“También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino para la amabilidad
no pudimos ser amables.”
Bertolt Brecht
Cuando se aproximan cambios políticos importantes, de esos que acercan a la democracia, el protagonismo de políticos y políticas es progresivo, aumenta la importancia de sus decisiones y se cuestiona la calidad de sus acciones y de las consecuencias de ambas.
El efecto inmediato de la acción política es que disminuye el protagonismo de los actores sociales, de los medios de comunicación que no están dedicados a la propaganda y, por supuesto, de los opinólogos y opinólogas.
También pasa a segundo plano el rol de los comunicadores cuya obligación de informar debe ser rescatada en estas situaciones. Una pregunta obligada: ¿no deberían renunciar a intentar construir realidades políticas en la opinión pública, cuestión que casi nunca es una ayuda para la causa democrática? La suerte de los comunicadores en la política puede ejemplificarse con Guillier en Chile y con Funes en El Salvador. El primero derrotado en las elecciones de 2017 y el segundo asilado en Nicaragua para escapar a un juicio por corrupción. Una situación parecida ocurre con los empresarios que se han creído la grosería de que la política es muy seria para dejársela a los políticos. Martinelli, Macri, Alemán, Kuczynski, Saca, son buenos ejemplos.
Toda esta introducción tiene que ver con el hecho de haber visto sin mucha sorpresa, lo reconozco, las opiniones sobre las dificultades del “progresismo” dominicano debido al “personalismo” de quienes participan de esa corriente de pensamiento político. Toco el tema para llamar la atención sobre si no ha llegado el tiempo en esta media isla de que hasta la gente de inteligencia media repare en que no fueron las características personales de los simpatizantes del progresismo dominicano -y hasta de la izquierda dominicana- las que impidieron que se transformaran en actores principales de la transición fallida. Ese tipo de opiniones no puede venir de buenas gentes, sobre todo porque no pueden ser ignoradas las consecuencias en América Latina: donde no hay izquierda, donde no hay progresismo, no hay democracia. Y eso lo saben quienes digitan al estilo de Hayek a “los vendedores de ideas de segunda mano”.
Veamos, por ejemplo, lo ocurrido con el más grande de los dirigentes de la izquierda dominicana, Manolo Tavárez Justo. No tardaron mucho en ponerle las etiquetas que convenían a quienes las ponían: lo menos es que fue “idealista”. Tal vez para los nuevos analistas de ahora la etiqueta apropiada para Manolo sería la de “personalista”. Claro que ellos evitan decir, pues les conviene evitarlo, que Manolo fue asesinado en un crimen de lesa humanidad que no prescribe y cuyo castigo está pendiente en la Procuraduría. Pero ¿a quien conviene el trato descalificador? A sus asesinos naturalmente y también a quienes los pusieron de ministros. Los mismos que ahora se ofrecen para el cambio.
No puede seguir manteniéndose la noción abusiva de que las ideas progresistas en República Dominicana no logran una mejor expresión política a causa de imaginados rasgos de sus dirigentes. Eso limita por el norte con la ignorancia, por el sur con la incapacidad de ver la realidad y por el este con algo de maldad.
Por supuesto, para seguir con este análisis no puede saltarse un detalle que retrata a muchos y que parece una causa nacional: nada es más sencillo que cargar con los “chiquitos”. Leer acerca de la responsabilidad de la oposición basta para confirmarlo. Si algo anda mal en el país, la oposición siempre tendrá la responsabilidad menor y cuando se trate de cuestiones más estructurales la división entre oposición y gobierno pierde validez, pues la mantención del sistema los iguala. Ya lo hemos dicho antes y está en todos los titulares: los cuatro partidos del sistema no tienen grandes diferencias, más allá que las que tienen internamente. La ley de partidos políticos que se apruebe será un traje a la medida de los cuatro que entre otras cosas seguirá impidiendo la competencia y el surgimiento de nuevas alternativas. También servirá para mantener la condena eterna a los partidos que aspiran al cambio o a esperar lo que les den, aunque haya algunos que sólo aspiren a eso. Pero estos últimos tampoco son personalistas.
Nadie anota una evidencia, solo una, que diga que los partidos llamados emergentes obtienen baja votación por estar divididos o por estar marcados por el personalismo. Decir eso es irresponsable y es falso, además de que olvida las condiciones en que esos partidos enfrentan la competencia y oculta la escena que se da en los colegios electorales en donde al momento de contar los votos se escucha “¿Van a dejar que esos votos se pierdan?” Y ahí mismo se reparten los votos de los “personalistas” que no tuvieron los recursos para garantizar con delegados lo que la JCE debería garantizar y se los suman a los que saben gobernar, a los desinteresados, a los de Odebrecht, etc. Ayudan de esa manera a que se cumpla la sentencia que asegura más del 80% de los recursos públicos para financiar a la política: “Acta mata voto”. Ésa y no el “personalismo” es la razón por la que aquellos que no tienen encartados en sus filas no logran superar las barreras que los que están encartados ponen a la soberanía popular.
El sistema electoral y no los rasgos personales de quienes participan de ideas progresistas es el principal responsable de que las cosas se mantengan como están y quienes cometen la irresponsabilidad de engañar aprovechando sus ventajas en los medios deben incorporar en sus juicios la forma en que se reparten los fondos públicos para la política, los reconocimientos legales a los nuevos partidos, la forma en que se eligen los senadores, la forma como se cuentan los votos, etc. Quiero recordar que lo ocurrido en Chile a fines del 2017 con el Frente Amplio que consiguió 19 diputados, 1 senador y el 20% de los votos en la primera vuelta presidencial y en México donde López Obrador obtuvo una gran victoria, no se debió a que los “muchachitos” del Frente Amplio o López Obrador se transformaron en desinteresados y altruistas ciudadanos como quisieran hacernos creer estos paladines de la estafa. No, se debió a que en ambos países se hicieron reformas electorales, pues era necesario mejorar la representatividad, había que corregir la forma en que los votos se transforman en escaños y había que mejorar la democracia, aunque fuera un chin para que los “personalistas” lograran llegar. Y llegaron.
Pero para quienes así opinan la verdad de todo esto no parece ser que el “progresismo” avance en la política, es suficiente que se exprese en el género o en el aborto. En esos temas sí que los “progresistas” no son personalistas. La cuestión al final se resume en el hecho indesmentible de que es necesario impedir el crecimiento de un pensamiento nuevo, de gente distinta, de ésa que no va a la política a tratar de quedarse con trozos de parques nacionales. Pero para eso es necesario no solo impedir la democracia, también son los enemigos de un “amplio frente opositor para vencer la maquinaria de control peledeísta en el 2020”.
Pero ése no es todo el problema pues, además, se dedican a crear en cada coyuntura, sin llegar al fondo en nada, “Conciencia Social” (formado por ex funcionarios perredeístas), el “Movimiento Independiente Rescate Democrático” (formado por aspirantes a funcionarios perremeístas) o el Congreso Cívico (no tengo idea de qué es eso) que como pueden ver de nuevo tienen poco y de tufo innegable a la Convergencia tienen mucho.
No hace falta estar de acuerdo con los partidos o movimientos alternativos, hace falta estar de acuerdo con la democracia, ausente desde siempre en la vida política dominicana. Lo decisivo para que la transición se haya convertido en interminable no es la “compactación de las élites”, sino que éstas no son democráticas. Entonces, si los jueces de los chiquitos quieren dar en el blanco con sus análisis deberían fijar su atención en los “grandes”, allí está la médula, el adversario de la democracia, los sostenes de la impunidad. Veremos si lo que les falta es coraje o es que simplemente los apoyan en forma encubierta.
La tentación de repetir lo mismo en opiniones, acciones y conductas persisten. Recuerdo que en mi trabajo para culminar un diplomado en Ciencia Política cité un artículo publicado el 7 de febrero del 2006 en Clave Digital en el que se afirmaba: “Ha comenzado la campaña electoral, permiso político para disuadir, mentir, herir y repartir.” En aquel momento llamó mi atención esa frase como ejemplo de que si la forma de conseguir los cambios que hagan mejor la vida es mediante la lucha política y si las elecciones son la forma de elegir a los próximos gobernantes quienes con ese tipo de anotaciones hacen gala de su permanente frustración, infortunio, desesperanza y desánimo lo único que logran es importunar y hasta impedir el cambio.
Ha llegado la hora de asumir simplemente que también hay que mirar hacia los lados. Y hay que hacerlo porque es precisamente en esa crítica absolutamente odiosa y sin respaldo en la que se sostiene la justificación del Estado que ha resultado del encuentro de Trujillo, Balaguer y el neo liberalismo y porque ahora y en momentos de cambios políticos como los que se avecinan hace falta recordar algo que ya dijimos hace un tiempo: “Los países sin alternativos, son países sin alternativa.”