Según la economía del comportamiento, a menudo las personas caemos presa de nuestras limitaciones cognitivas, de interés propio o de fuerza de voluntad. Esto implica que otros agentes económicos pueden tratar de explotar estas limitaciones en detrimento de nuestros mejores intereses. ¿Qué ocurre cuando los empujoncitos o nudges se hacen con objetivos malintencionados – en vez de para bien?
El premio Nobel de Economía (2017), profesor Richard Thaler, ha bautizado estos nudges malignos como sludges – empujoncitos malintencionados o enlodamiento burocrático. Según el profesor Thaler esto ocurre cuando se le dificulta o se le enloda un curso de acción provechoso a un agente económico para disuadirlo.
En buen dominicano, los sludges ocurren cuando “nos la ponen en China” entorpeciendo que tomemos una decisión que nos favorezca o dificultando el ejercicio de un derecho o una prerrogativa. Los sludges pueden venir del Estado o de agentes económicos privados.
Un ejemplo de sludges digitales que se utilizan en los servicios en línea son los llamados patrones oscuros o dark patterns. Todos los hemos experimentado. Ocurren cuando las firmas que proveen servicios en línea traban ciertas acciones, como el cierre de una cuenta, las devoluciones de productos o cancelaciones de suscripciones de aplicaciones móviles. Estos patrones oscuros suceden en las listas de distribución de correos electrónicos (mailing lists), en las redes sociales, tiendas de aplicaciones móviles y plataformas de comercio electrónico.
Los patrones oscuros son efectivos porque en sus páginas web y sus aplicaciones, las firmas manejan el marco de toma de decisiones (choice architecture). Quien controla el marco de toma de decisiones puede manipular o incidir en las decisiones, creando entradas fáciles y salidas laberínticas.
El Estado también puede crear fango burocrático para dificultar que la gente acceda a créditos fiscales, reclame reembolsos o se inscriba en programas de subsidios o beneficios. Uno esperaría este tipo de triquiñuelas de los agentes privados. Pero no del Estado. Al Estado no le luce enlodarnos la vida. Pero a menudo lo hace.
Esto es exactamente lo que ocurre, por ejemplo, con el cobro automático y el fastidioso procedimiento de reembolso de la tarjeta de turistas a los dominicanos que compran boletos aéreos en línea o desde el extranjero. Las autoridades fiscales se apoyan en la burocracia, el papeleo y la tramitomanía para disuadir que los dominicanos con derecho a reembolso se tomen la molestia de solicitarlo. (Ver también Germania Montás, Tarjeta de Turista: ¿quiénes ganan y quiénes pierden con la nueva modalidad de cobro?, Argentarium, junio de 2019).
Según una reflexión reciente del jurista Cass Sunstein, profesor de la Universidad de Harvard y antiguo zar regulatorio de la administración del expresidente estadounidense Barack Obama, el enlodamiento burocrático equivale a una especie de tributo para la ciudadanía. Grava el tiempo, nuestro recurso más valioso.
Quien ha esperado por la provisión de un servicio estatal durante lo que parecen horas interminables, ha experimentado este gravamen de primera mano.
Según Sunstein, los fangos (sludges) de papeleo impiden en muchos casos que las personas disfruten del ejercicio de sus derechos fundamentales (ver Cass Sunstein, How “Paperwork Sludge” Keeps Americans From Enjoying Fundamental Rights, Pro-Market, 30 de octubre de 2019).
Lo peor del fango regulatorio es que no afecta a todo el mundo de la misma manera. La burocracia excesiva aflige más a los menos afortunados. El fango burocrático entrampa crecidamente a los pobres y a los menos educados. Como escriben los esposos nobeles de Economía (2019) Esther Duflo y Abhijit Banerjee, para los pobres estas trabas implican “vivir en un Estado donde las instituciones no están hechas para ellos” (Poor Economics, 2012).
Esto es lo que Donald Moynihan y Pamela Herd llaman el “costo cognitivo” del cumplimiento regulatorio (Administrative Burden: Policymaking by Other Means. 2018. New York: Russell Sage Foundation). La burocracia pesa más para quienes tienen poco y saben menos.
El costo cognitivo o psicológico de las regulaciones se le debe sumar a su Costo Económico y Social (CES), que según el Consejo Nacional de Competitividad (COMPITE RD), en la República Dominicana, ronda los DOP 197,163 millones. Es decir, aproximadamente 5.46% del PIB (Simplificación de trámites en la República Dominicana, 2019). Esto representa un costo de DOP 19,034.36 por persona – sin contabilizar el costo cognitivo.
Eliminar la burocracia libera tiempo valioso. También genera beneficios adicionales para las personas menos afortunadas. Una unidad de análisis conductual (nudge unit) puede ayudar con esto.
Richard Thaler repite mucho aquella frase que ya le caracteriza: hay que usar los nudges para bien. El Estado debe eliminar los fangos regulatorios (sludges) y los trámites que sólo sirven para fastidiar a la gente. Sólo así crearemos instituciones diseñadas para todos.
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