Durante más de cuatro décadas los habitantes de la República Dominicana han sido testigos del deterioro progresivo por el cual transita el sistema de movilidad urbana en las principales ciudades de la geografía nacional. A pesar de esta situación en la actualidad se fortalece un sistema que propicia la autodestrucción de la dinámica urbana y con ello el deterioro de áreas neurálgicas en detrimento de las grandes mayorías.
La base de este sistema se sustenta en la improvisación por encima de la planificación, confinando a la ciudadanía en general a subsistir en un territorio sin condiciones para el desarrollo de sus actividades cotidianas; la circulación por cualquiera de nuestras ciudades se ha convertido en una pesadilla la cual empeora cada día, debido a la incoherencia entre el problema y las medidas que se ejecuten para remediar el mismo.
A principios de la década de los sesenta se inició un proceso de explosión demográfica acompañado por el crecimiento desorganizado de los centros habitacionales en el territorio, creando la necesidad de conexión entre los distintos puntos de cualquier ciudad o región. Esta situación derivo en el aumento del parque vehicular ocasionando una saturación en las vías, ya que el incremento de las unidades vehiculares no fue directamente proporcional a la adecuación urbano-vial de los emplazamientos.
Mientras esto sucedía la oferta del transporte público urbano avanzaba en un proceso de franco deterioro debido a la incapacidad de los gobiernos de operar con eficiencia los sistemas estatales y la debilidad para regular la oferta privada, disfrazada en algunas ocasiones con el nombre de "sindicatos".
Ante esta realidad que ha imperado en la nación dominicana por casi cincuenta años, las iniciativas en búsqueda de la solución lucen desorientadas y no se vislumbra en el horizonte cercano la solución al caos de manera definitiva.
En la actualidad las mayores inversiones vinculadas al sistema de movilidad urbana se encuentran en dos direcciones; por un lado la construcción de más kilómetros de vía, a través de viaductos, túneles y pasos a desnivel, facilitando ciertas zonas de la ciudad para que más vehículos se sumen al inmenso parque vehicular que existe en la actualidad.
Por otro lado se destina una importante parte del presupuesto a la construcción de más kilómetros ferroviarios, buscando en el corto plazo exhibir dos líneas de METRO al servicio de la población; sin embargo la consolidación de esta modalidad de transporte de espaldas a los demás componentes de la estructura de movilidad, solo adiciona un ingrediente al caos existente, empeorando la situación y alejándonos cada día más de una solución armoniosa en la que todos podamos ser beneficiados.
Si a esto le agregamos la confesión realizada por el director de la Oficina Metropolitana de Transporte, alegando incapacidad para ofertar un servicio digno a la población debido a la falta de recursos económicos; podemos inferir que la oferta gubernamental de transporte colectivo a nivel urbano se encuentra en camino a la desaparición, dejando en manos del sector privado el control de las modalidades de transporte, de las rutas de transporte, de las ciudades y con ello de toda la nación.
El ingrediente más reciente que contribuye a la destrucción del sistema que ha prevalecido en la República Dominicana es el continuo incremento del precio de los combustibles, pues ante un sistema donde predominan los medios de transporte individuales por encima de los colectivos, estas alzas repercuten en una reducción significativa del poder adquisitivo de la mayoría de los ciudadanos.
La transformación del sistema actual por un sistema integrado a nivel administrativo, urbano, modal, tarifario y de políticas, contribuiría en una reducción importante de los costos de la canasta familiar beneficiando directa e indirectamente a todos los dominicanos.