álvarez estaba la Residencia de “Las Carmelitas” administrada por monjas españolas siendo por consiguiente de estricta vocación femenina. Era de dos niveles con un cupo aproximadamente de 35-40 jóvenes procedentes de toda la geografía nacional. Bordeada de árboles de caoba que además de brindarle a la residencia una espesa sombra dificultaba también en cierta medida el asedio visual por parte de los pretendientes testiculares que acosaban el inmueble hoy llamado “Casa Universitaria Montesinos” (CUM).

En la intersección de la Máximo Gómez con José Contreras había una residencia con un bello estilo arquitectónico en la época que resultó arruinado en su totalidad cuando fue reconvertida en la actual dependencia de la UTESA en Santo Domingo. Estaban en ella domiciliadas varias muchachas y entre ellas una oriunda de la región oriental del país llamada Rosario -Charo- Payán muy digna y delicada a la cual no he vuelto a ver hace más de media centuria. Qué será de ella?

En mis años de estudios inicialmente viví donde Doña Tomasina Alemany en la Ortega Frier; luego en la Doctor Delgado a la finalizar la Leonor Ovando; después en la Cesar Nicolás Penson al lado de un regimiento brasileño de la FIP -Fuerza Interamericana de Paz- donde una señora de apellido L’Official. Por pocos meses donde Don Julio Ravelo en la Wenceslao Álvarez y con posteridad en la Benigno Filomeno de Rojas entre Alma Mater y la hoy designada Amín Abel. Al retornar de la especialización viví donde Doña Marina Richiez Vda Betances.

De esos años lejanos rememoro con especial contentamiento mi amistad con Fanjo Ariza, Amílcar Kalaf, los hermanos Arvelo Tejada y el puertorriqueño Saturnino-Nanino- Robles Cardona. También las memorables conversaciones con el sin par Oscar Ariza Martínez -primo de Rubirosa y de Alfonso Moreno Martínez -, así como el escuchar los coloquios entre la enfática Ana Virginia Zeller y Doña Maclina y las pláticas con la falsa apariencia de una grave disputa entre Doña Machina Richiez Vda Betances y su hija Alexandra de Bolonotto. Resisten el paso del tiempo estos detalles.

En la calle Padre Pina con D’ Piñeyro existía una pensión de preponderancia ovular y sureña, donde vivía una amiga apellidada Garabito y creo que la vocalista Rhina Ramírez. Desde hace añales no les veo. También existía en esta última calle una vivienda propiedad de una señora apellido Fermín que era muy mencionada en esos 60 inolvidables, algunos de cuyos moradores conocía pero nunca visité. Me parece inexistente en la actualidad.

Doña Melania la madre de la vedette dominicana Roxanna Billini la cual quiso utilizar en Méjico el verdugo Johnny Abbes García para sonsacar y matar a Yuyo D’ Alessandro a finales de la dictadura, tenía una pensión donde habitaban los hermanos Del Giudice Knipping a quien visitaba muy a menudo. La asidua visita de sus padres provenientes de San Pedro de Macorís con la finalidad de fiscalizar sus estudios y andanzas, representaba por su fraternal preocupación y filial entusiasmo una escena grabada por siempre en mis recuerdos.

Fuera de la zona universitaria y sobre todo en pequeños hoteles, hostales y alojamientos diversos situados en Ciudad Nueva e Intramuros, residían numerosos estudiantes en mis años de estudios universitarios 1962- 1970, y no obstante conocer a muchos de ellos no recuerdo haberlos visitado en sus albergues respectivos. En gran número estudiaban Medicina o Derecho no sé si por la proximidad Padre Billini o del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva.